06/05/2024
Publicado en
Diario de Navarra
Ricardo Fernández Gracia |
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
Diario de Navarra, en colaboración con la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro de la Universidad de Navarra, aborda, mensualmente, de la mano de especialistas de diversas universidades e instituciones, aspectos sobre la relación de la mujer con las artes y las letras en Navarra
A la luz de uno de los dictámenes de santa Teresa que dice “Lee y conducirás, no leas y serás conducido” y de otros pensamientos de la misma en donde insiste FALTA, hay que recordar que en las Constituciones para sus religiosas, pensó siempre en una pequeña biblioteca para cada convento, exigiendo a las monjas saber leer, en un ambiente preponderante de analfabetismo femenino. Pero la más notable consecuencia de ello, en clave cultural femenina, fue la serie de monjas escritoras de calidad que surgieron en el mundillo claustral del Carmelo Teresiano. Los casos más notables: ante todo, la priora del Carmelo de Sevilla, María de san José, buena poetisa y excelente escritora clásica; Ana de san Bartolomé, también poetisa y gran escritora, joven analfabeta iniciada en la escritura por la propia santa; el caso excepcional de la joven navarra Leonor de la Misericordia (Ayanz); la vallisoletana Cecilia del Nacimiento, extraordinaria poetisa y escritora; el caso singular de la riojana Ana de la Trinidad, autora de un excelente poemario, con 19 de sonetos de suma calidad. En los siglos siguientes se prolongó la serie de escritoras, tanto en España como a nivel internacional. Baste mencionar las figuras sobresalientes: en Francia, santa Teresita, autora del libro religioso que más ha influido en la espiritualidad del último siglo, y a su lado la beata sor Isabel de la Trinidad. En Alemania, el caso excepcional de Edith Stein (Santa Teresa Benedicta de la Cruz), filósofa, poeta y teóloga espiritual. En Italia, es todavía reciente la figura de la Beata Cándida de la Eucaristía, autora de escritos candentes de piedad eucarística. En España, es también reciente y sobresaliente la figura de santa María Maravillas. Y en tierras sudamericanas destacan las plumas deliciosas de dos escritoras jóvenes y excepcionales: la chilena Santa Teresa de Jesús de los Andes, y la encantadora paraguaya H. Felicia de Jesús Sacramentado, más conocida como “La Chiquitunga”.
Leonor Ayanz: de esmerada educación y familia aristocrática
En uno de los rincones de la Pamplona oculta, en la clausura de las Carmelitas Descalzas de San José, se conserva una importante colección de estampas grabadas adquiridas por Leonor de la Misericordia, junto a varios manuscritos suyos particularmente de la vida de la fundadora del Carmelo pamplonés, Catalina de Cristo. Leonor nació en el palacio solariego de Guendulain en 1551, siendo el primer retoño del matrimonio formado por don Carlos Ayanz, señor del lugar, y doña Catalina de Beaumont y Navarra. Era biznieta por vía materna del condestable de Navarra don Luis de Beaumont, tercer conde de Lerín, por vía ilegítima, pues tuvo un hijo, fuera de matrimonio, que fue el abuelo de nuestra protagonista. En su juventud adquirió una exquisita formación humanista junto a doña Brianda de Beaumont, hija y heredera del Condestable de Navarra, recordada por Lope de Vega en La Arcadia (1598), como “la divina doña Brianda, gloria de Beaumonte”. Tras un matrimonio fracasado, al parecer contra su voluntad, con su primo don Francés de Beaumont y Navarra, marchó a Soria con doña Beatriz de Beaumont y allí conoció a santa Teresa, decidiéndose por ingresar en las carmelitas. Desde que tomó el hábito y profesó, su vida cambió de rumbo y se esmeró en ser una buena religiosa. Una relación sobre su vida, realizada años después de su muerte, nos la describe en su vida conventual como adornada de todas las gracias, pues con ser de claro entendimiento, mucha hermosura, noble sangre, saber escribir y cantar con destreza, tañer, pintar, dibujar y bordar con gala, cortar y coser los ornamentos sagrados para la sacristía y los hábitos de las monjas, nunca le oyeron que hablase en ello….. Con Catalina de Cristo vino a la fundación de Pamplona y marchó también a la de Barcelona, regresando, definitivamente, a la capital navarra con el cuerpo de Catalina en 1604. Falleció en el convento de la Plaza del Castillo, en 1620. El padre Gracián la había juzgado así en 1589: “En lo interior era un serafín de condición y alma, y en lo exterior un ángel de rostro y buena gracia. Tenía habilidad rara en escribir, pintar, saber latín y en las demás labores y ejercicios de mujeres, acompañando con prudencia varonil”.
Sus hermanos destacaron por distintas razones y entre todos ellos, de modo muy especial, Jerónimo de Ayanz y Beaumont (1553-1613), hombre polifacético estudiado por Nicolás García Tapia, que destacó como militar, pintor, cosmógrafo, músico e inventor, precursor del uso y diseño de las máquinas a vapor y el aire acondicionado, e creador de una campana para bucear e incluso llegó a diseñar un submarino. Su obra más destacada fue haber inventado la máquina de vapor, ya que registró en 1606 la primera patente de una máquina de vapor.
Escritora y pintora
Como escritora, su obra fundamental fue la biografía de Catalina de Cristo, compuesta en su mayor parte en Barcelona por los años 1594 y 1595 y definitivamente dispuesta para su publicación en Pamplona, hacia 1612. De acuerdo son su condición de religiosa descalza y de mujer en aquella sociedad misógina, ocultó su nombre como principal autora de la biografía, aunque las pruebas de autoría son contundentes y las han probado en su estudio Pedro Rodríguez e Ildefonso Adeva.
En lo que se refiere a las inquietudes literarias nos proporciona un buen testimonio el hecho de que fuese objeto de un regalo nada despreciable: un códice con las obras de San Juan de la Cruz, antes de que estas saliesen publicadas en imprenta. No fue esa la única vez que pudo leer un libro en primicia, antes que saliera publicado. Por otras cartas sabemos que recibió diversas obras del General de la Congregación italiana el Padre Juan de Jesús María (Calagurritano),
También sobresalientes libros impresos llegaron a sus manos, como la la Historia evangélica del jesuita Jerónimo Nadal (Amberes, 1593), una de las empresas editoriales europeas más relevantes de fines del siglo XVI, por sus ilustraciones y su finalidad catequética, en el contexto de la Contrarreforma y el especial empeño de la Compañía de Jesús en servirse de las imágenes en su método de oración y catequesis. El primer poseedor del ejemplar fue don Francés de Ayanz y Beaumont (1552-1614), hermano mayor de Leonor, señor de Guendulain, educado como paje de Felipe II, Alguacil Mayor en la Corte y Consejo de Navarra y con asiento en las Cortes del Reino.
Otro volumen custodiado celosamente por las Carmelitas es la editio princeps de la primera vida ilustrada de Santa Teresa de Jesús, estampada en Amberes en 1613, en vísperas de su beatificación, a iniciativa de la orden y especialmente de las Descalzas establecidas en Flandes, en donde existía gran tradición en el arte del grabado. Aquella edición fue promovida por la Madre Ana de Jesús Lobera, priora de Bruselas y el mencionado padre Gracián, en 1611. Los grabadores que recibieron el encargo fueron Adrian Collaert y Corniellis Galle, ambos conocidos por haber hecho frente a importantes proyectos, especialmente el primero de ellos que realizó las vidas ilustradas de San Ignacio de Loyola y San Francisco de Asís.
En cuanto a la constatación de la práctica de la pintura apenas existen referencias. Tan sólo en una carta dirigida por el Padre José de la Madre de Dios a Leonor, desde Pastrana el 22 de junio de 1619, hay un párrafo del que parece concluirse algo al respecto. Su texto reza: Estimo mucho el registro y se lo di al Padre compañero que esta escribe, porque ha muchos días que traigo dos en el breviario de mano de Vuestra Reverencia, uno de las cinco llagas y otro del Santísimo Sacramento con la S y el clavo...”. No cabe duda que ambos registros estarían inspirados en las estampas que ella poseía, uno con una iconografía tan pamplonesa como la de las cinco llagas, que conforman el pendón municipal desde el voto que hizo la ciudad en 1599, tras la desaparición de la peste. Es más en el del Santísimo Sacramento, podemos buscar la fuente gráfica en que se inspiró para realizar el pequeño registro, en una estampa de la colección o en algún grabado de carta de esclavitud o agregación en alguna cofradía sacramental, muy abundantes en aquellos momentos de fervor eucarístico.
Coleccionista de estampas
El conjunto de estampas que coleccionó es de sumo interés, tanto por la rareza y excepcionalidad de algunas, como por sus cronología y procedencia. Leonormantuvo una correspondencia con religiosos de su Orden, destinados en distintas partes de Europa, así como con otros prohombres de la política y la Iglesia. Entre las personalidades que le enviaron grabados destacaremos al Padre Domingo de Jesús María, (Calatayud, 1559-Viena, 1630) que pasó a Italia en 1604, ocupando el generalato de la Congregación italiana, en 1617, la Madre Madre Inés de Jesús (Tapia), prima de Santa Teresa y priora de Medina del Campo y Palencia, don Guillén de San Clemente, embajador de España en Praga desde 1581 hasta su muerte en 1606, el obispo de Tarazona y confesor de Santa Teresa fray Diego de Yepes, la Madre Ana de San Bartolomé, priora de Bruselas y Amberes y el Padre Gracián de la Madre de Dios, confesor de Santa Teresa.
La ubicación de los grabados, en el volumen facticio, obedece a cierto criterio de ordenación temática, e incluso cronológica, siempre teniendo en cuenta las devociones en aquellos tiempos de primera etapa de la Contrarreforma, momentos austeros, en los que el Barroco triunfal aún no se había hecho presente y, por tanto, tampoco, las argucias de la retórica y la propaganda. En su mayor parte, las iconografías de la serie todavía no han dado el salto cuantitativo y cualitativo hacia interpretaciones típicas del siglo del Barroco: éxtasis, apoteosis y glorias, por vivirse un momento de contención, inmediato al Concilio de Trento. Por su calidad y notoriedad destacan las imágenes de las catorce santas mártires que fueron editadas por Jean Sadeler, con dibujos de Martín de Vos y pertenecieron a una serie titulada Speculum Pudicitiae. Contemplatio sanctarum castarumque virginum, realizada por los citados maestros, de la que se conservan ejemplares en Bruselas, Cambridge, Milán, Munich, París y Viena. Algunos de los dibujos de Martín de Vos se fechan entre 1584 y 1585. Temas como el de la Inmaculada Concepción, algunas advocaciones marianas españolas, o San Francisco Javier y San Ignacio de Loyola, en tempranos grabados, de suma rareza, se pueden contemplar en este singular conjunto.
La afición por las imágenes grabadas por parte de Leonor le llevó a ilustrar los ejemplares manuscritos de una obra suya, la Vida de Catalina de Cristo, fundadora de Soria, Pamplona y Barcelona, con estampas ad hoc, en relación con las materias de los diferentes capítulos. En Navarra se adelantó en más de cien años a las grandes empresas editoriales con estampas grabadas alusivas a la temática de sus contenidos, como ocurriría con la edición de los Anales de Navarra de Moret y Alesón, en su edición de 1766.