05/06/2024
Publicado en
Diario de Navarra
Gabriel Insausti |
Profesor de Literatura Contemporánea
Pensar en la rumana Ana Blandiana, pseudónimo de Otilia Valeria Coman (1942), reciente Premio Princesa de Asturias de las Letras, es pensar en el traumático siglo XX y en el Este: hija de un sacerdote ortodoxo encarcelado por la dictadura comunista, censurada y prohibida ella misma por el régimen de Ceaucescu, Blandiana pertenece a esa aristocracia de las grandes damas (Ajmátova, Tsvetáieva, Szymborska) que desde esa parte de Europa se revolvieron contra un realismo social castrante y contra los regímenes que lo sustentaban, para buscar una literatura (y una vida) más humana.
El resultado, desde su primer libro de poemas, Primera persona del plural (1964) es –pese a la asociación que en el lector español pudiera suscitar el título con la poesía social, con “el paso del yo al nosotros”- el intento de fundar una nueva comunidad, alternativa a la oficial, que persigue además una relación sensual e imaginativa con el mundo, una posible inocencia y una verdad que no esté controlada por el Estado. El clima de la literatura como resistencia, como clandestinidad en ejercicio: la literatura de multicopista, de samizdat, que construye un espacio de libertad donde poder respirar. Es lo que trasluce en las sucesivas entregas de Blandiana: Octubre, noviembre, diciembre (1972), Las cuatro estaciones (1977), Proyectos de pasado (1982)…
¿De libertad? También de responsabilidad: Blandiana es (re)conocida, entre otras cosas, por haber liderado la Alianza Cívica (1991-2002) que en su país se propuso construir una democracia sobre las cenizas del régimen, además de por presidir la delegación nacional del PEN Club durante esos años. Si el socialrealismo resultaba castrante (y obligaba a un discurso oblicuo para colar las verdades incómodas al tamiz de la censura), sin duda estas experiencias pueden haber contribuido a afinar la ironía limpia de Blandiana y a poner en crisis su sentido de la palabra: Blandiana es consciente de los límites del lenguaje, de que la poesía “busca carne y encuentra palabras”, como escribió Brodsky, otro gran poeta del Este. Su poema “El don lo dice a las claras”: “Todo lo que toco se trueca en palabras, / igual que en la leyenda del rey Midas”. De ahí también que, en el ejercicio concreto de esa responsabilidad, Blandiana sepa que la pureza –como la que inspiraba el proyecto utopista de las dictaduras que padeció- no solo es inasequible sino estéril. “Sé que la pureza no da frutos”, arranca otro de sus poemas más conocidos. Estar en la Historia, vivir, es mancharse las manos… para hacer del mundo, privado y público, un lugar un poco más habitable. Blandiana lo ha logrado y sus libros están disponibles en las editoriales Pre-Textos y Periférica.