05/02/2024
Publicado en
El País
Ana Marta González |
Catedrática de Filosofía. Directora del Departamento de Filosofía. Universidad de Navarra
El día 4 de febrero falleció Rafael Alvira, catedrático emérito del Departamento de Filosofía de la Universidad de Navarra. Doctor en Filosofía con premio extraordinario por la Universidad Complutense, donde fue profesor titular de Fundamentos de Filosofía, obtuvo su cátedra en la Universidad de La Laguna en 1979, y se vinculó establemente a la Universidad de Navarra desde 1980, donde además de su docencia en la Facultad de Filosofía y Letras, desempeñó diferentes cargos –Decano de la Facultad de Filosofía, e impulsó numerosas iniciativas –entre las que destaca el Instituto Empresa y Humanismo—. No hace muchos meses recibió un último doctorado Honoris Causa por la Universidad de Montevideo. Su categoría humana y su labor docente, al servicio de la formación de generaciones de filósofos –las tesis que ha dirigido se cuentan por decenas— dejan una huella imborrable en el Departamento y en todos los que le han conocido.
“Escribir en las almas” fue el título escogido para el libro que se le entregó con motivo de su jubilación, en el que se reunían las contribuciones de numerosísimos colegas y discípulos de todo el mundo, unidos todos por su amistad o su magisterio. Era difícil diferenciar ambas cosas en el caso del profesor Alvira, quien no ocultaba su predilección por Platón: la filosofía se hace en un contexto dialógico y de amistad, imitando el ejemplo de Sócrates, sin por eso olvidar las reglas de la retórica: maestro en el arte de la palabra, era principalmente mediante la conversación, en la que se implica la totalidad de la persona, como ejercía su magisterio.
Escribía lo justo para aclarar conceptos, siempre resaltando aspectos descuidados, siempre tocando temas centrales para la vida, pues era así como entendía la filosofía: no sólo como un ejercicio académico, sino como una forma de vida. Los títulos de algunos de sus libros dan fe de ello: La razón de ser hombre. Ensayo acerca de la justificación del ser humano (1998), El lugar al que se vuelve. Reflexiones sobre la familia (1998), Filosofía de la vida cotidiana (1999). Cuando hablaba de todo ello, en especial de la familia, lo hacía desde su propia experiencia, reflexionada desde su oficio de filósofo, y entonces desvelaba y aclaraba elementos centrales de esa experiencia, de un modo que abría horizontes para todos. Heredero del estilo educativo inaugurado por su padre, despertaba en sus alumnos el deseo de saber y profundizar por sí mismos en las cuestiones que exponía en clase.
Desde el comienzo de su carrera académica se interesó por la libertad y la voluntad. En general, consideraba que la tradición filosófica occidental no se había desprendido de cierto sesgo intelectualista, que le impedía apreciar en su justa medida la importancia del deseo y la voluntad en la vida humana. Esto permite entender también que, además de explorar las tradiciones de pensamiento que han dado más realce a la voluntad, pusiera su vasto conocimiento de la historia de la filosofía principalmente al servicio de temas de filosofía práctica, impulsando una línea de investigación sobre “participación y sociedad civil” de la que surgieron numerosas publicaciones.
Tras la jubilación, siguió recibiendo numerosas invitaciones para dictar conferencias. Afectado por el Covid, tuvo que renunciar a los viajes, pero siguió filosóficamente activo, participando online en diversos seminarios, y siguiendo la actividad del Departamento. Amante de la música, concebía la filosofía, al modo del Sócrates que protagoniza el diálogo Fedón, como una forma de música, pero, con más claridad que Sócrates en ese lugar, sabía que no era esa clase de música la que mejor disponía para la muerte. Si Sócrates se vio movido en esos últimos momentos a tocar música ritual, a Rafael Alvira le acompañó durante toda su vida la música de la fe, que confería a su trato, siempre exquisito, una cualidad indefinible. Sus últimas horas ya en la clínica donde estaba ingresado, estuvieron marcadas por un sentido del humor muy propiamente suyo, y que representa una síntesis personalísima de sus extraordinarias cualidades humanas y la fe cristiana. Rafael Alvira representa una original combinación de cultura filosófica, integridad moral y cortesía humana difícilmente repetible. D.E.P.