José Ramón Villar, Profesor de Teología
La libertad de investigación en Teología
De manera recurrente emerge la cuestión de las relaciones entre la tarea de los teólogos y el magisterio de los obispos. La cuestión se retrotrae a un presupuesto previo. Obviamente, todo ser humano puede y debe reflexionar sobre el misterio divino y el sentido de la existencia, y en la práctica toda persona siempre posee alguna "teología implícita". Cuando ese pensar se lleva a cabo desde la fe cristiana, tal reflexión, por su propia naturaleza, surge de la adhesión personal a la fe en Dios revelado en Jesucristo en el seno de la Iglesia, que es la comunidad transmisora del Evangelio. En ese sentido, carece de sentido hablar de límites impuestos a la teología cristiana como desde fuera de ella misma. Es a la luz de esa fe como la teología desea penetrar intelectualmente en el conocimiento de Dios y su designio de salvación en la historia. Por eso, apenas podrá encontrarse un teólogo que rechace la tradición y el magisterio eclesial como elementos integrantes de la teología.
Por su parte, la tarea de los pastores es anunciar esa misma fe y, en los casos necesarios, delimitar su contenido -por ejemplo, en los Concilios- frente a las interpretaciones ajenas a la fe apostólica. Los teólogos no pueden prescindir -como tampoco los demás cristianos- del magisterio pastoral, ni los pastores sustituyen a los teólogos. El magisterio y la teología tienen funciones complementarias.
La reflexión teológica parte de la confianza en la inteligibilidad de Dios y de su acción en el mundo, aunque no sea totalmente transparente a la mente humana. Lo cual estimula a los teólogos a proponer hipótesis que puedan facilitar la razonabilidad de la fe. Para esa tarea se necesita libertad en la indagación de perspectivas nuevas. La tradición eclesial reconoce esa libertad desde los primeros siglos (diversidad de escuelas). Pero se producen desencuentros cuando algunas hipótesis no resultan coherentes con la fe que se aspira a explicar. En no pocas ocasiones la tarea de matizar tales hipótesis ha recaído sobre los pastores, que ejercen así su responsabilidad en la Iglesia. Pero habría que preguntarse si este fenómeno no se produce, al menos en parte, por el abandono de otra función característica de la teología misma.
En realidad, la tarea teológica tiene una dimensión comunitaria y colegial, de manera que las hipótesis se proponen ante todo a la valoración de la comunidad de teólogos. Basta pensar en la tradición de las "cuestiones disputadas". Precisamente la aportación de los demás colegas constituye uno de los servicios recíprocos que los teólogos deben prestarse, y que hace innecesaria la corrección de los pastores. Quizá los teólogos no estemos ejerciendo esta solidaridad fraterna en un clima de diálogo sereno y de mutua escucha.