Publicado en
Omnes
Ramiro Pellitero |
Profesor de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra
Todavía situado a finales de diciembre, el saludo del Papa a la curia romana, con motivo de las fiestas navideñas, siempre se considera como una orientación para el año siguiente. El mensaje para la Jornada mundial de la paz, el 1 de enero, abordó el tema de la cultura del cuidado. Ya avanzado el mes, el Papa publicó el motu proprio Spiritus Domini, que establece el acceso de mujeres a los ministerios de lectorado y acolitado.
Un protocolo de confianza para afrontar la crisis
En su discurso a la Curia romana (21-XII-2020) con motivo de la navidad, Francisco ha señalado que la pandemia, con toda su dramaticidad, es también una oportunidad para la conversión. Conversión particularmente a la fraternidad (cf. enc. Fratelli tutti).
En un segundo paso, afronta Francisco el significado de la crisis: “criba que limpia el grano de trigo después de la cosecha”. Crisis, en último término crisis de fe o de confianza, las pasaron los personajes importantes de la historia de la salvación. Sobre todo, el Hijo de Dios, Jesús mismo, quiso ser grano de trigo que muere para dar fruto (cf. Jn 12, 24). Y luego, los santos con su confianza en Dios y su testimonio. Así también sugiere Francisco, “cada uno de nosotros podría encontrar su lugar”.
¿Qué hacer durante esta crisis? Y propone el siguiente protocolo: aceptarla como un tiempo de gracia (que se nos da para descubrir la voluntad de Dios para cada uno de nosotros y para toda la Iglesia); rezar más, todo lo que podamos; al mismo tiempo, hacer lo que podamos con la confianza puesta en Dios (porque la esperanza cristiana es una esperanza activa), sirviendo a los demás con paz y serenidad. Una crisis no superada se queda en conflicto, que resta energías y predispone al mal. Y el primer mal al que lleva el conflicto es la murmuración que encierra en un mismo sin resolver nada.
Por último, y a propósito del servicio, señala que el nuestro debe dirigirse especialmente a los pobres y necesitados, a los que también hemos de anunciar la Buena Nueva (cf. Mt 11, 5).
Confianza en Dios, humildad y valentía para afrontar la crisis. Discernimiento y oración, trabajo y servicio para salir mejores de ella. Una buena hoja de ruta para gestionar las crisis en los comienzos del nuevo año.
La navegación “cuidadosa” hacia la paz
El mensaje del Papa Francisco para 54 Jornada Mundial de la Paz (1-I-2021), “La cultura del cuidado como camino de paz”, conecta con el inicio del ministerio petrino (19-I-2013), en relación con la tarea de custodiar y servir, vista en san José. En el número anterior de la revista nos hemos referido a la carta Patris corde (8-XII-2020) sobre san José.
La imagen escogida por el Papa es la navegación hacia la paz, en esta barca de la fraternidad, sobre el camino de la justicia. Además del contexto del Covid, señala algunos obstáculos y sobre todo los caminos: cuidar la creación y la fraternidad, para erradicar la cultura de la indiferencia, del rechazo y de la confrontación, que suele prevalecer hoy en día.
En segundo lugar, señala el Papa la necesidad de discernir con fundamento en este tema. Los fundamentos y criterios para el discernimiento los podemos encontrar en la revelación, en los signos de los tiempos, en las ciencias humanas y siempre en la situación actual. Los que se presentan aquí son de dos tipos. Unos se refieren a la historia de la salvación a partir de la creación (Dios mismo enseña el significado de cuidar a las personas y al mundo; lo enseñan los profetas, y sobre todo Jesús, con su vida y predicación; lo viven sus discípulos y lo transmite la Iglesia con su tradición y praxis); otros se refieren a la doctrina social de la Iglesia y sus principios fundamentales (la dignidad humana, el bien común, la solidaridad y la protección de la creación, como se enseña en la encíclica Laudato si’).
Finalmente, y ya dentro de las propuestas. Francisco señala la importancia de establecer procesos educativos que promuevan el cuidado de la paz con la “brújula” de esos criterios. Cabe señalar que, de acuerdo con Evangelii gaudium, Fratelli tutti y Laudato si', y en el contexto actual que incluye la pandemia, esos procesos educativos implican: una antropología, una ética (volvemos a los principios sociales), apertura a los demás, discernimiento y diálogo en busca de la “verdad vivida”.
Esto habrá que traducirlo en proyectos concretos a nivel universal y local: en la familia, la parroquia y la escuela, en la universidad, en relación con las religiones y en colaboración con otros educadores (pacto educativo). Unos proyectos que sepan poner de relieve los valores (contenidos valiosos) y los caminos de la realidad humana y de la creación.
Los “ministerios laicales”, abiertos a mujeres
Con el motu proprio Spiritus Domini (10-I-2021), los denominados “ministerios laicales” dejan de estar reservados a varones. En 1972 san Pablo VI estableció estos ministerios (m. p. Ministeria quaedam) para acceder al sacramento del Orden, aunque también se podrían conferir a varones considerados idóneos. El desarrollo doctrinal en los últimos años ha llevado al reconocimiento de que la base para estos ministerios instituidos está en el bautismo y el sacerdocio real que con él se recibe (juntamente con el refuerzo de la confirmación). En consecuencia, el Papa ha cambiado la redacción del canon 230 & 1 para suprimir la reserva del acceso a estos ministerios solo para los varones, y dejarlo definitivamente abierto también para las mujeres que se se consideren idóneas para esos ministerios.
El mismo día, en carta dirigida al cardenal Ladaria, prefecto de la Congragación para la doctrina de la fe, se recuerda la distinción entre los denominados “ministerios instituidos” (o “laicales” y los “ministerios ordenados”, en relación respectiva con el sacerdocio común de los bautizados y con el sacerdocio ministerial.
Es interesante que esta carta señale: “El compromiso de los fieles laicos, que ‘son simplemente la inmensa mayoría del Pueblo de Dios’ (Francisco, Evangelii gaudium, 102), ciertamente no puede ni debe agotarse en el ejercicio de los ministerios no ordenados”. Al mismo tiempo, sostiene que la institución de estos ministerios puede contribuir a realzar el compromiso cristiano en relación con la catequesis y con la celebración de la fe, para “hacer de Cristo el corazón del mundo”, como pide la misión de la Iglesia, sin encerrarse en las lógicas estériles de los “espacios de poder”.
Las reacciones a que ha dado lugar esta decisión no han sido siempre adecuadas, como quizá era previsible. Particularmente, por parte de quienes la consideran como un paso en la dirección que desearían: el acceso de las mujeres a la ordenación sacerdotal. Esto lo desmiente explícitamente la carta del Papa al cardenal Ladaria recordando la imposibilidad de que las mujeres sean ordenadas como presbíteros (cf. Juan Pablo II, Carta Ordinatio sacerdotalis, de 1994).
Cabría añadir, en la línea de la carta, que siendo esos u otros ministerios necesarios en muchos lugares (como en los ámbitos de las misiones o en las Iglesias jóvenes), no cambian la condición eclesial de quienes los ejercen: siguen siendo fieles laicos o miembros de la vida religiosa. Por tanto, no deben considerarse como meta o plenitud de la vocación laical, que se sitúa en relación con la santificación de las realidades temporales de la vida ordinaria.
En ese sentido, podría haberse aprovechado para cambiar la denominación de “ministerios laicales” (que ya había quedado antigua, puesto que podían ser conferidos a religiosos, ahora también de modo estable a religiosas) por la de “ministerios eclesiales” u otra equivalente, en la línea que la misma carta sugiere al citar el sínodo de Amazonia, cuando propone abrir “nuevos caminos para la ministerialidad eclesial”.