Antonio Moreno Ibáñez, Vicedecano de la Facultad de Económicas, Universidad de Navarra
Energía y tipos de interés
Con acierto se ha introducido estos días la expresión «cuesta de abril» en el argot económico nacional, pues el aumento en los precios de la gasolina, gas natural y gas butano, junto a la subida del euribor –tipo de interés al que se indician una gran parte de las hipotecas– supone un nuevo obstáculo a la lenta recuperación de la economía española. En definitiva, este aumento de precios básicos, unido a las rigideces –y bajadas, en no pocos casos– salariales, supone una pérdida –otra más– en el poder adquisitivo de las familias. Asimismo, hay que tener en cuenta los efectos inflacionarios indirectos en muchos otros precios de la economía, lo que refuerza el efecto negativo directo. Es precisamente la creciente inflación europea lo que está motivando el alza del euribor. Un alza también justificada por el ciclo europeo de mayor bonanza, con el que no estamos todavía sincronizados. Un alza que se presume la primera de unas cuantas más, en un entorno de vuelta a la política monetaria convencional post-crisis.
El Gobierno ha congelado la tarifa del gas natural y gas butano a los beneficiarios del bono social, unos tres millones de ciudadanos de rentas bajas, con familiares en paro así como a familias numerosas. Esta medida mitiga en parte los efectos nocivos entre el sector de la población más desfavorecido por la subida de estos precios. Sin embargo, los dos peligros latentes persisten: futuras subidas de la gasolina por la escalada de los precios del petróleo y futuras subidas de los tipos de interés, con familias, bancos, Gobierno y –sobre todo– empresas muy endeudados en su conjunto. Esta situación augura la continuación de crecimientos débiles de la oferta y la demanda. Por ello, es previsible que la inflación no suba más allá del 5 por ciento, pero esto será a costa de un crecimiento económico bajo y un mercado laboral estancado. Todo ello, en un contexto de control de gasto público en aras de la progresiva reducción del déficit público, para conseguir la supervivencia financiera internacional. Todo un reto que nos hace permanecer en alerta máxima.