03/12/2024
Publicado en
Diario de Navarra y Diario Montañés
Olga Lizasoain |
Profesora de la Facultad de Educación y Psicología
El 3 de diciembre se celebra el Día Internacional de las Personas con Discapacidad con el objetivo, entre otros, de promover su derecho y bienestar, fomentando a su vez una sociedad más inclusiva. En esta línea son muchos los esfuerzos que los profesionales de la educación realizan cada día para que el reto que implica la inclusión escolar de los alumnos con necesidades especiales sea una realidad. Por ello, este tres de diciembre es una gran ocasión para romper una lanza por los profesores que atienden a los alumnos con discapacidad en los colegios ordinarios.
Junto a los alumnos con discapacidad, hay que añadir numerosos trastornos que, en un número cada vez más elevado, encontramos dentro de las aulas escolares: déficit de atención e hiperactividad; aprendizaje procedimental no verbal; espectro autista; dificultades específicas de aprendizaje; de lenguaje; trastornos de la conducta alimentaria y otros problemas de salud mental. Toda esta diversidad convierte en muy compleja e incluso en sobrehumana la labor del profesorado pues se evidencia que un solo profesor, con los recursos que el sistema educativo pone a su servicio, no logre dar repuesta en el aula a las necesidades de todos estos alumnos. Si hablamos, por ejemplo, de los profesores de pedagogía terapéutica, que son los profesionales que el sistema educativo tiene destinados para el alumnado con discapacidad, es algo más que ilustrativo comentar que la cantidad de estos especialistas por alumno está en torno a media hora semanal.
Así, la causa de que la atención a los alumnos con discapacidad no cumpla con los estándares de calidad que en muchas ocasiones las familias esperan no puede ni debe atribuirse sólo a la falta de implicación del profesorado, y mucho menos a su falta de formación. Imaginemos que un médico tuviera que atender a un paciente con problemas de riñón, a otro de corazón y a otro con dermatitis, no de manera consecutiva sino simultáneamente. Impensable, ¿no? Pues al profesor se le está pidiendo esta súper capacidad.
Que la educación inclusiva es un derecho de todos los alumnos no tiene discusión. Los desencuentros surgen al tratar de hacer efectivo este derecho. La exclusión de los alumnos con discapacidad en los centros ordinarios se da cuando se menosprecia la labor del profesorado, cuando no hay suficientes recursos y, sobre todo, cuando el alumno con discapacidad no es reconocido por los otros como igual, siendo el diferente y sin amigos para jugar, interactuar o relacionarse. Un 32,7% del alumnado con discapacidad se siente aislado, rechazado o excluido por el resto de sus compañeros en la escuela ordinaria. En esta línea aparece la problemática del bullying o del acoso escolar asociado a la discapacidad. Cerca del 80% de las personas con discapacidad aseguran haber sufrido bullying a lo largo de la etapa escolar. Un 92,9% lo refieren en colegios ordinarios frente al 2,6% de acoso en colegios de educación especial. Las familias que tienen hijos con discapacidad necesitan apoyo y respuestas constantes ante las implicaciones e incertidumbre que supone la escolarización de un hijo con discapacidad. Porque si no, surgen los desencuentros con el colegio y la desconfianza con sus profesionales que no hacen sino añadir ansiedad a la que ya de por sí supone, por ejemplo, el cambio de curso, el cambio de etapa, de centro educativo y, de manera especial, el final de la escolaridad obligatoria.
Sobre pautas o propuestas para el profesorado de colegios ordinarios con el objetivo de lograr una escuela más inclusiva, una atención más efectiva y de calidad en relación a los alumnos con discapacidad, podemos hacer referencia a aspectos básicos tales como fomentar la sensibilización hacia las diferencias; potenciar una visión de la discapacidad más positiva, evitar la actitud de huida, animarle a trabajar en equipo y a buscar ayuda en otros profesionales; procurar su formación continua en metodologías concretas y recursos específicos, y junto a esto aumentar de manera significativa los recursos personales y disminuir la ratio profesor alumno.
Antes de terminar estas líneas quiero destacar también que este día internacional de las personas con discapacidad puede ser una estupenda ocasión para desterrar del vocabulario el término discapacitado, porque cuando lo utilizamos, con una sola palabra, los discapacitamos por completo y para todo. La inclusión no solo se basa en las actitudes sino también en el lenguaje. Al cuidar nuestro vocabulario fomentamos una cultura de respeto y aceptación. Digamos entonces personas con discapacidad, lo que enfatiza su singularidad por encima de su condición. ¡Oh sorpresa!, comentaba a este respecto un alumno con síndrome de Down, la novedad que te quiero transmitir con esto es que somos personas. Sí, personas. ¿Acaso esto te extraña?