Paul Nguewa, Director del Instituto de Salud Tropical de la Universidad de Navarra
Ciencia e investigación contra las enfermedades “viajeras”
En un mundo globalizado, donde cada día millones de personas viajan de punta a punta del planeta, sería ingenuo pensar que enfermedades o sus portadores no se desplazan con nosotros.
Hace unos días un periódico nacional recogía la noticia de que el Ministerio de Sanidad español había detectado garrapatas con fiebre Crimea-Congo en cuatro comunidades. Esta enfermedad provocaba meses antes la muerte de un hombre en nuestro país. El prestigioso Financial Times publicaba el 18 de abril un artículo titulado “Un misterioso brote de leishmaniasis en España”. En él se relataba la investigación llevada a cabo por varios científicos en Fuenlabrada para detectar cuáles eran las causas del aumento de casos de la enfermedad en este distrito madrileño.
Ébola, zika, dengue… se unen a una lista de dolencias que considerábamos lejanas pero que ya no lo son tanto. Se trata, según la Organización Mundial de la Salud, de enfermedades tropicales desatendidas cuyas cifras de impacto en el bienestar mundial adquieren más importancia a medida que se acercan a nuestras casas, a nuestros conocidos.
En un mundo globalizado en el que viajar de una punta a otra resulta cada vez menos costoso en todos los sentidos, imaginar que las enfermedades o sus portadores no se desplazan con nosotros sería un pensamiento ingenuo, cuando menos. Cada día millones de personas se mueven y con ellos lo hacen también los patógenos que podrían provocar víctimas en el primer y tercer mundo.
Asimismo, el cuestionado cambio climático y otros factores de todo tipo influyen indudablemente en la transmisión de unas patologías que ya no pueden considerarse de allí o de aquí y que muchas veces son grandes desconocidas para una gran parte de la población a pesar de que afectan a 1.000 millones de personas, principalmente en más de un 70% en países con ingresos bajos o medios-bajos.
Por eso, investigar estas dolencias es una necesidad que no puede esperar. Desde el Instituto de Salud Tropical de la Universidad de Navarra (ISTUN) creemos en ese compromiso y nuestra apuesta por la ciencia como antídoto es firme. Fruto de ello, los próximos días 4 y 5 de mayo acogeremos el IV Simposio de Salud Tropical que se celebra bajo el título ‘Prioridades en salud tropical y enfermedades transmitidas por parásitos: nuevos fármacos, nuevas dianas terapéuticas y formas de administración’.
Expertos internacionales procedentes de países como Francia, Reino Unido, Alemania, Italia, Brasil, Kenia, Colombia, Turquía, Camerún, Irán, Grecia o Arabia Saudí, por citar algunos, se reunirán en Pamplona para compartir los últimos avances en unas patologías que inevitablemente suenan ya más cercanas. La malaria, de la que esta semana se celebraba el Día Mundial; la leishmaniasis, la brucelosis o la enfermedad de Chagas, entre otras, centrarán el debate científico y universitario durante dos jornadas dedicadas a plantear soluciones para el futuro y en las que se presentarán más de medio centenar trabajos de investigación sobre este ámbito.
Nos enfrentamos a un reto muchas veces de dimensiones inabarcables. Una vez más, y aunque nos suene repetitivo, todos los esfuerzos son pocos y confiar en la ciencia puede aportar un enfoque fresco y diferente al problema. Por eso, conocer cómo se abordan algunas de estas enfermedades en otros lugares es vital. Los avances que se produzcan en Camerún, París o Barcelona son avances para todos en un entorno que no para de cambiar.
Precisamente, en el citado artículo del Financial Times se hacía referencia a la labor de los dos científicos madrileños que indagaron las causas del aumento de leishmaniasis. Tras seguir varias pistas como auténticos detectives, llegaron a la conclusión de que el brote de Fuenlabrada era “un ejemplo de cómo varios factores sociales y medio ambientales, no significativos en sí mismos, pueden causar una epidemia”. “Hubiera sido casi imposible anticiparlo”, añadía uno de ellos.
Sin duda, los desafíos son numerosos y cambiantes, no obstante, investigar es siempre una buena solución para unas enfermedades tropicales pero, sobre todo, viajeras.