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Javier Gil, Investigador del proyecto 'Religión y sociedad civil', Instituto Cultura y Sociedad

La paloma Netanyahu

mié, 06 nov 2013 11:39:00 +0000 Publicado en El Norte de Castilla, Las Provincias y La Rioja

A lo largo de los últimos cuatro años, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu se ha ganado una inmerecida fama de político belicoso y agresivo. Tanto en Europa como en Estados Unidos se le considera un legado de la ideología neoconservadora imperante en los primeros años de Bush. Para la izquierda más radical y los pacifistas, Netanyahu es la bestia negra que amenaza la estabilidad y la paz en Oriente Medio. Netanyahu, en otras palabras, es de la familia de los halcones, de aquellos dispuestos a recurrir a la acción armada antes de agotar la vía diplomática. Sin embargo, repasando sus cuatro años de gobierno, uno se ve obligado a llegar conclusiones bien distintas.

Pongamos el último enfrentamiento armado en Gaza, que ha sido uno de los conflictos más breves de la historia de Israel desde la guerra de los seis días en 1967. Contrariamente a lo que se piensa, Netanyahu y su partido conservador, el Likud, se resistieron en todo momento a lanzar una ofensiva a gran escala. De hecho, llegaron a soportar más de 800 cohetes lanzados desde Gaza antes de decidirse a emprender una acción militar de gran envergadura. Si en la última guerra de Gaza- 2009- llevada a cabo durante el gobierno de Ehud Olmert y su centrista partido Kadima las víctimas palestinas llegaron a 1400, en la reciente operación militar ordenada por Netanyahu tan sólo perdieron la vida 146. Conviene recordar también que Olmert había llevado previamente a cabo una operación militar en 2006 contra Hezbolá en Líbano que costó la vida de 165 israelíes y 1300 libaneses. En este frente, Netanyahu, ha evitado por todos los medios recurrir a la fuerza para responder a las esporádicas provocaciones en forma de cohetes y atentados de Hezbolá.

Con respecto a la proliferación nuclear, puede que Netanyahu haya empleado una dura retórica e incurrido en innumerables amenazas, pero sus palabras nunca han sido seguidas de acciones. Aquí Netanyahu se ha ajustado al guión marcado por Obama: dar tiempo a la diplomacia y a las sanciones económicas. Esto contrasta de nuevo con su predecesor en el cargo, Ehud Olmert. Durante el gobierno del moderado Kadima, Israel mantuvo una actitud más atrevida y no dudó en ordenar un ataque aéreo contra instalaciones nucleares en Siria.

En otros campos, Netanyahu ha seguido la línea impuesta por Washington y Obama: mantener una actitud pasiva ante la guerra civil en Siria, no responder ante las provocaciones de ataques terroristas provenientes del Sinaí egipcio, así como mantener un estricto silencio ante el rearme- promovido por  el propio Obama- de la rival Arabia Saudí y otros países del Golfo que van a poner en seria dificultad la supremacía militar israelí en la región.

Netanyahu ha demostrado ser un líder reacio al recurso de la fuerza que busca a su vez evitar cualquier conflicto con sus aliados. Muchos en Washington y Bruselas lamentan que en el momento en que vuelven a surgir las esperanzas sobre una solución consensuada al contencioso nuclear iraní, Netanyahu haga sonar los tambores de guerra. Esta corriente sostiene que un líder más racional y menos conflictivo no torpedearía las negociaciones de Ginebra. Pero, a la luz de los hechos, lo que quizá deberían agradecer es que Netanyahu siga al frente del gobierno en Israel. Sus amenazas no se han traducido en ninguna acción militar concreta contra Irán y no parece que vayan a hacerlo en un futuro próximo. Todo parece indicar que el primer ministro israelí simplemente se ha limitado a desempeñar su papel de policía malo a la perfección. Netanyahu amenaza y Obama tiende la mano. Sin la agresividad y la firmeza del primero es dudoso que las autoridades iraníes se estuviesen planteando estrechar la mano del segundo. El peligro es que las palabras de Netanyahu acaben por mostrarse incapaces de disfrazar la realidad: que no hay una respuesta militar creíble al programa nuclear iraní y que su gobierno es incapaz de hacer valer sus amenazas. Que el líder Israelí no es más que una paloma que habla como un halcón.

Puede que Netanyahu haya abusado por demasiado tiempo de su retórica belicista. Tras años advirtiendo a Irán y aireando los planes militares para la destrucción de su programa nuclear, el Primer Ministro Israelí corre el riesgo de perder su credibilidad tanto ante sus electores como ante los enemigos de Israel. Y ésta sí que podría ser la razón que empujase a Netanyahu a pasar de las palabras a los hechos. Es por ello por lo que quizás nadie cómo el propio Netanyahu desea unos prontos resultados tangibles en las negociaciones entre Estados Unidos e Irán.