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Diario de Navarra
Ricardo Fernández Gracia |
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro Universidad de Navarra
Diario de Navarra, en colaboración con la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro de la Universidad de Navarra, aborda, mensualmente, de la mano de especialistas de diversas universidades e instituciones, aspectos sobre la relación de la mujer con las artes y las letras en Navarra
También en Navarra podemos encontrar, a lo largo de los siglos, mujeres que realizaron su particular historia en un ambiente nada fácil para llevar a cabo sus proyectos señeros. La casuística en el campo de la promoción, es harto variada, aunque generalmente hay que hablar de mujeres de estamentos privilegiados, los únicos que por su situación podían permitirse la posibilidad de invertir excedentes en obras artísticas, bibliotecas u otras parcelas de la cultura. Otro grupo lo constituyen algunas religiosas que, desde sus claustros, practicaron o fomentaron la escritura, la poesía o las artes.
A lo largo de los próximos meses, distintos especialistas realizarán unas síntesis sobre diversos temas: las pintoras y artistas, las promotoras de las artes, la música y la cultura, coleccionistas, gestoras de imprentas, o las viudas de artistas e impresores y la gestión de tiendas y talleres. Asimismo, se abordarán otros contenidos relacionados con su imagen y representación iconográfica, en donde adquirió protagonismo de distintos valores y méritos en diferentes contextos.
De la Edad Media al siglo XVII
Entre las figuras femeninas promotoras de edificios en la Edad Media, hay que destacar a la reina Leonor de Castilla, fundamental en la primera ampliación del palacio de Olite. Sus obras comenzaron a su impulso, en 1399, en que mandó construir junto a la iglesia de Santa María la capilla de San Jorge y la Cambra et morada de la reina. Los conjuntos de escultura funeraria con estatuas yacentes femeninas o sus representaciones junto a sus familias, como en el sepulcro de los Villaespesa de Tudela, son piezas muy singulares.
El siglo XVI nos dejó huellas singulares en clave femenina. A la cabeza, el conjunto de “Mujeres Ilustres” del palacio del marqués de San Adrián de Tudela, uno de los contadísimos ejemplos del Renacimiento español, que reúne a doce mujeres de la Antigüedad mitológica y de la historia y leyenda grecolatina.
Frente a ese conjunto visible realizado en honor de una noble, otra mujer perteneciente también a la nobleza, pero desde una clausura pamplonesa, la carmelita descalza Leonor de la Misericordia escribía, pintaba y coleccionaba estampas que le remitían sus amigos y parientes desde varias capitales europeas.
Distinguidas mujeres, con más o menos medios, ejercieron el patronato sobre capillas de diferentes templos, para lo cual los dotaron con delicadas piezas, como hizo doña >Beatriz de Beaumont y Navarra, que encargó la realización del retablo de la capilla mayor de la iglesia de los Dominicos de Pamplona y promovió las fundaciones de los conventos de Carmelitas Descalzas de Pamplona y Soria.
Doña Brianda de Beaumont, condesa de Lerín, sobresalió en la promoción de las fábricas de las mansiones del Condestable de Pamplona y de Baigorri, residencias de la familia. Otro tanto hizo Juana López de Dicastillo en la casa de los Mencos de Tafalla.
En pleno siglo XVII y por razones de patronato, doña Dionisia de Eguaras ordenó colocar su escudo en el retablo mayor del Carmen de Tudela en 1653.
Un capítulo importante lo conforma la donación de alhajas y piezas de plata por parte de mujeres a sus imágenes de devoción o a los monasterios donde profesaron. Los inventarios de los grandes iconos devocionales están repletos de nombres de destacadas mujeres, a fortiori, si tenemos en cuenta que quienes cuidaban de aquellos ajuares solían ser mujeres principales de aquella sociedad del Antiguo Régimen.
En la Hora Navarra del XVIII: un salto cualitativo
Un momento especial para el protagonismo femenino en las artes fue el del siglo XVIII. Sin duda que lo que don Julio Caro Baroja denominó como la hora navarra, dejó su huella. La mujer del librero tafallés José de Orta, doña Bernarda Munárriz, sufragó a mediados del siglo XVIII diversas obras para los Franciscanos de Olite y Tafalla, encargando algunas al escultor Luis Salvador Carmona.
Algunas obras señeras de aquella centuria fueron posibles gracias a las hermanas y las sobrinas de algunos virreyes navarros en Indias. Destacados retratos de mediados de siglo tienen como protagonistas a mujeres navarras. La primera mujer académica de honor de la Real Academia de San Fernando, en 1781, fue la pamplonesa Agustina Azcona y Balanza, autora de sendos dibujos para las estampas de la pareja de roncaleses realizadas por Juan de la Cruz, en 1782, para la colección de Trajes de España.
De proyección internacional para el mundo de las artes y la cultura fue la figura de Mª Ignacia de Azlor, nacida en Indias, de ascendencia aragonesa y navarra y con una fortuna nada desdeñable, hizo su noviciado en la Compañía de María de Tudela, en donde permaneció entre 1742 y 1752. De la capital de la Ribera salió para su tierra natal para fundar el colegio de México, el primer centro educativo de carácter formal para la mujer en Hispanoamérica y, a su vez, centro de expansión por otros países.
A nivel de cofradías, hemos de reseñar la única compuesta exclusivamente por mujeres en la localidad de Lesaca, en honor de san Francisco Javier, que se constituyó, formalmente, en 1720, aunque con anterioridad existía de manera no oficial.
Los siglos XIX y XX
En un contexto nada fácil para el desarrollo de las artes, como fue el siglo XIX, destacaremos a algunas mujeres que sufragaron obras destacadas. La imagen de San Benito del retablo mayor de las Benedictinas de Estella, hoy en el monasterio de Leire, obra de Tomás Llovet, 1820, fuesufragada por doña Josefa Galbán y Alonso, natural de Peralta. Marcelina Bisié en Corella, al fallecer en 1881, dejó su fortuna para hacer las torres de San Miguel, los órganos de las dos parroquias y otras destacadas obras artísticas. A fines de siglo María del Carmen Aragón-Azlor, duquesa de Villahermosa, promovió la restauración del Castillo de Javier, construcción del colegio, así como su amueblamiento con una rica colección pictórica (1891-1904).
En cuanto al coleccionismo, prácticamente inexistente en siglos anteriores si exceptuamos al canónigo navarro Juan Miguel Mortela, destacará hasta la segunda mitad del siglo XX, Mª Josefa Huarte, quien reunió una importante colección de arte contemporáneo, que fue el origen del Museo Universidad de Navarra.
Del mismo modo llegará el momento de las mujeres artistas y músicas, que serán objeto de varias entregas. Hasta el siglo XX los nombres de alguna pintora, bordadora, intérprete o contadas compositoras fueron excepciones. Pero los nuevos contextos de aprendizaje y la apertura a las mujeres de academias y facultades, hizo que algunas hayan destacado, brillantemente, en las artes y las letras.