03/01/2024
Publicado en
Diario de Navarra
Javier Andreu Pintado |
Catedrático de Historia Antigua y director del Diploma de Arqueología
Quienes, en Navarra, amamos la Historia de la Antigüedad de nuestra tierra estamos de enhorabuena. Si 2022 se cerró con una desbordante expectación social para, en el Planetario de Pamplona, ver la mano de Irulegi, el más mediático hallazgo arqueológico de la reciente historia de Navarra, 2023 ha cerrado con la publicación en abierto de las primeras conclusiones científicas derivadas del estudio de esa lámina de bronce que está ya en el corazón de todos los navarros. Como debe ser la ciencia hoy en día, en acceso abierto, las revistas Fontes Linguae Vasconum, del Gobierno de Navarra, y Palaeohispanica, de la Universidad de Zaragoza, nos han regalado por Navidad casi 200 páginas de reflexiones sobre esas cuatro líneas que, pese a su complejidad interpretativa, han venido marcando la actualidad cultural -e incluso, a veces, política- del último año en Navarra.
Ya en las semanas inmediatas a la presentación en sociedad del documento advertíamos que eran muchas las cosas que muchos querían que la mano dijera y que, sin embargo, no dice. Y así lo confirman ahora estos estudios. Se esfuma el sorioneku que se convirtió casi en hashtag de felicitación de la Navidad de 2022 y todo apunta a que la palabra que comparece en el texto es mejor un dativo, sorioneke. Así, la mano sería una ofrenda votiva a la fortuna generada en el contexto militar que llevó a la destrucción del oppidum de Irulegi. Un recurso piadoso a la Fortuna que tiene más de reinterpretatio vascónica de una costumbre aprendida de Roma que de hábito religioso local. Además, los expertos indican que la relación entre el sorion de ese término y su equivalente en el vasco actual es sólo hipotética e, incluso, algunos de los autores del dosier de Fontes Linguae Vasconum, acercan más la inscripción al ibérico que al vasco y, constatando la notable separación que, con apenas siglo y medio de diferencia, hay entre el texto grabado en la mano de Irulegi y el que exhiben algunos antropónimos vascónicos en inscripciones de época imperial romana, subrayan la discontinuidad entre el vascónico de Irulegi y el euskera actual. El ejemplar estudio del contexto arqueológico del hallazgo aporta otras dos cerámicas esgrafiadas con signario paleohispánico y un stylus para la escritura que saca a los Vascones de su supuesto carácter ágrafo, aunque se abren dudas sobre el grado de implantación de la escritura, acaso sólo entre la élite, en sus sociedades. La forma del soporte, una mano cortada, acerca la simbología de la pieza al mundo ibérico, del que procedería el signario, adaptado de aquél, de igual modo que si el propio hecho de su grabación, y de la invocación a la fortuna, es netamente romano y se realiza en un contexto de tremenda intensificación de un ya entonces secular proceso de latinización, el empleo del puntillado para completar el texto acerca el documento al mundo celtibérico. La mano, por tanto, viene a confirmar muchos de los planteamientos que, en la última década, se habían hecho sobre los Vascones antiguos y, sobre todo, ese carácter del solar navarro como crisol de culturas desde la Antigüedad.
Pero, la mano de Irulegi y su excelente edición sí señalan una realidad de la que conviene tomar nota en el arranque de 2024. La investigación arqueológica, si es ambiciosa, abierta, colaborativa y, sobre todo, bien financiada -como Aranzadi ha conseguido que lo esté la que se desarrolla en Irulegi- y, por tanto, capaz de ser sostenida en el tiempo conduce siempre a conclusiones científicas que mejoran nuestro conocimiento del pasado. Irulegi quedó destruido en el marco del conflicto sertoriano pero señala una franja de territorio, que va desde Andelo hasta Santa Criz de Eslava, pasando por la antigua Pompelo, en la que, también con evidencias epigráficas, hay varios enclaves que, habiendo sobrevivido al episodio sertoriano como monumentales urbes romanas, tienen todavía mucho que contarnos sobre los antiguos Vascones y sobre el modo como estos aprendieron a ser romanos. Toca ahora que las instituciones navarras sean audaces para que lo que la mano de Irulegi cuenta lo confirmen, o desmientan, nuevos hallazgos. Es la hora de salir del mito y dejar hablar a la ciencia. Es la hora de la Arqueología de verdad en Navarra.