Gerardo Castrillo Ceballos, Profesor de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra
Jubilarse del trabajo, no de la vida
El término «jubilación» procede del latín iubilatio (júbilo). El júbilo es expresión externa de una alegría muy intensa tras el cese de la actividad laboral por razones de edad. Esa alegría inicial puede mantenerse o puede desaparecer; depende de cómo plantee cada persona la nueva etapa de su vida. Disponer de mucho más tiempo que antes conlleva nuevas oportunidades, pero también algunos riesgos.
La jubilación es un cambio drástico en la forma de vivir que requiere un período de adaptación y reajuste, sobre todo para quienes en el pasado centraron su vida en el trabajo profesional, incurriendo, en algunos casos, en activismo o profesionalitis. Las personas que vivieron para trabajar se adaptan peor a la jubilación que quienes trabajaron para vivir.
Pasar directamente de tener una vida muy activa, con horarios fijos, a estar liberado de obligaciones laborales, es un contraste difícil de asimilar. Los profesionales que no planificaron con antelación esa nueva situación o que no están mentalizados para asumirla, suelen desconcertarse; se encuentran, de pronto, con un gran vacío que no saben cómo llenar. Una pregunta típica hecha a sí mismo: “¿ahora a qué me dedico?”. No encontrar pronto una buena respuesta suele ser embarazoso. “Me he jubilado, pero si hay algo que me mataría es despertar en la mañana sin saber qué voy a hacer” (Nelson Mandela).
El riesgo de sufrir trastornos emocionales es mayor en el primer año de la jubilación, disminuyendo conforme las personas se van adaptando a la nueva situación y optando por una jubilación activa. Este logro es una cuestión de actitud, de estar mentalizados para dar ese paso, viéndolo como una etapa más de la vida que tiene una razón de ser y muchas posibilidades para quienes las quieren y saben aprovechar, entre ellas hacer cosas interesantes y gustosas que no pudimos realizar en el pasado por falta de tiempo.
No nos ayuda el conocido tópico de que la jubilación es un tiempo de descanso ilimitado, propio de quienes pasan a formar parte de las llamadas antiguamente “clases pasivas”. Ese tópico explica por qué hay jubilados que pasan muchas horas cada día en el bar “matando el tiempo”. Son los que decidieron dedicarse únicamente a descansar («lo he merecido»). De ese modo entierran su talento y dilapidan la experiencia y sabiduría adquiridas con los años; además, la ociosidad continuada genera aburrimiento y tristeza, que son la antítesis del júbilo.
No es infrecuente que, tras el momento de iniciarse la jubilación de un trabajo profesional, se renuncie a todo tipo de responsabilidades (familiares y sociales), a mantener inquietudes de tipo cultural y a seguir aprendiendo; se ve la jubilación como una liberación casi total de deberes, como un época permisiva. Esa actitud acelera el proceso de envejecimiento. “La vejez es casi tan solo la pérdida de la curiosidad”. (Azorín).
Uno se jubila de su trabajo profesional, pero no de la vida (de vivir activamente como miembro de una familia, como ciudadano, como amigo, como cristiano, etc.)
Con los jubilados que por razón de edad van perdiendo memoria hay que ser comprensivos. A ello se refiere Forges en una de sus viñetas:
Un jubilado muy agobiado por la pérdida de memoria se confiesa con un amigo:
“No me acuerdo si tengo dentista a las 12 y luego psicólogo, pilates y taichí, o llevar el coche al taller, clase de salsa, arte floral, urólogo y manualidades”.
-Deberías jubilarte de la jubilación, sugiero.
¿Qué es aconsejable para que una jubilación sea exitosa y feliz? Sugiero algunas claves.
-Prepararla con tiempo y pensar qué actividades nos gustaría realizar, e incluso probarlas.
-Adecuar las expectativas a la realidad. Un error frecuente es tener una imagen idealizada de la jubilación. Cuando las expectativas no se cumplen se produce una frustración. Es bueno conversar con jubilados experimentados para tener una perspectiva más realista.
-Recurrir a habilidades y aficiones personales del pasado, adaptándolas al momento actual. Incluye poner a disposición de otros los conocimientos adquiridos durante la vida laboral.
-Mantenerse activo física y mentalmente (acudir a un gimnasio, leer, etc.) No quedarse en casa sin hacer nada. Evitar la vida sedentaria y aislada. Reunirse diariamente con amigos para hablar y pasear.
-Estar informado de lo que pasa en el mundo.
-Hacer vida familiar, especialmente con sobrinos y nietos. Tener la ilusión de ser un buen abuelo.
-Ejercer algún tipo de voluntariado (residencias geriátricas, banco de alimentos, etc.)
Al jubilado le suelen llegar múltiples peticiones de colaboración, debido a que dispone de mucho tiempo. Por ese motivo su tiempo se reduce. “El problema con la jubilación es que nunca tienes un día libre” (Abe Limones). Con todo, ¿no es preferible pecar de activismo desinteresado que de ociosidad egoísta?