Sandalio Gómez López-Egea, Profesor del IESE de la Universidad de Navarra
Una brizna de esperanza
Cada mes se presenta la oportunidad de conocer los datos del paro que facilita el antiguo Inem y se renueva el deseo de encontrar en ellos una brizna de esperanza que devuelva el buen ánimo y unas perspectivas de mejora en el futuro inmediato. Por esa razón hay que ser lo más objetivos posible y realizar un análisis riguroso de los datos clave, tanto en su valor absoluto, como en la evolución que sufren. ¿Se puede ser optimista de verdad?
Veamos: el número de personas que están en las listas del paro se ha reducido en casi 100.000 y las altas de los cotizantes a la Seguridad Social han aumentado en 130.000. Son datos buenos en sí mismos, pero aún mejores por lo inesperados. Es verdad que el mes de mayo es un mes tradicional de creación de empleo, dado el inicio de la temporada de verano, y que el mayor porcentaje se debe a los contratos eventuales por necesidades de la producción. Ahora bien, también es verdad que la cifra supera de manera amplia las expectativas más optimistas. Un análisis más detallado permite observar que es el tercer mes en que disminuye el número de parados. Hay que tener en cuenta que la situación en conjunto de la economía no da para muchos optimismos, con un crecimiento negativo del PIB, con la reestructuración del sector público, que por primera vez en el 2012 ha generado desempleo, con la reestructuración del sector bancario no se puede ser optimista a corto plazo, en lo referente a la generación de empleo. Es más, se consideraría un verdadero milagro el generar empleo de manera consistente en esas condiciones. Con esa situación de telón de fondo, sólo los mecanismos ocultos para el economista, es decir, el comportamiento espontáneo de los ciudadanos, tanto de los consumidores como de los inversores, haga posible lo imposible y vuelvan a dejar en mal lugar los pronósticos. El carácter estacional de los datos de mayo tendrá su contrapunto en el mes de octubre y entonces se podrá constatar si se mantienen los datos estructurales que se apuntan en estos primeros meses del año.
Las expectativas de mejora generan por sí mismas, en la medida que sean mínimamente realistas, que se produzcan y ahí entran para certificarlo, el número de nuevos empresarios, ahora llamados emprendedores, quizás porque suena mejor, el número de autónomos, el crecimiento del porcentaje de contratos indefinidos en el último año, los contratos de emprendedores, el crecimiento lento pero continuado de los contratos de jóvenes, la flexibilidad interna de las empresas, el incremento de los contratos a tiempo parcial, etcétera, que configuran un panorama moderadamente optimista, en gran medida gracias a la reforma laboral.
No se pueden lanzar las campanas al vuelo, pero hay algo en el clima, que hace pensar en un cambio de ciclo, siguiendo un símil deportivo. Cambio que hay que certificar con el comportamiento y las decisiones de los ciudadanos, los auténticos protagonistas de la realidad económica. Hay que mantener la esperanza en los ciudadanos, en los agentes sociales y en la actitud decidida del Gobierno, con transparencia y ejemplaridad en su comportamiento, para revertir con el esfuerzo necesario de todos, la crisis económica y en consecuencia, la generación sostenida del empleo.