Sandalio Gómez López-Egea, Profesor del IESE, Universidad de Navarra
El círculo virtuoso
El deporte en general y el fútbol en particular han alcanzado en las últimas décadas un desarrollo espectacular, tanto en el ámbito de la profesionalización como en el de la comercialización. El impacto social, económico y mediático que ha adquirido el fútbol en Europa es de una dimensión que ha superado, en mucho, cualquier expectativa. En España, se calcula que el fútbol aporta 8.000 millones, lo que representa el 1,7% del PIB y el 2,5% del sector servicios. Entre los 20 clubs más importantes de Europa, aparecen tres españoles: el Madrid y el Barcelona, que ocupan los primeros lugares y facturan entre los dos 800 millones de euros, y el tercero es el Valencia, aunque aparece a una considerable distancia. En conjunto, estos veinte clubs europeos de élite facturan la nada desdeñable cifra de 3.820,4 millones de euros por temporada. El presupuesto anual de la UEFA superará para la próxima temporada los 1.000 millones. Estos datos hablan por sí solos de que el fútbol es un negocio que mueve directa e indirectamente una cantidad cada vez mayor de dinero y por tanto es digno de estudio y de un análisis en profundidad para entender las causas que lo han hecho posible.
Por otro lado, sirva como ejemplo más reciente, de los diez programas más vistos en el mes de marzo del año 2010, tres han sido partidos de fútbol: un amistoso de selecciones nacionales Francia-España (8.262.000 espectadores y un 40,70% de cuota de pantalla); un Real Madrid-Sevilla de Liga (5.055.000 y un 2,5%) y un Sevilla-CSKA de Moscú (4.010.000 y un 26,8%). Sólo la final de la UEFA Champions League ha generado un impacto económico de 267 millones en Moscú en el 2008; 310 en Roma en el 2009 (que además alcanzó el nivel mayor de audiencia en el mundo de un espectáculo deportivo) y 351 millones en Madrid en el 2010.
El deporte genera un círculo virtuoso a su alrededor en el que quedan inmersos ciudades, países, seguidores y aficionados, empresas, clubs y deportistas... del que todos salen beneficiados. El capital social y el capital económico que mueve el deporte en general y el fútbol en particular se pone de manifiesto, de manera especial, en la celebración de los grandes acontecimientos deportivos, como la Champions League, los campeonatos europeos de selecciones nacionales y sobre todo, en los campeonatos del mundo, como el que dentro de unos días se va a iniciar en Sudáfrica.
El principal beneficiado es el país que acoge el evento internacional, que durante un mes se convierte en el centro de atención de todo el mundo. Va a ser visitado por millones de turistas que residirán varias semanas, por miles de periodistas de todo el mundo escribiendo crónicas diarias y millones de telespectadores que van a seguir con interés el desarrollo de la competición. Patrocinios, publicidad, marketing se van a desplegar con fuerza en un momento único que les permite dar a conocer su imagen, sus productos, su marca a todo el mundo en muy poco tiempo. El monto económico que se va a generar a través de esta especial cadena de valor durante mes y medio alcanza unas cifras impensables sólo veinte años atrás.
Hasta aquí los datos objetivos agregados que a través del mundo del fútbol se están consiguiendo. Sin embargo, cuando se desciende a niveles de clubs, que constituyen la base de este deporte espectáculo, sobre la que se apoya el inmenso tinglado que acabamos de exponer, se produce una sorpresa mayúscula. Resulta difícil encontrar un club en España y en Europa que tenga una situación económica desahogada. Un buen número de ellos están en situaciones muy complicadas, en concurso de acreedores algunos y otros lo bordean de manera peligrosa. ¿Es que, quizás, no saben gestionar con eficacia el círculo virtuoso que el fútbol les pone en sus manos? ¿Es que acaso un club de fútbol, a pesar del dinero que genera, acaba siendo un negocio, sí, pero totalmente ruinoso? Son preguntas importantes que deberíamos responder para conocer las claves que hacen posible esta realidad.
Existe una tensión continua entre alcanzar éxitos deportivos, que es el principal objetivo de un club deportivo, y mantener un equilibrio entre ingresos y gastos. Los organismos nacionales e internacionales plantean con fuerza la necesidad de controlar este equilibrio para que los clubs no se endeuden por encima de sus posibilidades reales. La pasión de los seguidores, la presión mediática y el protagonismo de sus gestores conducen a una falta de reflexión económica.
Es necesario racionalizar las decisiones y dar un nuevo impulso en el proceso de profesionalización de todos los estamentos del mundo del fútbol, especialmente en los órganos de gobierno, donde se toman las decisiones estratégicas de mayor calado, de manera que no se mate la gallina de los huevos de oro y se la cuide para sacar partido, con eficacia, de todo el potencial que tiene en sus manos.