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Álvaro Ferrary, Profesor de Historia Contemporánea.

El último gran acto de servicio a la patria

mié, 04 jun 2014 09:49:00 +0000 Publicado en Diario de Navarra, Sur, Las Provincias, La voz de Avilés, La Rioja, Ideal de Jaén, Ideal de Granada, Hoy de Extremadura, El Norte de Castilla, El Diario Montañés, El Comercio, La Verdad de Cartagena y Diari de Tarragona

Cuando los rumores de un final de reinado -un final necesario, según no pocos analistas daba la impresión de comenzar a acallarse, cuando el Monarca, al parecer desoyendo esas voces, empezaba a dar síntomas crecientes de recuperación de los problemas de salud que le habían venido asediando en los últimos años, e incluso reiniciaba una intensa actividad internacional, sobreviene el repentino e inesperado anuncio del lunes, 2 de junio de 2014. Una fecha con un lugar ya reservado en nuestra historia.

La decisión de abdicación del rey Juan Carlos, cabía suponerlo y así ha sido confirmado, nada tiene de improvisada. Con la aún escasa perspectiva de tiempo que se dispone para ensayar análisis en profundidad de lo acontecido, se puede reconstruir una secuencia explicativa de los hechos, y establecer entre ellos unas relaciones de causalidad, más o menos firmes. Para elaborar dicha secuencia parece forzado retrotraernos a los años 2008-2009, cuando, en medio de un contexto político-social cada vez más afectado por la crisis, la popularidad de don Juan Carlos, hasta entonces sólida y estable, siempre situada en unos niveles de aceptación de un 7,5 sobre 10, comenzaron a experimentar una caída vertiginosa, hasta llegar a situarse en un apenas 3 sobre 10. Los factores de este imparable descenso han sido variados, y se superponen entre sí: la desafección general extendida en el país hacia una clase política y unas instituciones acusadas de inmovilistas e inoperantes, acusaciones agravadas por los incesantes escándalos de corrupción; el desprestigio causado a la Corona por los escándalos del caso Urdangarín, así como por la imputación en el mismo de la Infanta doña Cristina; la falta de reflejos mostrada por la Casa Real en su política de información, incapaz siempre de evitar moverse a destiempo, cuando no de hacerlo de manera algo errática.


Si Don Juan Carlos, muy condicionado en los primeros años de su reinado, por la gran mácula de su ilegitimidad de origen, supo ganarse el apoyo de todas las fuerzas de la oposición democrática al franquismo -desde los comunistas hasta los jóvenes reformistas del régimen-, gracias a su irreprochable actuación institucional, se podría afirmar, como ha señalado Santos Juliá en un reciente artículo, que esa misma dinámica, aunque esta vez en sentido contrario, es la que se sitúa en la base del fuerte desapego que se ha venido generalizando en torno a su figura. El incidente de Bostwana bien pudiera tenerse como todo un epítome de lo dicho.
Posiblemente, en su decisión de abdicar en favor del Príncipe hallemos el último gran acto de servicio a España y a la democracia española del rey Juan Carlos, de modo que, en lo que puede llegar a considerarse como la última actuación de su reinado, no ha habido sino un reenlace con la brillante trayectoria realizada por el titular de la Corona hasta los años finales de la pasada década. Es precisamente por esa trayectoria, no por lo ocurrido en los últimos años, como en justicia debe ser juzgado el papel fundamental representado por Juan Carlos I en la historia reciente de España.