Ramiro Pellitero, profesor de teología, Universidad de Navarra
Escuchar al testigo
Benedicto XVI ha dicho que viene a España "como testigo de Cristo Resucitado, con el deseo de llevar a todos su Palabra, en la que pueden encontrar luz para vivir con dignidad y esperanza para construir un mundo mejor".
Testimonio y palabra, luz y vida, esperanza y construcción del mundo. Quizá esas palabras están adelantando las líneas de fondo de esta visita.
El ministerio del Sucesor de Pedro es, efectivamente, un testimonio. Ser testigo es declarar la verdad escuchada o contemplada. A Cristo resucitado lo vieron más de quinientos (cf. 1 Co 15, 6), pero los apóstoles recibieron además el mandato expreso de ser testigos del Señor "hasta los confines de la tierra" (Hch 1, 8). Un testimonio que configura la tarea del Papa: confirmar en la fe y la unidad a los obispos y en torno a ellos, a los fieles cristianos. "Al escogerme como Obispo de Roma, el Señor ha querido que sea su vicario, ha querido que sea la ‘piedra' en la que todos puedan apoyarse con seguridad" (20-IV-2005).
Por ser testimonio, el ministerio del Papa es también luz y vida. La luz permite ver y vivir; las personas necesitan además la luz del espíritu, que es la verdad. La luz proviene sobre todo de Cristo, que es Palabra de verdad, y también de vida para el hombre y el mundo.
Al inicio de su pontificado, Benedicto XVI se acogía al apoyo de la Iglesia, del cielo y de la tierra: "Me acompañan vuestra indulgencia, vuestro amor, vuestra fe y vuestra esperanza" (24-IV-2005). Parafraseando las primeras palabras de Juan Pablo II, el nuevo Papa invitaba a escuchar la Palabra que da sentido a la vida de cada uno y de la historia: "¡No tengáis miedo de Cristo! Él no quita nada, y lo da todo. Quien se da a él, recibe el ciento por uno. Sí, abrid, abrid de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida".
Estos días podremos experimentar esa realidad: Cristo no quita "nada de lo que pertenece a la libertad del hombre, a su dignidad, a la edificación de una sociedad justa"; antes al contrario: abre a la libertad auténtica que puede contribuir al bien de los que nos rodean.
El Papa viene como testigo de la luz, de la vida y de la juventud perenne de Cristo, que vive en su Iglesia para la vida del mundo.