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Josep Ignasi Saranyana, Profesor emérito de la Facultad de Teología

Balance de un pontificado

vie, 01 mar 2013 10:38:00 +0000 Publicado en Diario de Navarra (01/03/2013)

Trazar el balance de un pontificado, del cual nos falta la adecuada perspectiva histórica, es algo muy pretensioso por mi parte y por parte de cualquier otro analista. Pero, como ya se han publicado tantos, no creo que importe uno más.

Recordemos, ante todo, qué decía de sí mismo Benedicto XVI, cuando se le pedía que se definiera. Reconocía, sin rodeos, que él era "un profesor que ha llegado a papa". Nunca, pues, ha querido renunciar a esa condición académica, que adquirió en 1958. Tuve ocasión de comprobarlo cuando fue investido doctor honoris causa por la Universidad de Navarra. Preguntado la tarde anterior por el colega Ángel Faus, entonces jefe de protocolo, qué traje llevaría en la ceremonia (si filettata, una sotana con fajín rojo y botones del mismo color, o clergyman), contestó, sin dudarlo: "¡De profesor!" Cabe añadir, además, que ha sido un maestro oportuno y prudente, que ha dirigido con acierto los primeros pasos de la Iglesia en el siglo XXI, cuando se libra la batalla cultural más interesante y quizá más dura de los últimos quinientos años.

Benedicto XVI lo ha hecho muy bien, en el referido contexto, y nadie que entienda de la materia podrá negarlo. Ha mantenido un prudente equilibrio, nada fácil, entre la tradición (elemento básico en el cristianismo) y el progreso (porque la Iglesia anda en la historia y con la historia). Convenía abrir ventanas y, al mismo tiempo, reafirmar el camino andado durante dos mil años. A veces la fidelidad a la tradición requiere elegir, porque hay cosas tradicionales que no pertenecen a la esencia de los orígenes. Y esta selección ha decepcionado a los tradicionalistas. Por otro lado, no todo lo que supone progreso es trigo limpio, porque hay también cizaña. Y al sacudir el grano para separarlo de la paja, algunas cosas no han agradado a todos, sobre todo a los rupturistas. Sin embargo, sólo de esta forma, manteniendo la adecuada proporción y armonía podemos estrechar la mano de la primera generación apostólica en señal de identidad y comunión, y al mismo tiempo mirar hacia adelante, porque el tiempo no se detiene.

Hay otro aspecto destacado de este pontificado que se acaba de cerrar. Benedicto XVI ha mostrado un respeto admirable por la verdad y la justicia. Estaba y está convencido de que no se puede orillar el derecho, es decir, la discreta aplicación de las normas canónicas, so pretexto de una pretendida caridad; de lo contrario se ofende la justicia, que es garantía de orden y libertad, de modo que el gobierno aboca en confusión y en desconcierto, con atropello de derechos y dejación de deberes. Lo hemos comprobado con los abusos de indignos eclesiásticos y en otros casos reprobables. Es verdad que la gestión de Benedicto XVI ha tropezado con muchos obstáculos y resistencias;  pero ha mostrado a su sucesor el itinerario para salir de esos embrollos, tan aireados por los medios en los últimos meses.

Benedicto XVI ha tenido un anhelo, heredado de su predecesor Juan Pablo II, que no ha visto cumplido del todo, aunque ha señalado pautas para alcanzarlo: la plena recepción del Concilio Vaticano II. El último concilio ha sido tan revolucionario en algunos aspectos, que lógicamente se necesita cierto tiempo para su adecuada digestión. Aquí es preciso recordar una intervención importante (en apariencia casi improvisada, pero sin duda muy pensada) que el pontífice emérito ha tenido ante el clero de Roma el pasado 14 de febrero. En ese discurso señala los cuatro grandes objetivos de la asamblea ecuménica. Por este orden: la reforma litúrgica; la eclesiología; la Palabra de Dios, o sea, la Revelación; y, finalmente, el ecumenismo. Los cuatro temas son comentados por Benedicto XVI, con innegables referencias autobiográficas. Después menciona, concediéndole gran trascendencia, la declaración sobre libertad religiosa. Recomiendo la lectura de este denso texto, donde glosa qué hizo el Concilio, cómo han pretendido recibirlo él y su antecesor, y qué camino queda aún por recorrer.

Ahora Benedicto XVI se retira a la oración, siguiendo lo que le pide el Altísimo. Nosotros respetamos su decisión y le acompañamos con nuestra plegaria, al tiempo que pedimos, con calma y sosiego, por su sucesor en el ministerio petrino.