Alberto Fernández Terricabras, Profesor del IESE, Universidad de Navarra
Tranquilo, paga la empresa
Mucho se ha hablado y se hablará sobre los elevados gastos del F.C. Barcelona y sobre su necesidad. Es cierto que algunos pueden estar justificados por su relación con la generación de ingresos o con los resultados deportivos. Es el caso de las primas a los jugadores. Para otros gastos, como los relacionados con la contratación de detectives, hay poca justificación. Y en algunos es cuestión de mesura. Nadie discute la necesidad de un gasto de catering en el palco, pero ¿cuál es la cantidad adecuada?
Es habitual, aunque no justificable, que nos comportemos de forma más laxa cuando paga la empresa que cuando lo hacemos nosotros. Recuerdo que, en una ocasión, cuando le dije a un amigo que me llamase por el interfono al llegar a mi casa, me dijo que lo haría desde el móvil cuando estuviese cerca. «Tranquilo, ¡paga la empresa!», espetó. Y sin remordimiento de conciencia.
Gastos en restaurantes y hoteles, llamadas desde el trabajo, dejar el ordenador o las luces encendidas, hacer esperar a los taxis, coger vuelos caros sin buscar alternativas más baratas, y un largo etcétera. ¿Qué más da? ¡Paga la empresa!
¿Por qué nos comportamos así? Seguramente por causas diversas. Habrá quien considere que no está bien pagado y que se cobra un sobre sueldo al que tiene derecho; otros pensarán que como hay compañeros que lo hacen, ellos también; que el gasto es insignificante dentro del total de gastos de la organización; y muchos, estoy seguro, que ni se dan cuenta del abuso y falta de honestidad que ello significa. Es bueno desarrollar una cultura de austeridad en las empresas. La austeridad comienza desde el yo, desde uno mismo, porque si no hemos aprendido a vivir austeramente no sabremos ni podremos aplicar esa cultura para la que es vital predicar con el ejemplo. Algunas empresas han despedido a trabajadores, por ejemplo, por cometer excesos gastronómicos a cargo de la empresa, lo cual, me parece muy bien. Recuerdo, por el contrario, el caso de una empresa que prohibió viajar en primera clase; sin embargo, el director general lo seguía haciendo.
También ayudará crear políticas de gastos y un buen seguimiento de los mismos. Hay directivos que no saben siquiera lo que representan ciertos gastos aun siendo importantes para su organización.
Hay que analizar los datos y dedicar tiempo a establecer medidas para su reducción. Algunas relacionadas con la negociación con proveedores, otras con mejoras organizativas o técnicas pero, una gran cantidad, con las actitudes individuales y la cultura que sepamos crear.
La frontera entre la austeridad y la tacañería suele ser clara. No se trata de no gastar sino de gastar lo necesario sin caer en excesos. Si hay una razón para viajar en primera o ir a un hotel de lujo, hágase, pero debiera ser la excepción, no la regla. Y como trabajador, ¿cómo puede usted saber lo que es un gasto razonable? Muy sencillo: piense en si haría lo mismo si tuviese que pagarlo usted. Si uno se comporta con la empresa como se comportaría consigo mismo, no se equivocará.