Martín Santiváñez, Investigador del Navarra Center for International Development, Universidad de Navarra
Entre Ariel y Calibán
La consolidación política del socialismo del siglo XXI ha potenciado de manera consciente la vieja lucha entre Ariel y Calibán. El novecientos latino estuvo marcado por esta fractura descrita en la obra del uruguayo José Enrique Rodó, un autor que se inspiró en la "La tempestad" de Shakespeare. Para el arielismo, Latinoamérica encarna el ideal superior, el espíritu alado, la victoria de la cultura sobre el pragmatismo. Ariel es libertad y justicia, auctoritas e ilustración. Por el contrario, Calibán, un engendro maligno, representa el realismo descarnado, el imperialismo tecnocrático, la voluntad de poder. En suma, el triunfo absoluto de los bajos instintos de la materia y el capital.
La cultura política latina ha sido moldeada por este pensamiento maniqueo. Cada cierto tiempo el antiimperialismo emerge como válvula de escape. La creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) también responde, en cierta medida, a esta voluntad de confrontación. Ahora bien, los Estados Unidos, desde antes de la administración Obama, se encuentran absortos con su frente interno. De hecho, durante años, los gobiernos aliados de Washington han reclamado una mayor atención en los asuntos latinos. Hoy, la respuesta a esta ausencia estratégica se materializa en la partida de bautismo de un nuevo bloque regional.
La CEALC nace en oposición a la gran apuesta continental que en su tiempo fue la Organización de los Estados Americanos. La OEA no es, como afirman sus críticos, una creación del imperialismo unilateral estadounidense. Por el contrario, en un clima de voluntarismo colectivo y sincero afán panamericano, alcanzó forma y contenido. La crisis de la que es víctima aqueja a la totalidad de los organismos que actúan como foros políticos. Incluso la ONU atraviesa una etapa de cuestionamientos y contradicciones. Este contexto favorece la creación de nuevas iniciativas. Sin embargo, basarlas en un clivaje nocivo para la unidad continental desvirtúa su rol integrador. Además, conviene a ciertos bloques ideológicos construir frentes externos que distraigan a la opinión pública de los auténticos problemas que aquejan a Latinoamérica.
No nos engañemos. Para la región, Estados Unidos no es un enemigo real. Así lo indica el Latinobarómetro de 2011 en el que, después de Brasil, EEUU continúa siendo percibido como un Estado líder, especialmente reconocido por México y Centroamérica. Además, es considerado de manera positiva (72%) y continúa siendo un "país modelo a seguir" (26%), por encima de España (19%) e incluso Brasil (11%). Al parecer, los latinoamericanos no odian tanto a Calibán.
Los arielistas eran conscientes de los problemas de una integración mega-regional. Y apostaron por los procesos subregionales, en los que primasen lazos históricos y económicos. Sólo al final del camino se vislumbraba el sueño bolivariano. La CEALC empieza la casa por los tejados, ya que en el plano real, Perú, Colombia y Chile mantendrán su estrategia unilateral aunque compartan con el resto de países las declaraciones de hermandad política. Brasil, un hegemón vacilante, desde hace décadas navega en pos de su propio objetivo geopolítico: consolidar la plataforma sudamericana. No olvidemos que, al día de hoy, UNASUR continúa siendo una dulce ensoñación.
El enemigo no es la OEA. Tampoco los Estados Unidos. La quinta columna milita entre nosotros y está formada por la pobreza, la desigualdad y la asfixiante corrupción. He allí el auténtico Calibán que Latinoamérica tiene que derrotar.