06/02/2025
Publicado en
El Mundo
Juan Diego Molina Méndez |
Instituto Cultura y Sociedad
El poder de los Estados Unidos en el mundo no deja a nadie indiferente. Desde que en el siglo XIX surgieran conceptos como el destino manifiesto y naciera la doctrina Monroe, el país siempre se ha identificado como la ciudad sobre la colina que John Winthorp soñó como ejemplo para las naciones. La ambición expansionista de la clase política estadounidense ha llevado a numerosas ampliaciones de sus fronteras, desde Texas a California, pasando por Puerto Rico, Hawái y hasta Alaska. Sin embargo, muchos de quienes creíamos haber asistido al fin de los imperios tras la Segunda Guerra Mundial hoy presenciamos sorprendidos el renacimiento de las ansias expansionistas de Washington.
Semanas antes de la toma de posesión de Donald Trump, empezaron a llegar noticias de las ambiciones expansionistas del nuevo inquilino de la Casa Blanca. Y aquellos reclamos sonaban a algo de otra época. Quizá la demanda más llamativa fue la que el mandatario estadounidense lanzó sobre el Canal de Panamá. El presidente panameño, José Raúl Mulino, respondió a través de un vídeo en el que diplomáticamente contestaba a Trump, empeñándose en subrayar que cualquier acción que violara la neutralidad del Canal iría en contra de los acuerdos Torrijos-Carter, por los que el paso interoceánico quedó en manos panameñas en 1999.
Pese a que muchas veces se ha visto a América Latina como el patio trasero de los Estados Unidos, lo cierto es que en las últimas décadas Washington ha descuidado sus relaciones con la región. Fue durante la Guerra Fría cuando la presencia estadounidense en la zona se hizo patente a través de iniciativas como la Escuela de las Américas o el proyecto de cooperación Alianza para el Progreso, con las que se buscaba contrarrestar la creciente presencia soviética y cubana. El fin de este periodo cambió radicalmente el enfoque de las relaciones con la región, y el foco pasó a estar en el impulso del libre comercio a través del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).
El ambicioso proyecto de creación de un área comercial que facilitara los intercambios desde Alaska hasta Tierra del Fuego nunca entró en funcionamiento y, aunque se firmaron algunos acuerdos bilaterales de libre comercio, el ascenso de líderes de izquierda en Sudamérica acabó con el plan. Figuras como Chávez o Correa significaron un freno para las relaciones de América Latina con la potencia norteamericana y el fortalecimiento de sentimientos nacionalistas y de posturas contrarias al libre comercio y la libertad. Desde entonces, Washington ha visto las tierras situadas al sur del río Grande más como un problema que como una oportunidad.
En un intento por recuperar la primacía geopolítica de los Estados Unidos, y atendiendo a la creciente presencia de China en la región, el nuevo secretario de Estado, Marco Rubio, señaló América Latina como destino de su primer viaje. De esta forma, la Administración entrante busca subrayar su renovado interés en la zona y estrechar el cerco sobre una región que tradicionalmente ha sido su área natural de influencia. El primer destino de la gira latinoamericana de Rubio ha sido Panamá, donde el domingo 2 de febrero se reunió con Mulino, en un encuentro marcado por las declaradas intenciones de Trump de retomar el control del Canal.
La importancia estratégica del país centroamericano no solo se debe a la vía interoceánica, sino a que durante 2024 fue el paso por el que cruzaron 185.000 migrantes en su camino hacia los Estados Unidos. Los resultados del viaje de Rubio no se hicieron esperar y tras la reunión, el mandatario panameño anunció ante los medios la firma de un memorándum de entendimiento con las autoridades estadounidenses para manejar de una manera más efectiva las repatriaciones desde la zona del Darién.
Para los Estados Unidos resultaba clave llegar a un entendimiento con las autoridades panameñas sobre la creciente presencia china en la zona del Canal. Desde 1997, una empresa con sede en Hong Kong opera dos puertos, y las inversiones del gigante asiático se han multiplicado en los últimos años, gestionando infraestructuras críticas para el comercio interoceánico. Otra cuestión que preocupa a Washington es la participación de Panamá en la iniciativa Belt and Road, con la que China busca afianzar su presencia política y comercial en distintos puntos estratégicos alrededor del mundo. El presidente panameño anunció que su Gobierno no renovaría la participación panameña en la iniciativa china, así como el incremento de las inversiones estadounidenses en Panamá.
Después de que en las primeras dos semanas de Gobierno de Trump se hayan suscitado crisis diplomáticas con Colombia, México, Canadá y Panamá, se ha generado un estado de alarma en las cancillerías de la región. Aunque para los Estados Unidos sea una cuestión vital reflotar su presencia en América Latina, la única forma en que puede ser esa ciudad sobre la colina es a través de una política exterior que abandone esa visión antigua de la región como patio trasero para verla y tratarla como el socio vital que es.