Antonio Aretxabala, Geólogo , Escuela de Arquitectura
Amnesia sísmica
Tristemente se confirmó ayer: se ha encontrado el cuerpo sin vida de la víctima número 17 que quedaba atrapada entre los escombros del último terremoto. Seis murieron el día 20 y los dichos el día 29. Las réplicas a un promedio de una cada hora sobrepasan la centena, algunas de ellas mayores de 5 grados de magnitud. La norma de construcción sismorresistente italiana de 2004 ya no contaba con el carácter sismogenético de esas fallas dormidas durante 450 años. La memoria sísmica de las gentes de Emilia Romagna ha sufrido una amnesia de cuatro siglos y unas tremendas consecuencias humanas, sociales, económicas y patrimoniales. Ferrara (Patrimonio de la Humanidad) es la primera ciudad moderna de Europa, diseñada urbanísticamente ya en el siglo XIV, contó con lo que entonces era un fenómeno bien conocido. Cuanto más se sabe de estos nuevos terremotos italianos en su aspecto científico, más se nos parecen a los de Lorca de 2011, y menos a l'Aquila 2009.
Las fallas españolas activas aparecen implícitas en nuestra norma sismorresistente (NCSE02). Las que consideramos inactivas no. Las primeras afectarían a un total de 2618 localidades situadas en zonas con riesgo sísmico, en 724 se aglomeran más de 5000 habitantes, una población de más de 20 millones de personas. De las segundas casi nada sabemos. No obstante, a pesar de ser España un país sísmico, no existe una conciencia histórica de élite sectorial o de altura científica con cierta proyección popular, tampoco universitaria, sobre el riesgo sísmico y su importancia. El largo tiempo transcurrido, casi 130 años, desde el catastrófico terremoto de Andalucía de 1884 con cerca de 1200 muertos y una destrucción que llegó al grado X, ha conformado también nuestra amnesia sísmica.
Durante este tiempo nos hemos triplicado, hemos pasado de unos 16 millones de personas viviendo fundamentalmente en un ambiente rural e inmóvil, a 47 millones predominantemente urbanos y de alta movilidad. Ahí es donde radica el mayor peligro, y mucho más ahora que antes. Las mejores armas para salir airosos si se producen terremotos las tenemos, pero guardadas; la avanzada ley del suelo de 2008 sigue metida en los cajones de las autonomías, aunque casi nadie la entiende, es la amnesia. La población en general no sabría cómo reaccionar ante un terremoto, menos aún conoce las zonas más sísmicas del propio país, las más concurridas.
Asimismo la población más especializada, o cultivada al respecto, cree que son los ingenieros y los dirigentes los encargados de mitigar desastres a través del cumplir y hacer cumplir normas sismorresistentes cada vez más refinadas. Los ingenieros también creen que son ellos los designados a conducirnos hacia ese fin aplicando teóricos postulados que la naturaleza siempre supera, sobre el objeto de sus estudios: los edificios y sus estructuras, es decir, las piezas del sistema. Pero el verdadero escenario sísmico del siglo XXI es la ciudad. Las normas de construcción sismorresistente, no han sido, no son y nunca serán suficientes. Las ciudades españolas han sido diseñadas con leyes urbanísticas inspiradas en el siglo XX por todo (incluso cualquier tipo de interés individual o especulativo) menos por criterios de diseño anti-sísmico. La realidad es que la historia de España, salvando este lapso de 130 años justo a la entrada de la modernidad, en los últimos siete siglos, está repleta de ejemplos de terremotos destructivos con intensidades por encima de VIII en la escala Mercalli (por encima de 5 a 6 en la de Richter), "los temblores de tierras" y el qué hacer si brotaban, eran temas de estudio en las escuelas y universidades hasta hace cien años. La cultura de la sismicidad es un fenómeno que no se ha actualizado como otros aspectos del país.
La amnesia sísmica de la población, medios y dirigentes, parece dominar sobre los esporádicos brotes de interés cuando algo como lo de Lorca o Ferrara nos despierta la curiosidad, nos hace reflexionar y los bares del país se llenan de expertos geólogos, arquitectos e ingenieros. Luego remite y otra vez se duerme.