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Ricardo Fernández Gracia, Director de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

Román Felones, Profesor e historiador

Mª Josefa Tarifa, Universidad de Zaragoza

Pilar Andueza, Universidad de La Rioja

Viana, una ciudad monumento

19 de octubre de 2019

dom, 06 oct 2019 16:07:00 +0000 Publicado en Diario de Navarra


FOTO: Montxo A.G. DN

Con el convencimiento de que las posibilidades de aprendizaje y crecimiento personal, junto al patrimonio cultural son numerosas, máxime contemplando las obras in situ, los promotores de esta iniciativa han preparado unas visitas que tendrán por objeto el conocimiento de diversos conjuntos monumentales, rutas y algunos bienes culturales concretos. De la mano de investigadores y especialistas en las diferentes áreas de la historia del arte, la música, la literatura y el derecho se destacará en la visión global de los mencionados bienes por su carácter condensador, ya que en su gestación convivieron de modo armónico e integrador literatura, música, ceremonial, mentalidades y estéticas de distinto signo.

Mirar, ver y leer a través del legado histórico-artístico puede ser un ejercicio provechoso a la hora de realizar lecturas en clave cultural de numerosos conjuntos de nuestro acervo cultural. El reto para el estudioso y el ciudadano de hoy consiste en realizar análisis y lecturas verosímiles, ajustadas y contextualizadas de imágenes producidas en momentos tan distintos a los actuales y con unos códigos tan alejados de nuestro tiempo.

Una sociedad avanzada, culta y con altos niveles de bienestar, debe convivir armónicamente con su legado cultural, material e inmaterial. La contemplación y el estudio de los testimonios del pasado de modo reflexivo, además de constituir un placer para los sentidos, conducen a una visión multidisciplinar de los mismos: desde el contexto histórico en que se gestaron con sus estilos, promotores y artistas, hasta su mensaje -más o menos oculto- y el uso y función con que se concibieron. Los bienes culturales ayudan a profundizar en la historia de los pueblos y perfilan su propia identidad, personal y colectiva.
 


FOTO: Montxo A.G. DN

Un templo magnífico de la mano de destacados maestros y mecenas
Ricardo Fernández Gracia
Director de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

Una visita a la ciudad de Viana y sus monumentos nos sitúa ante sobresalientes bienes culturales que superan, en muchos casos, a las manifestaciones artísticas regionales por su calidad, proyección, promoción y artistas de diferentes especialidades y procedencias, que fueron capaces de llevar a cabo proyectos de gran envergadura. Desde Zaragoza, Francisco del Plano, desde Tudela Vicente Berdusán, desde Santo Domingo de la Calzada, Bernardo de Elcaraeta, desde Bilbao Luis Paret… etc., y así un elenco de artistas de primera línea para otras tantas obras.

Si nos detenemos en el magnífico interior de la parroquia de Santa María y evocamos a quienes allí trabajaron, desde el siglo XIII al XVIII, comprobaremos las posibilidades económicas y el interés de los responsables del templo por contar con un edificio destacado que acabó contando con una insólita girola, realizada al finalizar el siglo XVII en un verdadero revival, evocando al Gótico radiante. Con aquella prolongación de las naves laterales tras la capilla mayor, Viana contaba la tercera girola de la arquitectura navarra, tras el primer ejemplo en el monasterio de Fitero y el segundo, en la catedral gótica de Pamplona. 

Sus capillas, dependencias y ajuar de artes figurativas y suntuarias, además de señalar la evolución de los estilos a lo largo de los siglos, nos sitúan ante destacadísimos maestros que llegaron a trabajar allí, estableciéndose, en algunos casos, en la localidad y dando lugar a talleres artísticos expansivos que nutrieron de obras a numerosas poblaciones del País Vasco, Navarra y La Rioja. Con algún paréntesis ocasionado por el destino de los fondos de las primicias para la construcción de la girola, otros artistas, los cantores e instrumentistas sobresalieron por encima del resto de las capillas de música parroquiales de los siglos del Barroco.

Entre los mecenas, hay que destacar a sus tres arzobispos a través de señeras piezas, así como la llegada del pintor Luis Paret, gracias a la mediación de Rafael Múzquiz, capellán real y futuro arzobispo de Santiago de Compostela, para ejecutar el conjunto de pinturas de la capilla de San Juan del Ramo, que vienen a ser el canto del cisne, en clave de pintura rococó, de unos siglos de gran esplendor artístico. 
 


FOTO: Montxo A.G. DN

Un conjunto amurallado en una encrucijada entre Castilla y Navarra
Román Felones
Profesor e historiador

Viana presenta, entre otras singularidades, el ser un enclave con fecha de nacimiento muy precisa. El 1 de febrero de 1219 se puso la primera piedra junto al que luego sería el portal de San Felices.

El reino de Navarra acababa de perder los actuales territorios de Álava, el Duranguesado y Guipúzcoa y Sancho VII el Fuerte trató de fortalecer la frontera suroeste de Navarra mediante un conjunto de núcleos fortificados de clara intención defensiva. A ésta se añadieron otras razones adicionales: motivos económicos y sociales vinculados al impulso de nuevos núcleos urbanos en torno al Camino de Santiago.

Mediante el llamado Privilegio del Águila, el monarca otorga el fuero con la intención de promocionar el asentamiento de nuevos pobladores, además de las gentes de las aldeas circundantes, ofreciendo privilegios y libertades muy superiores al resto de la población campesina. Esto supuso la transformación económica, social y jurídica de la situación existente, además de un cambio trascendental en la condición de sus habitantes.

El trazado urbanístico de Viana responde a su carácter de plaza fortificada. Tiene un plano regular, adaptado a la topografía del terreno, de estructura geométrica y simétrica. El resultado es un rectángulo con una calle principal recta de oeste a este y otras dos paralelas, una a cada lado. Otra calle transversal atraviesa el conjunto en dirección norte-sur. Las calles son estrechas y las casas también estrechas y de fondo alargado. Una muralla rodeaba la villa por los cuatro costados, con fosos, barbacanas y torres de planta cuadrada en cada trecho. Esta muralla solo se abre en cuatro puntos, con puertas a donde van a parar las calles principales. Dos iglesias principales, San Pedro y Santa María, y un castillo completan lo básico del conjunto.

Este plano, todavía hoy perceptible, fue el marco donde nació y creció una población rica en historia, economía y patrimonio, que se vio condicionada por su carácter de encrucijada entre Castilla y Navarra.
 


FOTO: Montxo A.G. DN

Arquitectura y humanismo: la portada de Santa María, un hito del Renacimiento en España
Mª Josefa Tarifa Castilla
Universidad de Zaragoza

La iglesia gótica de Santa María de Viana fue engalanada en el siglo XVI con una excepcional portada pétrea, obra cumbre del Renacimiento navarro y peninsular, por su complejo diseño arquitectónico y programa escultórico. Fue trazada y contratada por Juan de Goyaz en 1549, quien trabajó en ella hasta 1552, sucediéndole en la dirección de la obra Juan de Ochoa de Arranotegui (1556-1566) y Juan de Orbara (1566-1570).

Goyaz proyectó una gran hornacina central, cubierta por bóveda de cuarto de esfera casetonada, ampliada con calles laterales y rematada por frontón triangular. Una solución vanguardista que está en la línea de la propuesta de Bramante para el Nichal del patio del Belvedere del Vaticano (Roma) y que denota el conocimiento que aquel poseía de las edificaciones de la antigüedad clásica romana, en las que se inspiraron los artistas renacentistas y de la tratadística arquitectónica. Incluso, el cuerpo bajo de la portada es una trasposición del esquema de un arco de triunfo romano, articulado por columnas corintias que lo dividen en cinco calles.

En la portada se esculpió un programa escultórico humanístico, sacro y profano, ideado posiblemente por Juan Bernal Díaz de Luco, culto prelado de la diócesis de Calahorra-La Calzada (1545-1566), a la que pertenecía entonces el arciprestazgo de Viana, con unos rasgos estilísticos acordes a la escultura riojana del segundo tercio del Quinientos. La iconografía religiosa muestra escenas de la Infancia y Pasión de Jesús, profetas, evangelistas y padres de la Iglesia Latina, además de la Asunción y Coronación de la Virgen, que enfatizan los preceptos tridentinos. También se labraron la sinastría de los horóscopos del nacimiento y muerte de Cristo, y los trabajos del héroe griego Hércules, cuyas hazañas fueron interpretadas con un valor moralizante, de lucha contra vicios como la soberbia, la lujuria o la avaricia.
 

Arte y poder local: el esplendor urbano en los siglos del Barroco
Pilar Andueza Unanua
Universidad de La Rioja

Siguiendo la política de fortificaciones de su padre, en 1219 Sancho el Fuerte fundó Viana en un lugar estratégico, entre el Ebro y las estribaciones de la sierra de Codés, en pleno Camino de Santiago. Nació así un recinto longitudinal amurallado reforzado por torres, con foso, barbacanas y cuatro portales asomados hacia los puntos cardinales. En su interior se desarrolló un trazado urbanístico regular con dos ejes transversales -la Rúa Mayor y la actual calle del Conde de San Cristóbal-, siguiendo un planteamiento similar al desplegado previamente en Sangüesa, Puente la Reina, Pamplona o Laguardia. Formando parte del sistema defensivo se alzaron la parroquia de San Pedro al oeste, la de Santa María al norte, y al sureste, en un escarpe, se erigió el castillo. Fuera de la villa se situaron varios arrabales, entre los que se hallaba la judería en dirección a Logroño. 

Tras la conquista de Navarra por Fernando el Católico, se abrió para la villa un periodo de paz y prosperidad, así como de crecimiento demográfico y económico. El fin del papel defensivo de la villa supuso el inicio de una progresiva transformación urbana que alcanzó su máximo desarrollo en los siglos XVII y XVIII. Convertida en ciudad en 1630, las autoridades municipales decidieron levantar una casa consistorial, monumentalizando con ello la plaza mayor, donde se celebraban el mercado y las ferias desde la Edad Media. En 1684 se hizo cargo de la empresa Juan de Raón, un maestro de origen francés, quien también se comprometió a erigir por las mismas fechas el balcón de toros municipal en la plaza del Coso, un nuevo espacio barroco surgido para acoger la fiesta taurina. Allí, muy poco tiempo después, el cabildo eclesiástico también levantó su propio balcón. De manera paralela la monumentalización de la ciudad se completó merced a un grupo de familias nobiliarias que erigieron sus magnas residencias en la Rúa Mayor, entre medianiles, dotándolas con amplias balconadas, potentes rejerías de forja y un escudo de armas bien visible que proclamaba la nobleza de sus moradores.