Isabel Rodríguez Tejedo, Profesora de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, Universidad Navarra
La reforma que no llega
Las previsiones del Fondo Monetario Internacional para España se hicieron públicas hace unos días. En la página web del FMI, un vídeo de un minuto y cuarenta y cinco segundos resume la posición de la institución sobre la economía española: el enfermo está estable. Algunos datos apuntan hacia la mejoría, pero no parece posible que vayamos a ver una vuelta "a los buenos tiempos del pasado" en el futuro próximo. Si habláramos de medicina, la cosa estaría clara: pintan bastos. Pero en economía no es tan fácil decidir: ¿es eso bueno o malo?
En política presupuestaria, el FMI nos da un aprobado (la interpretación es mía), pero se pone cuidado en añadir "si" y "siempre y cuando". Claramente, los recortes presupuestarios y el mensaje de contención del déficit concuerdan con los principios fiscales de la institución. Sin embargo, el Fondo se muestra cauteloso con las previsiones ( a las que califica de optimistas) en las que se basan los números del Gobierno. De forma sutil, sugiere preparar "medidas adicionales", por lo que pueda pasar.
Si la economía mundial se debilita de nuevo (las predicciones sobre este tema son dispares y muy cambiantes) o la frágil confianza del sistema en nuestras posibilidades se deteriora, cabe dentro de lo posible que tengamos que hacer hueco a alguna de esas medidas adicionales. Quizá por no perder el sueño, no estamos planteándonos qué tipo de medidas están en la recámara.
Oportunidad perdida
Y mientras nos preocupamos por la doble recesión, el PIB y la confianza, el mercado de trabajo espera. No es sorprendente que más de una tercera parte del tiempo dedicado por el Fondo Monetario a comentar de manera divulgativa las predicciones para nuestro país se dedique al tema laboral. En respuesta a la pregunta de si las reformas tendrán éxito, el responsable del área dedicada a
España alaba la dirección de las medidas, pero, de nuevo, se cobija en los condicionales: las reformas tendrán éxito si se sigue adelante con ellas y se aprovechan las oportunidades.
La reciente aprobación en el Congreso de las reformas al mercado de trabajo ha llegado con enmiendas a la propuesta original. Con tantas idas y venidas, estamos dejando pasar una de las pocas ventajas de los malos tiempos: y es que cuando las cosas se ven difíciles, las medicinas se toman con menos aspavientos, por muy malas que sepan.
La traducción a "reforma laboral" que más se oye en la calle es "que a la empresa le sea más fácil despedirme" y, si hablamos de pensiones, "encima, más años trabajando antes de poder jubilarme", pero conviene pensar más allá. Y es responsabilidad de nuestros representantes (a todos los niveles, públicos y privados) asumir la toma de decisiones con la vista más allá del futuro inmediato.
El propio Fondo Monetario insiste en la necesidad de un consenso social que permita afrontar un problema con enormes costes sociales y económicos. Para eso es necesario, primero, que todos los involucrados tengan el valor de reconocer lo que ya saben, pero queda mal cuando se dice en la televisión.
Aunque haya datos positivos, que los hay, otros números reflejan datos que dan que pensar. Seguimos teniendo una tasa de paro que espanta, el número de hogares con todos sus miembros en paro crece, los jóvenes se enfrentan a un mercado laboral con malas perspectivas. Y mientras, la duda de un posible recrudecimiento de las condiciones económicas en el extranjero alarga las sombras de la recuperación global, y pone en duda nuestra recuperación.
La situación exterior no está en nuestras manos y, ciertamente, el abanico de políticas posibles no es ilimitado. Pero "estable" no debe confundirse con "bien", y la inacción a estas alturas puede costarnos muy cara.