Gerardo Castillo Ceballos,, Profesor emérito de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra.
El crepúsculo de los héroes
En la época actual los héroes históricos están siendo cada vez más olvidados; además, apenas se fomenta que surjan otros nuevos. Un síntoma muy significativo es la disminución de las publicaciones de literatura heroica. Tras "El crepúsculo de las ideologías", (F. Fernández de la Mora, 1965), cabe hablar hoy de "El crepúsculo de los héroes", en la misma acepción de decadencia.
Vivimos en una sociedad con orfandad de héroes, en la que el heroísmo está dejando de ser un valor y una referencia para una vida lograda. La figura del héroe de carne y hueso está siendo sustituida por los banales «héroes» de ficción de las películas de dibujos animados y de los cómics, creados artificialmente para el simple entretenimiento.
Thomas Carlyle se lamenta de la desaparición del culto a los héroes: «La nuestra es una sociedad que niega la existencia de los grandes hombres, y ni siquiera aspira a que los haya». Por eso conviene recordar que la sociedad se fundó sobre el culto a los héroes. La verdadera historia del mundo es la biografía de los grandes hombres y mujeres; con su ejemplo de sacrificio y auto-superación nos invitan a crecernos ante las dificultades y a elevarnos sobre la medianía.
Muchos héroes lo fueron a pesar de salir de la nada (o, probablemente, por haber salido de la nada). Un buen ejemplo es la niña prodigio rumana Nadia Comaneci, que nació hace 50 años en una aldea perdida de los Cárpatos y que llegaría a ser considerada como la mejor gimnasta de la historia. Con tan solo 14 años, 1,50 de estatura y 40 kilos de peso, fue la reina de los Juegos Olímpicos de Montreal en 1976. Su gran actuación en las barras asimétricas desconcertó a los marcadores electrónicos de las puntuaciones, al no estar preparados para la puntuación de 10. En su regreso a Rumanía fue recibida como una heroína.
Para Ken Robinson, los héroes «nos inspiran y nos llevan a maravillarnos de los prodigios del potencial humano. Nos abren los ojos a nuevas posibilidades y avivan nuestras aspiraciones. Puede que incluso nos empujen a seguir su ejemplo, haciendo que pasemos a dedicarnos al servicio público, a la exploración, a romper barreras o reducir las injusticias. De esta forma, estos héroes desempeñan una función parecida a la de los mentores».
El olvido de los héroes está ocasionando un vacío interior en quienes se encuentran en la edad de los grandes ideales (los jóvenes). Ello provoca un descenso en su nivel de aspiración, dejando así abierto el camino para conformarse con los antihéroes que están de moda. Por el contrario, la lectura de biografías de grandes héroes suele suscitar admiración por su rebeldía positiva en función de valores y porque interpelan a la sociedad conformista. Los mismos adolescentes que se aburren oyendo charlas teóricas sobre virtudes humanas, suelen emocionarse cuando descubren esas virtudes encarnadas en algún héroe.
El profesor Lorda subraya que el cumplimento del deber en situaciones de extrema dificultad tiene un valor ejemplarizante que es decisivo en la educación de los jóvenes:
«Hay circunstancias en la vida donde la dignidad humana puede exigir grandes sacrificios; es decir, heroísmo. A veces, el deber nos lleva a afrontar el dolor y la muerte antes que ceder a lo que es indigno de un hombre. (…) La historia de todas las culturas está llena de gestos ejemplares de hombres que han sabido sacrificar lo personal ante deberes que consideraban más altos: por el bien de su patria, por el amor de sus padres, de su cónyuge o de sus hijos, por amistad. (…) Son hechos admirables que despiertan el deseo de imitarlos. Han servido en todas las culturas como pautas para la educación de la juventud.»
Los héroes suelen forjarse en la adversidad, creciéndose ante dificultades-reto que les invitan a dar lo mejor de sí mismos. García de Leániz, afirma que «deben dejarse hacer por la hostilidad», y pone como ejemplo a muchos hombres anónimos que en la primera Guerra Mundial se revelaron en el frente como grandes soldados: «La adversidad máxima del campo de batalla estimulaba un fondo de heroísmo que ellos mismos desconocían. Eran héroes sorprendidos de su heroísmo»
No sería realista pedir a todos los jóvenes que aspiren a ser protagonistas de grandes hazañas, pero sí que valoren e intenten imitar el silencioso heroísmo cotidiano de muchas personas en su vida ordinaria, que cuidan hasta los detalles más pequeños de sus deberes familiares y profesionales. Los jóvenes deben saber a tiempo que la juventud no se creó esencialmente para la diversión, sino para el heroísmo. Por eso Eugenio D´Ors invitaba a los jóvenes de su tiempo al heroísmo en cualquier oficio y aprendizaje.