05/10/2021
Publicado en
Diario de Navarra
Nicolás Varela |
Responsable del Área del Dolor de la Clínica Universidad de Navarra
El Premio Nobel de Medicina 2021 para los doctores Julius y Patapoutian es un paso más para entender la manera en que nuestro cuerpo percibe el entorno en el que se mueve.
Estos descubrimientos continúan esclareciendo, poco a poco, el modo en que nuestros sentidos funcionan, siguiendo la línea trazada desde el siglo XVII por el filósofo francés Descartes. Entender cómo interactuamos con el mundo que nos rodea a través de los sentidos es el paso fundamental para poder tratar a aquellos pacientes que sufren una alteración de estos mismos sentidos tan esenciales.
El trabajo de Julius y Patapoutian ha permitido entender cómo se transmite la temperatura. David Julius utilizó capsaicina, literalmente la parte picante del chile. La aplicó sobre la piel sana, generando una sensación de calor. Posteriormente, él y sus colaboradores crearon una biblioteca con millones de fragmentos de ADN, que fueron estudiando hasta dar con el gen del receptor de la capsaicina, el receptor TRPV1.
Este es, probablemente, uno de los mayores hitos en la medicina del dolor desde la teoría de la compuerta de Wall y Melzack, que permitió entender que un estímulo no doloroso -el tacto, por ejemplo- puede calmar el dolor. Puede, a veces, dar la impresión de que todos estos descubrimientos afectan sólo al conocimiento teórico, que sólo interesan a investigadores y médicos. Sin embargo, en el caso de Julius y Patapoutian, se abrió directamente una línea terapéutica para la capsaicina como fármaco para el manejo del dolor, igual que la teoría de la compuerta de Wall y Melzack había dado pie a la neuroestimulación medular para el tratamiento de dolores neuropáticos crónicos.
Es importante recordar que el dolor agudo -aquel que aparece repentinamente- es una constante en la vida de todo ser humano. Incluso antes de nacer sentimos
dolor, y esa desagradable sensación nos acompañará toda nuestra vida. Sin embargo, cuando el dolor se mantiene en el tiempo y se cronifica, carece de significado alguno: pasa a ser una patología en sí misma.
A lo largo de las últimas décadas, se han ido aplicando diversas estrategias para el tratamiento del dolor crónico, pero lo que más hemos aprendido es que no basta con un único fármaco, una infiltración, una cirugía o incluso implantar un neuroestimulador para tratar estos dolores. El dolor crónico afecta al paciente en su totalidad, en todas las diferentes esferas de su vida, y por ello todas han de ser atendidas. Por supuesto, conocer los mecanismos biológicos y moleculares subyacentes nos permitirán un mejor entendimiento de lo que sucede, pero solo en parte. Entender el entorno del paciente, la implicación de su dolor en sus familiares y amigos, el impacto en el ámbito laboral, etc. todos estos son aspectos que han de ser tenidos en cuenta.
Por ello, para un manejo integral de este tipo de pacientes, es necesario poder sumar tanto la investigación básica que nos permita entender el mecanismo molecular o biológico, como la investigación aplicada que nos permita desarrollar estrategias, todo ello en un ambiente de asistencia clínica que permita que los descubrimientos y la investigación tengan una repercusión real en la vida de todos nuestros pacientes.