Matías Ávila y Carmen Berasain, director y subdirectora del Programa de Hepatología del CIMA
Autofagia y 'reciclaje' celular
El premio Nobel en Fisiología y Medicina de este año ha recaído en el científico japonés Yoshinori Ohsumi por su descubrimiento, en los años 90, de los mecanismos implicados en el desarrollo de la autofagia celular. El término autofagia hace referencia a la capacidad de las células de “comerse a sí mismas” y tiene relación con el “reciclaje” de los componentes celulares y la capacidad de adaptación de las células a situaciones tales como el ayuno o las infecciones. Nuestras células constituyen verdaderas factorías, y su supervivencia y correcto funcionamiento dependen de un aporte de energía continuo y del correcto funcionamiento de una multitud de estructuras celulares.
En ese sentido las células han desarrollado diferentes mecanismos de protección y uno de esos mecanismos es la autofagia. En situaciones de carencia de energía la célula es capaz de activar la autofagia, para mediante la degradación de componentes celulares restaurar los niveles de energía que le permitan sobrevivir. Las células son también capaces de activar la autofagia en respuesta a señales de estrés, para eliminar virus o bacterias que las infectan o para “deshacerse” de proteínas o componentes celulares defectuosos.
El trabajo de Ohsumi realizado en células de levadura ha permitido identificar los genes y proteínas implicados en el correcto desarrollo de esta función celular, que requiere una correcta concatenación de eventos que incluyen desde “sentir” el estrés, hasta englobar en vacuolas componentes celulares y degradarlos. Estos mecanismos deben regularse con gran precisión, dado que alteraciones de la autofagia, tanto por defecto como por exceso, pueden estar en el origen y la progresión de muchas patologías.
Gracias a los trabajos de Ohsumi, en la actualidad se sabe que mutaciones o alteraciones en genes que regulan la autofagia están implicadas en el desarrollo de enfermedades tan diferentes como por ejemplo las enfermedades inflamatorias, intestinales o el cáncer. Este conocimiento permitirá en el futuro diseñar terapias más eficaces frente a patologías que actualmente son difíciles de tratar, como por ejemplo, la cirrosis hepática y los tumores que se desarrollan en el hígado, unas enfermedades hepáticas que afectan a cerca de 29 millones de personas en la Unión Europea y que investigamos activamente en el CIMA.
Al conceder este premio la Asamblea Nobel del Instituto Karolinska reconoce una vez más la gran importancia de la investigación fundamental, la que no está directamente guiada por la generación de beneficios económicos inmediatos, y que a la postre es la que casi siempre proporciona avances que mejoran la calidad de vida del ser humano.