J.R. Pin Arboledas, Profesor del IESE, Universidad de Navarra
Penélope y los sindicatos
Escribí el jueves pasado que el Viernes de Dolores de la EPA se compensaría esta semana a efectos gubernamentales. Así ha sido. Las cifras de paro registrado en los Servicios Públicos de Empleo (SPE) son un respiro. Ayer fue miércoles de Esperanza Laboral: 64.309 parados registrados menos que en marzo, más optimistas que en abril de 2009, cuando los parados aumentaron en 39.478 personas. Pero también avisaba que no era para echar cohetes.
Muchos nuevos contratos son del sector servicios, el 75 por ciento son temporales y se deben al turismo. De manera que, en octubre, al finalizar su vigencia, sus firmantes volverán al registro de desempleados de los SPE (antes Inem). El dato mensual puede ser aprovechado por el Gobierno para anunciar una mejoría, aunque sea temporal y precarice el empleo. Sea bienvenido, pero es estructuralmente estacional.
Mientras el Gobierno no tome medidas, no puede decir que no genera paro y sí lo combate. Lo genera porque no reaccionó a tiempo; no lo combate porque está atrapado en la tela de la araña del déficit y la deuda pública.
Por eso, deja alargar las negociaciones entre sindicatos y patronal. Negociaciones que se parecen a los trabajos de Penélope, que destejía de la noche lo que tejía de día. Todo esperando que volviera a Ítaca su esposo Ulises de correrías con sirenas y otros seres mitológicos por el Mediterráneo ¿Qué esperan los sindicatos? ¿Quién es su Ulises? ¿Dónde está y con quién se relaciona?
Dice Méndez, de UGT, que ahora las correrías son virtuales; que ya no se manifiesta físicamente uno ni en la fiesta del trabajo; la gente chatea o tuitea en las redes sociales. El ciudadano (Ulises) anda entretenido con los cantos de sirena de Internet y encerrado en la caverna de su Polifemo, aquel gigante de un solo ojo que ahora se llama fútbol.
Por eso, los sindicatos tejen y destejen la reforma laboral a ver si la casualidad les devuelve la confianza de su Ulises-trabajador que ahora busca otra Penélope. Las fidelidades hay que ganárselas.