"Nos preocupamos por los huevos con fipronil cuando una manzana puede tener 20 pesticidas"
El investigador francés Bertrand Pourrut participa en un congreso que reúne en la Universidad de Navarra a cien expertos en el “ensayo del cometa”
FOTO: Manuel Castells
“Sin quitar importancia al suceso de los huevos contaminados con el pesticida destinado a animales fipronil, la realidad es que no estamos ante un problema de salud pública. De hecho, tendríamos que comer entre 6 y 10 huevos diarios durante mucho tiempo para que nos hiciera daño. No obstante, una manzana puede tener hasta 20 sustancias tóxicas diferentes y nos la comemos sin saberlo”. Así lo ha afirmado el investigador francés Bertrand Pourrut, experto en Ecotoxicología de la Universidad de Lille, con motivo de un congreso internacional celebrado en la Universidad de Navarra.
Esta reunión ha congregado a un centenar de expertos en el llamado ensayo del cometa, una técnica muy versátil para medir los daños producidos por tóxicos, contaminantes, alimentación, etc. en el ADN y su capacidad de autorreparación.
Según este especialista -que trabaja conjuntamente con grupos de otros países para medir los efectos de distintos contaminantes (pesticidas, metales pesados como el plomo o el cobre, hidrocarburos, etc.)- existe evidencia de que la mayor parte de estos productos de uso habitual en agricultura o en jardinería pueden afectar no solo a nuestro ADN, sino que pueden actuar como disruptores hormonales. “Esto significa que afectan al funcionamiento de nuestras hormonas, lo que puede originar numerosos problemas de salud, y además es muy difícil saber exactamente qué producto y en qué cantidad puede ser dañino, ya que en la práctica se utilizan distintos tipos juntos y en distintas proporciones”.
En opinión del experto galo, aquí radica la principal dificultad para llevar a cabo una investigación concluyente en este campo: “Esta problemática sería comparable al consumo de alcohol: se recomienda un uso responsable pero no podemos controlar si una persona se toma una copa de vino o 5 botellas, y si las mezcla con otras bebidas o drogas. Igualmente, un abono de jardín tiene indicada una proporción de producto por litro de agua, pero mucha gente utiliza más pensando que es mejor para la planta, o mezcla unos productos con otros, sin ser consciente de que está haciendo un uso irresponsable de un producto tóxico…”.
Agricultura “km 0”El área de trabajo de Bertrand Pourrut -que además es profesor visitante del grado de Ciencias Ambientales + Biología de la Universidad de Navarra- es precisamente el análisis, mediante ensayos como el cometa, del efecto de sustancias tóxicas en el ADN tanto de plantas como de animales. “En el caso de los insecticidas, sobre todo, es evidente que si su propósito es matar a los insectos que dañan las cosechas, también pueden afectarnos a nosotros, ya que nuestros neurotransmisores funcionan de un modo similar”. “No obstante, añade, “para confirmarlo son necesarios estudios a muy largo plazo ya que, al igual que para valorar el efecto del tabaco en un fumador, también en este caso son necesarios años de exposición a estos tóxicos para que el daño potencial en el ADN derive en un cáncer, etc.”.
En su opinión, la única forma de que el consumidor se asegure una alimentación más libre de tóxicos es recurriendo a la agricultura a pequeña escala y de cercanía: “La agricultura extensiva está condenada a morir porque es insostenible desde el punto de vista económico -muchos productos son derivados de hidrocarburos y su precio es cada vez más elevado-, social y ecológico -Francia gasta varias veces los ingresos de su actividad agrícola para limpiar sus ríos y campos de contaminantes-“, culmina el experto.