Juan Luis Lorda, Profesor de Teología , Universidad de Navarra
La serpiente del Ayuntamiento de Pamplona
Está a la izquierda. A la izquierda de la puerta principal, quiero decir. La tiene enroscada en el brazo una de las estatuas barrocas que flanquean la entrada.
Las dos estatuas, un poco desgastadas por nuestro inclemente aire, no son excepcionales, pero el conjunto es bastante bueno. Lo mejor es el lema latino en el arco de la puerta: Patet ómnibus ianua, cor valde magis: "Para todos está abierta la puerta y mucho más el corazón". Lema emocionante para un Ayuntamiento. Será difícil encontrar algo mejor.
Toda una declaración de intenciones. Apoyada, además, por las dos estatuas. La de la derecha, con espada en alto y una balanza recogida bajo el otro brazo, representa, claramente, la justicia. Y la de la izquierda, con la serpiente y una especie de ostensorio, es la prudencia. Son las virtudes principales para gobernar: prudencia y justicia. Aunque también se necesita coraje, para sacar las cosas adelante y oponerse a los canallas. Y moderación o templanza, para ser equilibrado en todo. La justicia ha estado un tiempo sin espada. Pero se la han repuesto. Y han hecho bien, porque necesita espada para hacerse respetar. Pero su fuerza no se basa en la espada sino en la razón.
Son las cuatro virtudes clásicas: prudencia, justicia, fortaleza o coraje, y templanza o moderación. Desde la República de Platón hasta el Ayuntamiento de Pamplona han recorrido unos 2400 años de ideales públicos y privados, que compendian nuestra cultura occidental. Platón consideraba necesarias las cuatro virtudes para el buen gobierno de las ciudades y de las personas. Y le parecía lo más central de la educación para la ciudadanía.
El ostensorio que lleva la prudencia es, en realidad, un espejo para mirarlo todo con cuidado (especular). Y la serpiente enroscada viene del Evangelio de San Mateo: "Sed prudentes como serpientes y sencillos como palomas".La prudencia necesita la supuesta astucia de las serpientes para calcular lo que va a pasar. Aunque también le conviene la sencillez de las palomas, porque, cuando se es honrado no hacen falta trampas, ni esconder nada. Algunas imágenes de la prudencia (la nuestra no) tienen, además, dos caras, delante y detrás. Esto es un recuerdo del dios romano Jano. Con una cara, mira al pasado, y significa la experiencia. Y con la otra, al futuro, y significa la previsión. Todo lo necesita la prudencia. Y es muy propio recordarlo en enero, que es el mes de Jano (Ianuarius).
Estas virtudes civiles, que lo mismo sirven para los ediles que para los ciudadanos, tienen estos días en Pamplona otra curiosa ilustración. En el Archivo General de Navarra, hay una interesante exposición sobre "El derecho de Navarra" que ha montado Mercedes Galán. En ella, se puede ver un magnífico "Libro de Juras de los Alcaldes de Pamplona", del siglo XIII, nada menos. Está abierto sobre una hermosa miniatura, algo desgastada, sobre la que se juraba, supongo, poniendo la mano. En la explicación se lee que el nuevo Alcalde se comprometía a defender y respetar la justicia y añadía "y que por bienquerencia, odio, parcialitat, favor, ganancia ni perdida, non fare ni juzgare, sino berdat (verdad), oídas las partes en todo lo que querrán decir et alegar".
Es que oír a las dos partes cuando hay que juzgar, era y es la norma más elemental de la justicia y de la prudencia. Y lo mismo sirve para la vida pública que para privada. No hay justicia ni prudencia, si al resolver un litigio entre dos, no se oyen a las dos partes. O si cuando hay que juzgar a alguien, aunque sea por dentro, no se conocen las razones que tiene. Y a veces es muy difícil.
La prudencia no es el arte de la cobardía o de la indecisión, es el arte de acertar. Y de acertar con un criterio que es el de la justicia. No el del antojo o el de la ventaja; no el del favoritismo o el del rencor.
En 2400 años, nuestra vida ha cambiado mucho y la humanidad ha conocido enormes progresos, también en Pamplona. Pero en lo que se refiere a la sabiduría de la vida y a la educación para la ciudadanía, mientras seamos seres humanos y queramos vivir como seres humanos, nos sirven las mismas convicciones que han construido nuestra convivencia y han guiado nuestra educación durante milenios.
Las estatuas de la prudencia y la justicia tienen unos pedestales con unas placas de mármol blanco, que parecen puestas más tarde. En una se lee que la altura sobre el nivel del mar en Alicante, es de 444,67 metros. Y en la otra, que la altura sobre el nivel del mar en Santander, es de 443,80 metros. Las placas no añaden gran cosa al conjunto. Más bien, le dan un toque realista y prosaico. Y algo cómico, porque no se sabe bien cómo han podido medir los dos decimales ni cuánto ha podido durar quieto el nivel de los dos mares.
En cualquier caso, lo verdaderamente interesante no es a qué altura vivimos sobre el nivel del mar, sino a qué altura vivimos en el nivel de humanidad y civismo que reclaman las virtudes representadas por las estatuas, y el lema sobre la puerta de nuestro Ayuntamiento.