Gerardo Castillo Ceballos, Profesor emérito de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra
La inteligencia emocional y el empleo
Tras realizar sus primeras «entrevistas de trabajo» muchos jóvenes recién licenciados hacen un descubrimiento tardío: lo que más valoran las empresas de ahora no es lo que ellos esperaban (el Cociente Intelectual (CI) junto con las aptitudes y habilidades académicas), sino el modo como nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás.
En esa relación interpersonal existe la posibilidad de desarrollar toda una serie de competencias emocionales: iniciativa, creatividad, adaptabilidad, capacidad de persuasión, empatía, autocontrol, automotivación, autosuperación, capacidad de decidir y de trabajar en equipo. Esas cualidades son el criterio principal que determina quién será contratado y quién no, quien promocionará dentro de una empresa y quién no.
Daniel Goleman describe casos de candidatos a un primer empleo que gracias a poseer ese tipo de competencias emocionales tuvieron más éxito laboral que otros competidores académicamente mejores. Por ejemplo, el siguiente: «Matt era alumno de Yale y había llevado a cabo los mismos estudios que Penn y, aunque no era académicamente tan brillante como él, poseía evidentes aptitudes interpersonales que le hacían agradable a todo el mundo. Fue por esto por lo que, de las ocho entrevistas a las que acudió cuando terminó la carrera, acabó recibiendo siete ofertas de trabajo y acabó alcanzando el éxito en su campo profesional, mientras que Penn, por su parte, fue despedido de su primer empleo a los dos años»
¿Significa todo esto que en el proceso de aprendizaje conviene relegar las capacidades cognitivas en beneficio de las emocionales? Para Goleman, «las habilidades de la inteligencia emocional son sinérgicas respecto de las cognitivas, y los trabajadores “estrella” tienen unas y otras».
Las empresas de hoy buscan trabajadores que no sean conservadores, que no se apeguen a lo establecido, que aprecien lo novedoso. Quieren personas capaces de adaptarse al cambio y de afrontar situaciones nuevas. (Por ejemplo, trabajar con un nuevo producto, en otra ciudad o país, con otro jefe o equipo). Esa conducta denota que poseen una inteligencia práctica que combina armónicamente el pensamiento y la emoción, la cabeza y el corazón. Me estoy refiriendo a la inteligencia emocional.
El profesor McClelland, de la Universidad de Harvard, entrevistó a varios miles de trabajadores considerados «superestrellas», con el propósito de averiguar cuáles eran los rasgos comunes que les caracterizaban y que explicaban su rendimiento óptimo en el trabajo. Halló que ese factor común era la inteligencia emocional, manifestada sobre todo en el trabajo en equipo y en la adaptación a los cambios.
Por su parte, Hendrie Weisinger comprobó que existe una elevada correlación entre inteligencia emocional y éxito en la vida profesional. Por eso subrayó la necesidad de ser emocionalmente inteligentes. «La inteligencia emocional es el uso inteligente de las emociones; de forma intencional hacemos que nuestras emociones trabajen para nosotros, utilizándolas con el fin de que nos ayuden a guiar nuestro comportamiento y a pensar, de manera que mejoren nuestros resultados».
Las empresas de consultoría le están concediendo mucha importancia en sus procesos de selección a algunas competencias pertenecientes a la inteligencia emocional:
-«Tratamos de averiguar a través de pruebas la inteligencia emocional del candidato: saber cómo reacciona ante posibles problemas, cómo se comporta con el grupo, cómo prioriza cuando está sobrecargado, como lidera una discusión, etc.» (Declaraciones de James Hervey, consejero de la Consultora NBI).
-«Lo más importante para nosotros no es la preparación académica, Queremos, sobre todo, personas capaces de trabajar en equipo» (Declaraciones de Juan Mateo, director de la Consultora Ernst Young)
El joven que se ha esforzado por desarrollar habilidades emocionales tiene ventaja sobre otros para encontrar un empleo. Destacaré tres habilidades muy necesarias durante la búsqueda de empleo: el optimismo, la confianza en sí mismo y el autocontrol.
Ese tipo de habilidades se pueden ejercitar mejor con alguno de los programas o cursos de capacitación laboral que ofrecen las universidades a sus alumnos. En ellos se desarrollan capacidades aplicándolas. Quien realiza uno de ellos con aprovechamiento pasa de ser demandante de empleo a ser ofertante de empleo; tiene algo que ofrecer a las organizaciones.
En el cambiante mundo laboral de hoy la prioridad de quien aún no trabaja ya no debe ser el empleo en sí mismo, sino ser una persona empleable. La empleabilidad, es la posibilidad que tiene una persona determinada de encontrar empleo en un mercado laboral en cambio continuo. ¿Qué tipo de preparación requiere esa competencia? Sugiero la que contiene cuatro características:
1. Preparación amplia y diversificada, que permita dar solución a cualquier nuevo problema que pueda presentarse;
2. Estar al día en el aprendizaje de nuevas tecnologías;
3. Saber comunicar: capacidad para las relaciones interpersonales y para el trabajo en equipo;
4. Disposición para la movilidad laboral: para acudir donde está el trabajo.