Dr. Gabriel Reina, Especialista en Microbiología y Parasitología en la Clínica Universidad de Navarra. Profesor asociado de Microbiología en Grado de Medicina, Farmacia, Ciencias y Enfermería de la Universidad de Navarra.
El esfuerzo sí tiene premio
Desde hace 5 años tenemos la fortuna de estar viviendo lo que podría ser el comienzo de un final feliz para la película de la hepatitis C. No es precisamente la fortuna la responsable de haber alcanzado este punto de la película, sino la investigación y el desarrollo de nuevos fármacos que irrumpieron en el mercado hace 5 años. La hepatitis C es una enfermedad que afecta a unos 170 millones de personas en el mundo. Aproximadamente 700.000 personas mueren cada año por enfermedades hepáticas relacionadas con la hepatitis C. El virus causante de esta dolencia provoca una infección crónica en un alto porcentaje de pacientes infectados, muchos de los cuales permanecerán asintomáticos durante décadas, antes de desarrollar complicaciones como la cirrosis o el cáncer de hígado.
Durante el final del siglo XX, la hepatitis C era sinónimo de graves problemas de salud a largo plazo y en algunos casos estos pacientes se podían curar con tratamientos largos y difíciles de soportar por el uso de fármacos como el interferón. Con el paso de los años, se pudieron ir desarrollando nuevos métodos de investigación para luchar contra este virus. Se descubrieron nuevas moléculas capaces de actuar frente al virus de la hepatitis C, los denominados antivirales de acción directa. En 2011, se comercializaron los primeros fármacos de este tipo, telaprevir y boceprevir, aumentando enormemente la tasa de curación de los pacientes infectados. Sin embargo, aunque era mayor el porcentaje de personas tratadas que respondía favorablemente al tratamiento y se curaba, éstas todavía tenían que sufrir abundantes efectos adversos durante el año que aproximadamente duraba la terapia.
Los avances y la investigación continuaron para dar a luz en 2014 a una segunda generación de fármacos capitaneados por el sofosbuvir con capacidad para acabar con la infección por este virus en más pacientes, ya que la duración de los tratamientos se redujo a 2-6 meses. Junto a la mayor efectividad de los nuevos antivirales, se empezaron a implementar las terapias libres de interferón, y por tanto, libres de los problemas que dificultaban o impedían finalizar los tratamientos realizados. Actualmente tenemos disponibles en el mercado más de siete combinaciones de antivirales altamente efectivas y libres de interferón. No obstante, la industria farmacéutica y numerosos grupos de investigación continúan desarrollando moléculas nuevas por lo que el arsenal de fármacos frente a la infección se incrementará durante los próximos años. Además de la buena respuesta general a los tratamientos es importante indicar que todo paciente puede tener un beneficio clínico importante tras la curación. Aquellos que se encuentran en los estadios iniciales de la enfermedad pueden remitir completamente su cuadro clínico. Otros, estarán todavía expuestos al riesgo de complicaciones tras la curación, pero se ha observado que mejorarán de forma importante su función hepática y podrían no requerir un trasplante del órgano. Sin embargo, es importante prevenir que estas personas que alcanzan la curación se vuelvan a reinfectar o agraven su situación por el consumo de alcohol.
Históricamente, la infección por el virus de la hepatitis C ha estado relacionada con transfusiones contaminadas con este virus antes de conocer su existencia, el uso de drogas por vía parenteral u otras circunstancias relacionadas con el entorno sanitario. Actualmente cualquier producto biológico infundido a un paciente es estudiado para comprobar que no está contaminado con este virus, sin embargo, todavía queda un largo camino por recorrer para conseguir erradicar esta enfermedad. Para ello se deberían producir diferentes eventos relacionados con su prevención y diagnóstico. Por un lado, el desarrollo de una vacuna frente a la hepatitis C es un objetivo anhelado por la comunidad científica, ya que actualmente sólo se puede prevenir la enfermedad mediante intervenciones destinadas a reducir o evitar la exposición en los grupos de población de alto riesgo. Por otro lado, hay millones de personas infectadas por el virus de la hepatitis C que desconocen su estado de infección por lo que se deberían llevar a cabo estrategias de cribado de la infección para prevenir que sean fuente de futuras infecciones. Y no sólo deberían realizarse sobre poblaciones de alto riesgo, sino también sobre toda la población nacida antes de 1965, según recomendaron en 2012 los Centros para el Control de Enfermedades de Atlanta (EE.UU).
Por tanto, la investigación resulta un protagonista principal en esta película para ser capaces de pasar de la era de los antivirales a la era de la erradicación de la infección. El desarrollo e implementación de los nuevos tratamientos con más de un 90% de éxito, el diagnóstico precoz y las estrategias preventivas permitirán ver en el futuro el final de este filme.