06/04/2022
Publicado en
Diario de Navarra
María José Gallucci |
Profesora de Retórica de la Universidad de Navarra
¿Un actor que es político o un político que es actor? Volodímir Zelenski lo ha conseguido de nuevo. Esta vez en una comparecencia telemática en el Congreso de los Diputados que, por motivos de seguridad, estuvo restringida a 10 minutos de duración. Tiempo suficiente para que el presidente de Ucrania pudiera desplegar su mejor arma y su mejor estrategia: la palabra.
En su duodécima intervención ante un parlamento extranjero, Zelenski empieza su discurso disculpándose por el retraso generado por su participación en el Consejo de Seguridad de la ONU que se celebró prácticamente de manera simultánea. Este detalle no es menor, pues se traduce en respeto al tiempo y al espacio que se le ha otorgado para dirigirse a sus interlocutores.
El discurso se inicia propiamente cuando Zelenski afirma que está seguro de que la audiencia entiende el dolor y la esperanza del pueblo ucraniano, pues también apuesta por la democracia y el respeto a las personas. Muestra de ello en Ucrania es, en palabras del presidente, la diversidad de religiones que conviven en el país, diversidad que quiere destruir Rusia y que queda de manifiesto desde 2014 con la agresión a Crimea y, ahora, con los 41 días que lleva esta guerra.
Como en los distintos discursos que ha dirigido a la comunidad internacional en el contexto parlamentario, Zelenski ha vuelto a apelar a la solidaridad y al apoyo a sanciones contundentes contra Rusia. A pesar de que la intención general suele ser la misma, el mensaje que transmite siempre se ajusta a la audiencia a través del rescate de símbolos y referentes históricos significativos para el público específico al que se dirige. Si se trata de Estados Unidos, el vínculo será el 11 de septiembre o Pearl Harbor; si son los alemanes, hablará de muros que se han levantado; si es en Israel, aludirá al Holocausto y destacará su origen judío. En el caso de España, la referencia ha sido abril de 1937 y el bombardeo de Guernica durante la guerra civil española. Esta estrategia muestra magistralmente que el discurso del presidente de Ucrania conjuga a la perfección los tres recursos o vías de persuasión de la retórica aristotélica: ethos (credibilidad que el orador proyecta ante el público), logos (evidencias y razonamientos lógicos en torno a los que se construyen los argumentos) y pathos (empatía y sentimientos que se comunican a través del discurso).
En cuanto al primer aspecto, podríamos afirmar que desde que empezó la guerra Zelenski se ha ganado, prácticamente a pulso, esa imagen de orador honesto, creíble, carismático, vinculado con la audiencia y que inspira la confianza y el respeto de su pueblo.
En lo que respecta al segundo recurso, el presidente de Ucrania ofrece un discurso claro y coherente que se sustenta con argumentos lógicos apoyados en evidencias sólidas y relevantes para quienes lo escuchan, como las analogías que establece entre la situación de su país y las referencias históricas antes señaladas.
Sobre el tercer recurso o pilar en el que se sustenta la persuasión, vemos que Zelenski logra, a partir de las dos estrategias anteriores, establecer una conexión emocional compartida con el auditorio. La narración sobre las madres desesperanzadas que han escrito con bolígrafo los datos de sus hijos en la espalda, para que eventualmente pudieran ser identificados y rescatados, conmueve y despierta, sin duda, el lado empático de quienes lo escuchan. Lo mismo aplica cuando enumera las penurias del pueblo ucraniano, a la deriva sin comida ni medicamentos.
La última parte del discurso es un llamado a la acción. Zelenski pide que los bancos y determinadas empresas españolas dejen de hacer negocios con Rusia, pero, más importante aún, que se respete el derecho internacional. El discurso cierra magistralmente con ¡Gloria a Ucrania!, al que le sigue una ovación de pie por parte de los miembros del parlamento.
Todos los aspectos descritos se refuerzan, asimismo, en la puesta en escena del discurso. No podemos pasar por alto la transformación del atuendo del presidente de Ucrania desde que empezó la guerra. El cambio del traje y la corbata por una camiseta verde militar lo muestra como un soldado más dispuesto a defender su país y, por tanto, como una figura cercana a su pueblo.
Como ha empezado a ser habitual desde que empezó la guerra, el escenario en el que se produce la enunciación ha sido más bien austero, sin los objetos típicos que suelen enmarcar la puesta en escena del discurso de un mandatario nacional. En esta alocución el decorado ha estado compuesto por la bandera de Ucrania a la derecha del presidente, una silla de escritorio y una pared blanca como fondo. En este contexto, Zelenski mueve las manos con moderación de arriba hacia abajo, las apoya sobre la mesa, frunce el ceño, mira fijamente a la cámara y transmite su mensaje con naturalidad, pero con contundencia.
Probablemente, el éxito del presidente de Ucrania como orador se haya nutrido de su pasado actoral, pero Zelenski es mucho más que eso. No estamos frente a un actor que interpreta un guion extremadamente complejo, sino ante un líder político que, al menos de momento, le ha dado un sentido superior a la libertad y al patriotismo de los ucranianos.