Santiago Álvarez de Mon, Profesor del IESE, Universidad de Navarra
Crisis política y de recursos humanos
¿En qué medida está influyendo la crisis en las políticas de recursos humanos de las empresas? Sin generalizar, se observan las siguientes tendencias.
Contratación: el desfase entre demanda y oferta propicia que en el mercado exista la posibilidad de fichar a profesionales cualificados en condiciones muy favorables. Auténticas "gangas" se pueden encontrar en el segmento más joven de la población, pero también en personas contrastadas. No obstante, se ha de tener en cuenta que las resistencias a cambiar de empresa o actividad, por aversión al riesgo, se ven acrecentadas. Son muchos los que se aferran a aquello de "más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer". Personas que en otras circunstancias se moverían se lo piensan dos veces.
Retribución: realismo, sobriedad, la crisis ejerce una clara presión a la baja sobre los salarios. Son muchas las empresas, sobre todo pymes, en las que todos los profesionales han visto reducidos sus sueldos en porcentajes que oscilan entre el 5% y el 30%. A eso hay que sumar la sensible disminución del variable. Ligado al cumplimiento de objetivos, muchos se han quedado sin un complemento con el que se contaba. Otras retribuciones en especie sufren recortes muy significativos.
Formación: dos fenómenos aparentemente contradictorios. Muchos presupuestos, sobre todo en empresas que perciben este concepto como un gasto, han visto disminuido sensiblemente su cuantía. Pero la formación decidida y financiada al menos parcialmente por individuos se ha visto reforzada. Más tiempo, suficiente colchón financiero y necesidad de renovarse es una mezcla ideal para volver a las aulas.
Carreras: se tiende a una ralentización de las mismas. Los plazos se alargan, las promociones se aparcan, las subidas se congelan. El que tenga prisa que asuma riesgos y monte su propia empresa. A este respecto, la adversidad puede ser una magnífica escuela para emprendedores en potencia que sólo necesitan un empujón. La crisis también contribuye a que los escandalosos niveles de absentismo se corten un poco, la gente se modera, no quiere llamar la atención. De todos modos, el margen de mejora en este apartado sigue siendo amplísimo.
¿Qué pasa con otras prácticas como conciliación, planes de diversidad o RSC? Sin que pasen a mejor vida, detrás de ellas se acurrucan tendencias socioculturales irreversibles. Se han visto frenadas o aparcadas.
La reacción a la crisis permite hacer una radiografía muy fina de cada organización. Algunas, habiéndose apretado el cinturón, practicando la austeridad, especialmente en los centro corporativos –estos ganan peso sin darse cuenta– mantienen compromisos y decisiones estratégicas que hablan elocuentemente de su filosofía y cultura. Otras, en cambio, han modificado camaleónicamente su discurso "humano", recuperando un feroz utilitarismo al que un márketing social diseñado en la abundancia servía dócilmente.
En el fondo no hay muchas sorpresas. Lo que se hacía antes de la crisis permitía aventurar la respuesta a la misma. Todos saben que nada volverá a ser como antes. Estos años marcarán un punto de inflexión. A ver si se enteran las Administraciones Públicas y se aplican el cuento.