Gerardo Castillo Ceballos, Profesor de la Facultad de Educación y Psicología
Reivindicar la figura del profesor
Desde principios del siglo XX ha crecido de forma exponencial la desconfianza de la sociedad en el sistema educativo y en la escuela, atribuyendo sus deficiencias solo o principalmente a los profesores, como si estos últimos fueran los autores de las frecuentes y contradictorias Reformas educativas. Los profesores han asistido impotentes al deterioro de su imagen y a una desvalorización de la profesión docente.
A ello se refirió ya en 1975 el eminente pedagogo Víctor García-Hoz con estas palabras: “Desde ser una actividad tranquila, de dedicación sosegada al cultivo de la ciencia y a las relaciones cordiales con quienes quieren adquirirla, ha pasado a ser una profesión esquinada, poco comprendida, mucho menos agradecida, en la que la dureza ha penetrado hasta la entraña del profesor. Con todas estas circunstancias, ¿se estará creando una nueva clase abrumada por la inutilidad de sus esfuerzos, sin ilusión en su quehacer, frustrada en su vocación?” .
Los profesores se siguen sintiendo criticados y culpabilizados por quienes menos esperaban: los padres de sus alumnos. La tradicional confianza y colaboración de los padres en los profesores está desapareciendo, condenándolos así a una injusta y dolorosa soledad.
La mayoría de los profesores de Educación Secundaria se sienten poco valorados también por la sociedad, como lo confirma un estudio de la OCDE publicado en 2014. Me refiero al “Estudio Internacional sobre Enseñanza y Aprendizaje”, conocido como TALIS (Teaching and Learning International Survey), basado en encuestas realizadas a 3.339 profesores de enseñanza secundaria de todo el mundo. Una de sus conclusiones es que sólo un 31 por ciento de esos docentes se siente valorado por la sociedad. El porcentaje de los españoles es inferior al general: sólo el 8 por cierto sienten que tienen reconocimiento social.
En épocas anteriores, cuando un hijo se quejaba de un profesor, sus padres se ponían siempre de parte del profesor. Últimamente algunos se ponen siempre del lado del hijo, actuando como sus abogados defensores frente al supuesto autoritarismo del docente. Los padres de antes reconocían, valoraban y agradecían el saber y el sacrificio del profesor, lo que contribuía mucho a que este último reforzara su autoridad y su identidad como profesional de la educación. En cambio, bastantes padres de ahora (no todos) están minando esa autoridad, con el consiguiente perjuicio para sus propios hijos.
La actual indisciplina y falta de respeto de los alumnos hacia los profesores de enseñanza secundaria, que llega en muchas ocasiones al maltrato, suele ser un reflejo de las críticas de sus padres escuchadas en casa. Esos padres suelen ser los mismos que exigen a los profesores que les sustituyan totalmente en su responsabilidad educadora, reservándose, además, el “derecho” de culparles de todos los malos comportamientos de los hijos. ¿Qué sentido tiene delegar toda la educación en profesores no fiables?.
Esta situación ha sido tema de humor en los medios. Un ejemplo:
Pregunta de un periodista a un profesor de enseñanza secundaria: “¿Qué es la escuela inclusiva?”
Respuesta: “La escuela en la que los profesores somos polivalentes. Hacemos de padres, de psicólogos, de policías, incluso de profesores”.
La sociedad actual recurre a los profesores para implantar todo tipos de cambios. Por ejemplo, la educación vial y la prevención de la adicción al alcohol y a la droga. Pero luego no se les da apoyo para llevarlo a cabo.
La actitud crítica de los padres está relacionada con una decepción: la escuela de hoy ya no garantiza el futuro profesional de sus hijos. En épocas anteriores el buen expediente académico y el título abrían las puertas del mundo laboral, mientras que actualmente no bastan. Ello se debe al desfase producido entre la preparación que proporcionan las escuelas y las nuevas exigencias del mundo laboral, derivadas del cambio social acelerado.
Las expectativas de la sociedad del conocimiento difícilmente pueden ser satisfechas a corto plazo y sólo por los profesores. Por eso precisamente se está proponiendo, desde las más altas instancias políticas y culturales, que la sociedad del conocimiento sea una sociedad educativa, en la que todos aprendan de todos.
Al sistema educativo se le plantea actualmente el difícil reto de adelantarse a las demandas de una sociedad en constante transformación, proporcionado a los profesores una formación preventiva derivada de una eficaz prospectiva pedagógica.
En este momento es más necesario que nunca reivindicar socialmente la figura y el trabajo del profesor. Ese es el objetivo que persigue la celebración del Día Mundial de los Docentes, en el que se destaca su labor formativa y social.