03/04/2024
Publicado en
Omnes
Ramiro Pellitero |
Profesor en la Facultad de Teología
Los católicos están llamados a la misión y el Papa ha profundizado en esta vocación universal a través de aspectos como la educación, la misericordia y el testimonio de la esperanza.
¿Cuáles serían las prioridades educativas en la actualidad? ¿Cómo transmitir hoy, especialmente entre los jóvenes, varones y mujeres, el sentido de la vida como “misión”?
Al acercarse el próximo jubileo, en 2025, el Papa se ha referido estas semanas a grandes temas de la misión evangelizadora: la fe y su transmisión, la misericordia como principal manifestación de la caridad, la esperanza como fuerza que nos sostiene en el camino.
Suscríbete a la revista Omnes y disfruta de contenidos exclusivos para los suscriptores.
Tendrás acceso a todo Omnes
La tarea formativa y educativa
Con motivo del 90º aniversario del seminario arzobispal de Nápoles, el Papa tuvo un encuentro con las autoridades y los seminaristas. A propósito de la formación, observó Francisco, la Iglesia es como “una obra en continua construcción”.
“Y esto es también lo que pide de vosotros: ser servidores –esto significa ministros– que saben adoptar un estilo de discernimiento pastoral en toda situación, sabiendo que todos, sacerdotes y laicos, estamos en camino hacia la plenitud y somos obreros de una obra en construcción. No podemos ofrecer a la compleja realidad de hoy respuestas monolíticas y preconfeccionadas, sino que debemos invertir nuestras energías en el anuncio de lo esencial, que es la misericordia de Dios, manifestándola a través de la cercanía, de la paternidad, la mansedumbre, perfeccionando el arte del discernimiento”.
Subrayó la necesidad de una formación sacerdotal que se enraíza en el compromiso, en la pasión y en la creatividad, junto con la caridad, la vida espiritual y la fraternidad.
En un plano más general, el de la educación de inspiración católica, el Papa escribió un mensaje para el Congreso promovido por los obispos españoles y clausurado en España durante el mes de febrero, con el título “La Iglesia en la Educación. Presencia y compromiso” (cfr. Mensaje del 20-II-2024). El anterior congreso de similares características había sido celebrado cien años antes.
Escribe Francisco: “La misión educativa de la Iglesia permanece a lo largo de los siglos. Entonces y ahora nos impulsa una misma gran esperanza que brota del Evangelio, con la que miramos a todos, empezando por los más pequeños y vulnerables”. Añade que la educación es ante todo “un acto de esperanza” ante las personas, los horizontes de su vida, sus posibilidades de cambio y de contribuir a la renovación de la sociedad.
“Hoy –continúa el Papa– la misión educativa tiene una urgencia particular, por eso he insistido en unpacto educativo global (cfr. Francisco, Mensaje de lanzamiento del Pacto educativo global, 2019 y Documento de trabajo, 2020), cuya prioridad es saber poner en el centro a la persona”.
Y a continuación evoca algunos principios fundamentales para una educación de inspiración católica.
En primer lugar, el derecho a la educación, pues nadie debe ser excluido, teniendo en cuenta que todavía hay tantos niños y jóvenes sin acceso a la educación en tantos lugares del mundo, sufriendo por la opresión, la guerra y violencia.
Por eso exhorta Francisco a los congresistas (el día final fueron unos 1200 educadores de todo el país, reunidos en Madrid), para que trabajen ante todo por las necesidades de España, pero sin olvidar a nadie.
“Sed sensibles a las nuevas exclusiones que genera la cultura del descarte. Y no perdáis nunca de vista que la generación de relaciones de justicia entre los pueblos, la capacidad de solidaridad con los necesitados, y el cuidado de la casa común pasarán por el corazón, la mente y las manos de quienes hoy son educados”.
En tercer lugar, subraya que “lo propio de la educación católica en todos los ámbitos es la verdadera humanización, una humanización que brota de la fe y que genera cultura”.
Esto se apoya en la realidad de que Cristo vive y está entre nosotros: “Cristo habita siempre en medio de nuestras casas, habla nuestra lengua, acompaña a nuestras familias y a nuestro pueblo”.
Finalmente, agradeció el compromiso de tantas personas en favor de la educación católica en España que, a la vez, contribuyen a la identidad cultural de nuestra sociedad; teniendo en cuenta que “la educación es una labor coral, que pide siempre colaboración y trabajo en red”, amistad social, cultura del encuentro y artesanía de la paz.
Hombre-mujer, imagen de Dios
En el contexto de un discurso al Congreso “Hombre-mujer imagen de Dios. Para una antropología de las vocaciones” (1-III-2024), Francisco se pronunció sobre la “fealdad” de la ideología de género, en cuanto que tiende a anular la diferencias entre varones y mujeres y, por tanto, a cancelar la humanidad.
Ante todo, señaló, es preciso redescubrir que “el camino del ser humano es vocación”, porque el hombre mismo es vocación. “Cada uno de nosotros se descubre y expresa a sí mismo como llamado, como llamada, como persona que se realiza en la escucha y en la respuesta, compartiendo el propio ser y los propios dones con los otros por el bien común”.
Esto se refleja en nuestra conducta: “Este descubrimiento nos hace salir del aislamiento de un yo autorreferencial y nos hace mirarnos a nosotros mismos como a una identidad en relación: yo existo y vivo en relación con quien me ha engendrado, con la realidad que me trasciende, con los otros y el mundo que me circunda, respecto al cual estoy llamado a abrazar con alegría y responsabilidad una misión específica y personal”.
El Papa explicó que hoy se tiende a olvidar esta realidad, reduciendo la persona a sus necesidades materiales o sus exigencias primarias, como si fuese un objeto sin conciencia ni voluntad, arrastrado por la vida como parte de un engranaje mecánico.
“En cambio –observó– el hombre y la mujer son creados por Dios y son imagen del creador; es decir, llevan dentro un deseo de eternidad y de felicidad que Dios mismo ha sembrado en su corazón y están llamados a realizar a través de una vocación específica”. Se trata de una tensión interior que no debemos apagar, pues estamos llamados a la felicidad.
Una vocación al “nosotros”
Esto tiene importantes consecuencias: “La vida de cada uno de nosotros, sin excluir ninguno, no es un accidente del camino; nuestro estar en el mundo no es un mero fruto de la casualidad, sino que formamos parte de un designio de amor y estamos invitados a salir de nosotros mismos y a realizarlo, para nosotros y para los demás”.
Precisó el sucesor de Pedro que con esto no se trata de una tarea externa a nuestra vida, sino de “una dimensión que envuelve nuestra misma naturaleza, la estructura de nuestro ser hombre-mujer a imagen y semejanza de Dios”.
E insistió: “No solo se nos ha confiado una misión, sino que cada una y cada uno de nosotros es una misión”. Retomó aquí unas palabras dichas anteriormente: “Yo soy siempre una misión; tú eres siempre una misión; todo bautizado y bautizada es una misión. Quien ama se pone en movimiento, sale de sí mismo, es atraído y atrae, se da al otro y teje relaciones que generan vida. Para el amor de Dios nadie es inútil e insignificante” (Jornada mundial de las misiones, 2019).
Evocó, a este propósito, las iluminadoras palabras del santo cardenal Newman: “Yo he sido creado para hacer y para ser alguien para lo que ningún otro ha sido creado. (…) Tengo mi propia misión. De algún modo soy necesario para sus intenciones”. Y también: “[Dios] no me ha creado inútilmente. Haré el bien, haré su trabajo. Seré un ángel de paz, un predicador de la verdad en el lugar que él me ha señalado e incluso aunque yo no lo sepa, para que siga sus mandamientos y lo sirva en mi vocación” (Meditazioni e preghiere, Milano 2002, 38-39).
Francisco señaló la necesidad e importancia de profundizar en estos temas, para difundir “la conciencia de la vocación a la que todo ser humano está llamado por Dios, en los diversos estados de vida y gracias a sus múltiples carismas”. También para interrogarse sobre los desafíos actuales en relación con la crisis antropológica y la necesaria promoción de las vocaciones humanas y cristianas.
La importancia, a este respecto, de desarrollar “una circularidad, cada vez más eficaz entre las diversas vocaciones, de modo que las obras que fluyen del estado de vida laical al servicio de la sociedad y de la Iglesia, junto con el don del ministerio ordenado y de la vida consagrada, puedan contribuir a generar la esperanza en un mundo sobre el cual se ciernen pesadas experiencias de muerte”.
Tres temas en el horizonte del jubileo de 2025
Finalmente, cabe destacar el discurso del Papa al dicasterio para la evangelización (15-III-2024), en relación con la preparación del Jubileo de 2025.
Al trazar el marco de los desafíos contemporáneos, subrayó el secularismo (vivir como si Dios no existiera) de las últimas décadas, la pérdida del sentido de pertenencia en la comunidad cristiana y la indiferencia respecto a la fe. Estos desafíos necesitan respuestas adecuadas, teniendo también en cuenta la cultura digital en que nos encontramos: saber situar lo legítimo de la hoy tan reclamada autonomía de la persona, pero no al margen de Dios.
Tras esta introducción el Papa señaló tres temas importantes en este momento y cara al jubileo del 2025.
La transmisión de la fe
En primer lugar, la ruptura en la transmisión de la fe. A este propósito apuntó la urgencia de recuperar la relación con las familias y los centros de formación. Y señaló que la fe se transmite sobre todo con el testimonio de la vida. Un testimonio que tiene un centro: “La fe en el Señor resucitado, que es el corazón de la evangelización, para ser transmitida pide una experiencia significativa, vivida en familia y en la comunidad cristiana como encuentro con Jesucristo que cambia la vida”.
En este marco subrayó la importancia de la catequesis. También en este contexto puso de relieve el ministerio del catequista, sobre todo en el ámbito de los jóvenes, al servicio de la evangelización.
Una tercera llamada de atención en el mismo marco, la dirigió el Papa al Catecismo de la Iglesia Católica, referencia fundamental para la educación de la fe. “En este sentido os animo a encontrar las formas para que el Catecismo de la Iglesia Católica pueda seguir siendo conocido, estudiado, valorado, de modo que de él se extraigan las respuestas a las nuevas exigencias que se manifiestan con el paso de los decenios”.
La espiritualidad de la misericordia
Segundo tema: la misericordia, como “contenido fundamental de la obra de la evangelización” que hemos de hacer circular por las venas del cuerpo de la Iglesia. “Dios es misericordia”, como anunció ya san Juan Pablo II al inicio del tercer milenio.
En relación con la misericordia, apuntó Francisco el papel de la pastoral de lossantuarios y tambiénel de los misioneros de la misericordia, como testigos de esa misericordia divina en el sacramento de la Confesión de los pecados. “Cuando la evangelización se realiza con la unción y el estilo de la misericordia, encuentra mayor escucha, y el corazón se abre con más disponibilidad para la conversión”.
La fuerza de la esperanza
Por último, se refirió el obispo de Roma a la preparación para el jubileo ordinario de 2025 bajo el signo de la fuerza de la esperanza, y anunció que dentro de pocas semanas se publicará la carta apostólica para su lanzamiento. Ocupará un lugar central la esperanza, como virtud “más pequeña” que parece llevada por sus dos hermanas, la Fe y la Caridad, pero también es ella la que las sustenta (Francisco suele evocar este pasaje de las obras de Paul Claudel en El Pórtico del misterio de la segunda virtud, en 1911).