01/07/2022
Publicado en
Diario de Navarra
Salvador Sánchez Tapia |
Profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho
Ha sido mucha la expectación que ha despertado la cumbre de la OTAN que acaba de concluir en Madrid. Sin caer en la exageración de afirmar -el tiempo lo dirá- que Madrid ha sido escenario de un acontecimiento histórico, sí puede decirese que la cumbre no ha sido una más de las que rutinariamente mantienen los líderes de la Alianza Atlántica.
En primer lugar, porque se ha producido en un momento difícil para la seguridad euroatlántica por la invasión rusa de Ucrania, que ha servido de revulsivo para revitalizar a la OTAN. También, porque la diplomacia ha sido capaz de forjar un acuerdo entre Turquía, Suecia y Finlandia que despeja el camino para que los dos últimos se conviertan en miembros de pleno derecho de la Alianza. Por último, porque ha culminado con la publicación de un nuevo documento estratégico que quedará para la Historia como el Concepto Estratégico de Madrid 2022.
El nuevo concepto contiene aspectos novedosos. Rusia ocupa un lugar central en el mismo. El espíritu contemporizador que planeaba sobre el concepto de 2010 cede paso a un lenguaje de abierta confrontación que define a Rusia como la “amenaza más significativa y directa” a la seguridad euroatlántica. No extraña que la OTAN ponga el énfasis en la defensa colectiva sobre sus otros dos cometidos, la gestión de crisis y la seguridad cooperativa, que aparecen ahora algo más desdibujados.
El texto se muestra enfático al afirmar la resolución para defender “cada pulgada” del territorio aliado. Este acento en la integridad territorial, novedoso, ha sido leído como la garantía de que el paraguas de la Alianza extenderá su benéfica protección sobre los territorios de Ceuta y Melilla para protegerlos de potenciales amenazas a su seguridad.
Siendo ésta una interpretación plausible, conviene observar que el texto omite cuidadosamente cualquier mención explícita a las dos ciudades españolas, sin contar, además, que el Artículo 6 del Tratado de Washington, que define el territorio protegido por la cláusula de defensa colectiva, las deja inequívocamente fuera de su paraguas protector. Cabe preguntarse por qué no se ha acometido en la cumbre de Madrid la modificación del referido Artículo 6 para incluirlas, de modo similar a lo que se hizo en 1951, cuando Turquía ingresó en la Alianza.
Las referencias que la nueva estrategia de la OTAN hace a la aplicación del concepto de “seguridad 360°” y a aspectos como el terrorismo y la fragilidad e inestabilidad en Oriente Medio y el Norte de África han de verse como muy positivas. Recogen la preocupación de los aliados más próximos a la ribera Sur del Mediterráneo, que ven con preocupación un desequilibrio en favor de la amenaza, clara y presente, que plantea Rusia y que demandan un tratamiento que proporcione un nivel similar de seguridad al Sur. La prueba de fuego del concepto estará, no obstante, en su aplicación práctica.
La inmediatez del desafío planteado por la guerra de Putin no oscurece en el documento otras amenazas, entre las que China se perfila como la más importante. Este es otro de los elementos nuevos que incorpora el nuevo documento estratégico. Como en general quieren los europeos, el concepto de Madrid mantiene la mano tendida a China para cooperar constructivamente siempre que sea posible. No obstante, recogiendo la perspectiva norteamericana, la OTAN se pronuncia en términos inequívocos sobre la República Popular China, cuya ambición define como un “desafío a los intereses, seguridad y valores de la Alianza”.
Con esta nueva aportación, la OTAN se abre al espacio Indo-Pacífico. La Alianza Atlántica asume con ella que su seguridad, y no sólo la de los Estados Unidos, se juega también en ese amplio escenario, en el que debe ir de la mano de las democracias de la región quienes, no por casualidad, han estado presentes en la cumbre y con quienes se aboga por estrechar lazos de cooperación.
Un concepto estratégico, en definitiva, que introduce a una revitalizada Alianza Atlántica en un exigente escenario estratégico en el que se multiplican las amenazas y los riesgos -no faltan en el documento las ya habituales referencias al ciberespacio, al desarme, a la proliferación, o al cambio climático-, y en el que a OTAN se compromete activamente a garantizar la seguridad de todos lo aliados. Un importante reto que va a demandar de sus miembros la inversión de recursos materiales, financieros, muy por encima de lo acostumbrado hasta ahora. ¿Estarán los aliados a la altura del desafío?