07/10/2021
Publicado en
El País
Javier Larequi |
Investigador en el Navarra Center for International Development del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra.
Ahora que la pandemia parece que llega a su fin, es necesario ordenar las migraciones, ayudar a los países en origen y garantizar vías legales para que no se repita un verano tan trágico como el que hemos vivido.
Abdou (nombre ficticio) ya había preparado el poco equipaje con el que contaba para viajar desde Gambia hasta Europa a través de una peligrosa ruta que le iba a obligar a cruzar África hasta llegar a Italia o España, con suerte. Era el 22 de marzo de 2020 y, aunque su plan inicial era esperar al buen tiempo veraniego, había decidido acelerar sus planes ante el estallido, también en su país, de la pandemia de la covid-19. Apenas un día después, el día en el que Abdou pretendía salir del país, el gobierno declaró el estado de emergencia pública y cerró las fronteras. Ya no tenía escapatoria.
Al igual que Abdou, miles de jóvenes de Gambia se han visto obligados a retrasar su sueño de buscar un futuro mejor en Europa o en otros países próximos por culpa de la pandemia. Las restricciones de movilidad del último año y medio como consecuencia de la covid-19 han paralizado durante meses las rutas de migración legales dentro del continente, casi siempre con destino final Europa, obligando a miles de africanos a quedarse un tiempo más en sus países o a optar por vías ilegales.
En el inicio de la pandemia, el cierre de las fronteras internacionales aumentó la preocupación por el hecho de que creciese el uso de las rutas ilegales con los desastres humanitarios que suelen tener aparejados. De hecho, las llegadas de inmigrantes ilegales a Italia en 2020 se triplicaron y las de España aumentaron casi un 30% en comparación con el año anterior. En el caso de nuestro país, este incremento se ha producido fundamentalmente a través de las Islas Canarias desde países como Marruecos, Mauritania, Senegal o Gambia. En 2021, la llegada de inmigrantes africanos a nuestras costas había aumentado un 135% y las diferentes rutas hacia Canarias habían costado la vida hasta agosto de 786 personas, de las que 379 fallecieron en dicho mes, una cifra que nunca habíamos visto antes.
El cierre de las fronteras internacionales también cortó durante algunos meses el flujo de inmigrantes entre algunos países africanos, como es el caso de Gambia y Senegal. Tijan Bah, investigador del Navarra Center for International Development, ha estudiado los efectos de la covid-19 en la intención de migrar a Europa y a otros países vecinos.
Gambia es un país especialmente interesante para este análisis, ya que presentaba las tasas de migración per cápita más elevadas de todo el continente africano antes de la pandemia. Aunque la principal ruta utilizada por los migrantes de este país va desde África Oriental hasta Europa por medio del Mediterráneo Central, también tienen la posibilidad de migrar a Senegal, donde existe abundante trabajo agrario en áreas rurales y urbano en ciudades como Dakar.
Después de entrevistas realizadas puerta a puerta antes y después de la crisis sanitaria, el estudio de Tijan Bah concluye que en Gambia se ha reducido la intención de migrar a Europa en un 31% y a Senegal en un 34% en el caso de los jóvenes: “La covid-19 ha tenido el mayor impacto en la reducción del deseo de migrar en los individuos que estaban inseguros sobre su decisión de abandonar su país o no y en aquellos individuos más pobres a los que la pandemia ha afectado gravemente desde el punto de vista económico”, asegura el investigador del Instituto de Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra.
Uno de los motivos principales que explica el descenso en el deseo de migrar en los primeros meses de la pandemia es la expectativa de peores oportunidades económicas en el extranjero. Si bien es cierto que la situación económica también ha empeorado en los lugares de origen de los inmigrantes, esto se ve contrapesado por los mayores costes del viaje, la menor capacidad para pagarlos y, por último, las peores condiciones sanitarias en los países europeos, al menos de forma temporal.
No hay que menospreciar el hecho de que la pandemia golpeó desde el principio los dos principales destinos para los inmigrantes de Gambia: España e Italia. A eso hay que añadir que en las áreas rurales del país apenas se han respetado las normas sanitarias, ya que mucha gente cree que el virus solo existe en áreas urbanas. Por último, el cierre de puertos, las cuarentenas y la reducción de la presencia de equipos de salvamento marítimo han incrementado los riesgos de la migración irregular. Al riesgo de viajar a Europa por vías ilegales hay que añadir que el gobierno del país africano bloquea los vuelos de sus nacionales deportados desde Europa con la excusa de que, según dicen, no puede reintegrarlos.
No obstante, el sueño de los jóvenes gambianos de mejorar su futuro en Europa no ha desaparecido: el 65% de los entrevistados insisten en que es muy probable que intenten migrar. Por eso, y ahora que la pandemia parece que llega a su fin, es necesario ordenar las migraciones, ayudar a los países en origen y garantizar rutas seguras y legales para que no se repita un verano tan trágico desde el punto de vista migratorio como el que hemos vivido.