Ramiro Pellitero Iglesias, Profesor de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra
Sueños de evangelización y compromiso educativo
Dos enseñanzas cabe destacar entre las que nos ha ofrecido Francisco recientemente: la exhortación “Querida Amazonia”, que constituye la aportación del Papa al proceso sinodal en marcha sobre esa región, y sus observaciones sobre el “Pacto Educativo Global” (Instrumentum laboris, 2020), en el marco de los trabajos relacionados con la Jornada Mundial de la Educación por él convocada para el próximo mes de mayo (nota posterior: debido a la pandemia del coronavirus, se postergó sin fecha prevista)
La exhortación apostólica “Querida Amazonia” (2-II-2020) constituye una carta impregnada de afecto y de retos. Desde el principio declara Francisco el foco que le ilumina y guía: “Todo lo que la Iglesia ofrece debe encarnarse de modo original en cada lugar del mundo, de manera que la Esposa de Cristo adquiera multiformes rostros que manifiesten mejor la inagotable riqueza de la gracia” (n. 6).
Impregnada de afecto y de retos
Desde ahí enuncia sus cuatro “sueños” (paralelos a los “diagnósticos” del sínodo) para Amazonia, desgranados en los respectivos capítulos.
1) El sueño social: la promoción de los derechos de los más pobres, de los últimos. Hay que convertir la “indignación”, ante las explotaciones y los crímenes, no en odio, sino en restauración de la “dignidad”; en promoción del sentido de fraternidad y de comunión que brota especialmente de la fe en Cristo; en cultura del encuentro y del diálogo social ante todo con los más pobres; en armonía con la tierra y la naturaleza circundante.
2) El sueño cultural trata de preservar la belleza que brilla en las culturas y, por tanto, el diálogo intercultural. La inculturación, obra del Evangelio, es una tarea educativa, cuyo sentido es siempre “cultivar sin desarraigar, hacer crecer sin debilitar la identidad, promover sin invadir” (n. 28). Atención, para ello, a los poetas, que ayudan a preservar y comunicar los valores de las culturas entre sí. Atención también a las cuestiones concretas que el diálogo intercultural plantea en relación con las familias, con los medios de comunicación y con el sentido de la “calidad de vida”.
3) El sueño ecológico lleva al respeto y al cuidado por la tierra. Un sueño que ha de partir de la “ecología humana” y de la apertura a Dios, autor de la naturaleza. Por eso, solo una cultura que fomente la contemplación de la belleza –que en estos pueblos viene de antiguo– puede ayudarnos a escuchar el grito de la tierra y de sus criaturas. Esto requiere a su vez una “ecología social”, que los gobiernos deben impulsar con normativas e informaciones.
Para que el sueño ecológico se haga realidad –señala el documento– hace falta una determinada educación de los “hábitos ecológicos”: “No habrá una ecología sana y sustentable, capaz de transformar algo, si no cambian las personas, si no se las estimula a optar por otro estilo de vida, menos voraz, más sereno, más respetuoso, menos ansioso, más fraterno” (n. 58). En este sentido, nuestra cultura consumista e individualista debe ser también evangelizada, y a fondo.
4) Finalmente, el sueño eclesial, porque la Iglesia y el mensaje del Evangelio se encarnan en todas las culturas para el bien de todos. Es importante captar que no solo las personas sino las culturas, como tales, son protagonistas activas de la evangelización, en cuanto mediadoras de valores auténticamente humanos que se abren a la fe (cf. n. 67).
Por eso la inculturación del Evangelio implica reconocer la sabiduría de las culturas, también de las culturas precolombinas. Requiere respetar los símbolos que las abren a la trascendencia, sin etiquetarlos de idolatría, superstición o paganismo, aunque manifiesten una religiosidad imperfecta, parcial o equivocada. Supone apreciar muchos de sus valores tradicionales, en relación con Dios, la tierra, la familia, el trabajo, el culto, el “más allá”. Son valores que nos cuesta aceptar a los que estamos sumergidos en la modernidad tardía o líquida; pero nos pueden ayudar –sostiene Francisco– a superar nuestro consumismo ansioso y nuestro aislamiento urbano.
En esta línea espera el Papa que la centralidad de la Eucaristía, el recurso a la oración y la convivencia –especialmente a nivel ecuménico e interreligioso–, junto con el trabajo común en favor de los más desfavorecidos, impidan que nos devoren “la inmanencia terrena, el vacío espiritual, el egocentrismo cómodo, el individualismo consumista y autodestructivo” (n. 108).
Destaca Francisco la importante aportación de las mujeres en la Iglesia y en la sociedad. Apunta la necesidad de desarrollar diferentes servicios eclesiales, contando con la generosidad de todos y de acuerdo con la condición y los dones de cada cristiano: laicos, ministros sagrados y religiosos. Y concluye invocando la protección de María, Madre de la Amazonia.
Compromiso y pasión educativa
En la situación actual Francisco desea impulsar la educación como tarea, arte y realidad dinámica, con dimensiones individuales y sociales. Su discurso a la Congregación para la educación católica (20-II-2020) señala primero cuatro rasgos del movimiento educativo apuntando cómo pueden hoy promoverse.
1) La educación es un “movimiento ecológico” en el que se pueden distinguir cuatro niveles personales: la relación de la persona con Dios (nivel espiritual), consigo misma (nivel interno), con los demás y (nivel solidario) con todos los demás seres especialmente los seres vivos (nivel natural). Esto ha de traducirse en los correspondientes itinerarios pedagógicos, como apunta en su última parte la encíclica Laudato si’ (24-V-2015).
2) La educación como "movimiento inclusivo" debe dirigirse hoy explícitamente a todos los “excluidos”. Y esto es "parte integrante del mensaje salvífico cristiano". “Hoy -observa Francisco- es necesario acelerar este movimiento inclusivo de la educación para frenar la cultura del descarte, originada por el rechazo de la fraternidad como elemento constitutivo de la humanidad".
3) La educación como "movimiento pacificador", constructor y portador de la paz, se opone a la "egolatría", que genera fracturas y contraposiciones a todos los niveles, porque tiene miedo a la diversidad y a las diferencias. La educación debe enseñar que "las diversidades no obstaculizan la unidad, es más, son indispensables para la riqueza de la propia identidad y la de todos". En efecto, y un elemento clave para esto es enseñar a discernir y comprender.
4) La educación como "movimiento de equipo" requiere la participación de muchas personas: familias, maestros, instituciones civiles y religiosas, etc. Pero este movimiento de equipo -lamenta Francisco- hace tiempo que entró en crisis. Y por eso necesitamos promover un "pacto educativo global" entre todos los que intervienen en la educación. La finalidad está clara: "Reavivar el compromiso por y con las jóvenes generaciones, renovando la pasión por una educación más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión" (Mensaje para el lanzamiento del Pacto Educativo, 12-IX-2019).
En la segunda parte de su discurso, el Papa señala otros retos actuales del “pacto educativo”: actitudes, método, caminos concretos.
1) En primer lugar, hace falta valentía: “La valentía de colocar a la persona en el centro […]. La valentía de invertir las mejores energías […]. La valentía de formar personas disponibles que se pongan al servicio de la comunidad” (Ibid.). La valentía –agrega con sentido realista– de pagar bien a los educadores.
2) En segundo lugar, la necesidad de una educación interdisciplinar y transdisciplinar (cf. Const. ap. Veritatis gaudium, Proemio, 4c), capaz de abordar la unidad del saber, así como la fragmentación actual de muchos estudios, especialmente ante el “pluralismo ambiguo, conflictivo o relativista de las convicciones y de las opciones culturales” (Ibid.).
3) Finalmente, formula cuatro peticiones concretas para los próximos años: la redacción de un Directorio sobre este tema; el establecimiento de un Observatorio mundial; la actualización de los estudios eclesiásticos; el impulso al “trabajo pastoral universitario como instrumento de nueva evangelización”.