Gerardo Castillo Ceballos, Profesor de la Facultad de Educación y Psicología
La autoridad cuestionada: ¿educan mejor los padres “liberales”?
En épocas no demasiado lejanas los padres jóvenes solían pedir consejo a sus propios padres acerca de cómo educar a los hijos. Lo hacían porque valoraban un estilo educativo basado en la autoridad y en el desarrollo de valores ligados a ella: disciplina, respeto, esfuerzo, etc. Actualmente, en cambio, es infrecuente esa consulta, debido a que se tacha a la educación tradicional de autoritaria (muchas veces sin razón, por confundir la autoridad moral y educativa con el autoritarismo o estilo autoritario).
Esa confusión induce a muchas personas a pensar que la autoridad y la libertad se contraponen entre sí. Esa incompatibilidad se da solamente en una relación de autoritarismo: los hijos obedecen por la coacción del poder (autoridad como potestas) que busca sumisión incondicional. En cambio, en la relación de autoridad moral (auctoritas) el educando acepta interiormente la exigencia del educador por su credibilidad y porque no pretende dominar, sino servir.
El estilo autoritario se caracteriza por ser una autoridad arbitraria, con criterios cambiantes y pautas de comportamiento prescritas de arriba a abajo. Como consecuencia, los hijos descubren la libertad solamente de forma reactiva (contra algo o contra alguien).
Etimológicamente, la palabra autoridad se deriva de “auctor” y de “augere” (aumentar y hacer crecer). Es fuerza e influencia positiva para sostener y acrecentar el desarrollo psicológico y la libertad responsable de los educandos. La educación no sería posible sin la conjunción fecunda de la autoridad y el amor. La autoridad paterna es de talante positivo y elevador. Es refuerzo de los buenos comportamientos y recurso para fomentar virtudes humanas, entre ellas, la fortaleza y la obediencia.
Los niños privados de la autoridad paterna desconocen los límites o “líneas rojas” de su comportamiento, por lo que no aceptan normas familiares, haciendo así muy difícil la convivencia. En palabras de Juan Pablo II, “son huérfanos de padres vivos”.
Los padres que actualmente optan por una educación “liberal”, aportan “innovaciones” como las siguientes: ser “colegas” de los hijos, no corregirles si faltan al respeto a los profesores, tolerar que desobedezcan por sistema, etc. Los padres aspiran a ganarse el afecto y admiración de sus hijos por el procedimiento de no dañar nunca su “intocable” autoestima.
Si el estilo educativo tradicional tiene el riesgo de ejercer la autoridad como autoritarismo, la educación liberal tiene el riesgo de caer en el permisivismo, donde la exigencia se sustituye por una fe ilimitada en la motivación. El autoritarismo suele provocar hijos rebeldes, pero no malcriados, mientras el liberalismo fomenta hijos que sólo siguen la ley del deseo y del capricho.
¿En cuál de los estilos clásicos de educación paterna recogidos en la literatura pedagógica encaja mejor la educación liberal que ahora está de moda?
Está muy claro que no en el autoritario. Tampoco en el sobreprotector, en el que los padres tienden a resolver todos los problemas de sus hijos, les dan ayudas innecesarias y les sustituyen en la toma de decisiones. Los hijos se acostumbran a conseguir lo que desean sin necesidad de ningún esfuerzo.
Los padres sobreprotectores suelen considerarse muy buenos padres. En una viñeta de Rudy Pali se ve como una mamá le está haciendo los deberes a su hijito, que consisten en escribir en una pizarra 40 veces la frase “debo aprender a hacer las cosas solito”. Cuando llega a la 39 la mamá le entrega la tiza al niño mientras le dice: “¡Toma, la última escríbela tú!”
Donde mejor encaja la educación liberal es en el estilo paterno permisivo, que se basa en la transigencia: hay afecto pero no control y exigencia; casi todo está permitido; no se establecen normas de conducta ni límites. Los hijos rehúyen el esfuerzo, lo que genera malos resultados escolares.
El estilo autoritativo o democrático (nada que ver con el autoritario), está considerado por los expertos como el mejor, porque combina la exigencia con la persuasión; se marcan límites al comportamiento de los hijos pero en un clima participativo y estimulante; favorece la libertad responsable y crea una elevada motivación de logro.
Para J. L. Pinillos ese estilo de autoridad “promueve la autonomía responsable y la independencia creadora”. A diferencia de otros, no está centrado en los padres, sino en los hijos, ya que arranca de sus necesidades y fomenta su participación; además sustituye la exigencia externa por la apelación a la auto-exigencia; existe confianza entre padres e hijos, pero no “igualdad”. Los padres autoritativos tienen en cuenta la opinión de los hijos, pero saben que la decisión final les corresponde a ellos.
El estilo autoritativo, a diferencia de los demás, no cae en extremismos. Pienso que sus valores son una buena referencia para la mejora de los restantes estilos.