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Las Mujeres en las Artes y las Letras en Navarra (3). La primera generación de pintoras de Navarra

07/11/2022

Publicado en

Diario de Navarra

José Mª Muruzábal del Solar |

Historiador del Arte

Diario de Navarra, en colaboración con la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro de la Universidad de Navarra, aborda, mensualmente, de la mano de especialistas de diversas universidades e instituciones, aspectos sobre la relación de la mujer con las artes y las letras en Navarra.

Es conocido que la presencia de la mujer en la historia del arte ha sido francamente limitada; hay que esperar a muy avanzado el siglo XX para encontrar mujeres con cierta relevancia dentro de las artes plásticas. La presencia de la mujer en el mundo del arte era limitada, de igual manera que era limitada su presencia en multitud de ámbitos políticos, económicos o sociales. Gracias al elemental sentido de justicia e igualdad que está extendido hoy en día en nuestro mundo dicha situación ha ido cambiando La situación de Navarra al respecto no ha sido diferente de lo acontecido en otros lugares y, en muchos aspectos, la incorporación plena de la mujer a diferentes ámbitos ha sido más bien tardía.

Respecto al mundo del arte navarro, la presencia de la mujer en el mismo es bastante tardía. En lo que se refiere a la presencia de la mujer en la pintura navarra, motivo de este trabajo, el siglo XIX es prácticamente nulo. No podemos aportar ningún nombre que tuviera, siquiera, una mínima relevancia. Podemos suponer que, en la mentalidad de los habitantes de Navarra en dicha época, el papel de la mujer estaba centrado en otras labores. Hay que esperar a que se vaya desarrollando el siglo XX para encontrarnos con las mujeres pioneras de la pintura navarra, que intentaremos presentar, de manera sintética, en este trabajo. Alguna de ellas ya han sido tratadas en las páginas de Diario de Navarra, de manera monográfica, en esos artículos que periódicamente tiene a bien editar este medio.

En el momento que pudimos reflexionar sobre este asunto procedimos a elaborar una primera lista de mujeres dedicadas a la pintura, y que tuvieron un mínimo renombre o actividad dentro de ella, en Navarra. Dado que se hacía preciso centrar cronológicamente el tema pensamos en mujeres pintoras nacidas antes de la Guerra Civil Española, es decir, nacidas antes de 1936. En el listado figuraban 15 pintoras. Quizás no son muchas respecto del número de hombres dedicados a esta actividad en el mismo periodo cronológico; no obstante, no deja de ser un número interesante que da fe, y demuestra, el cambio de paradigma que supone la incorporación femenina al arte navarro. Presentar a 15 pintoras en un artículo, con las limitaciones de espacio que tenemos, era complejo; por ello hemos optado por tratar únicamente a las auténticas pioneras de nuestra pintura, lo que podríamos considerar como primera generación de pintoras navarras, acotando su cronología de nacimiento entre los años finales del siglo XX y el año 1915. En este margen cronológico tenemos a siete artistas. Dejaremos al resto, la segunda generación de pintoras navarras, también auténticas pioneras, para otra ocasión.

Las primeras pintoras

Las dos primeras mujeres que aparecen en la pintura navarra nacen dentro de la última década del siglo XIX. La primera de ellas es Rosa Iribarren (Tudela, 1894 – Madrid, 1958). Su afición por la pintura provenía de un tío suyo, Inocencio Ortiz, pintor aficionado. Estudió en las Dominicas en Pamplona, dando también sus primeros pasos en la enseñanza del arte en la academia del maestro Javier Ciga. A inicios de la década de los años veinte se traslada a Madrid, para continuar sus estudios, siendo discípula de Cecilio Plá. El año 1924 cuenta con una ayuda económica de la DFN, siendo la primera mujer navarra en conseguir dicha pensión económica, ayuda que mantuvo entre 1924 y 1926. En Madrid inició también su labor como copista del Museo del Prado, en lo que contó con la ayuda de otro artista navarro afincado en Madrid, Natalio Hualde. En el Certamen de Arte del Ayto. de Pamplona, en 1926, obtuvo una medalla de plata por su obra Segoviano, hecho que repitió en el Certamen de Arte de 1928, con el título Las Canasteras. En el Palacio de la DFN en Pamplona se conserva un cuadro suyo, Tiburcio de Redín. No descuidó nunca su relación con Navarra. Rosa Iribarren es una artista aún por descubrir; por los datos que tenemos se dedicó preferentemente a la pintura de figuras, al bodegón y a su labor de copista en el Museo del Prado de Madrid, que es con lo que se ganó la vida.

La segunda mujer a destacar es Karle Garmendia (Oroz Betelu, 1898 – Pamplona, 1983). Dada su temprana inclinación artística pronto asistió a la Escuela de Artes y Oficios de Pamplona y a las clases de la academia de Javier Ciga. Tras este aprendizaje, en la primera parte de los años veinte, la pintora se traslada a estudiar a París. En la capital francesa consta que asistió a los cursos de la prestigiosa Academia Colarossi y a la Escuela de Bellas Artes, siendo la primera mujer navarra en hacerlo. Durante su estancia en París, Karle Garmendia trabó amistad con un artista valenciano, Higinio Blat, con quien se casó en 1926. En el Certamen artístico de 1926 en Pamplona obtuvo el segundo premio con la obra Silencio. El matrimonio acaba instalándose en la localidad francesa de Pau durante cerca de quince años. En 1948 se trasladaron a Méjico, concretamente a la localidad de Hermosillo, capital del estado de Sonora. Allí, Higinio Blat fue el fundador y primer director de la Academia de Artes Plásticas de la Universidad de Sonora. Karle Garmendia le acompaña en el empeño y actúa como maestra en dicha academia. A fines del año 1959, la familia Blat Garmendia regresa definitivamente a España, instalándose en la capital navarra. Esta artista, dejó una obra numerosa, repartida por infinidad de lugares y colecciones. La suya fue una pintura vital, enérgica, llena de color y expresividad.

Pintoras de principios de siglo XX

En la primera década del siglo podemos sumar tres nombres más a esta relación. La primera es Adela Bazo (Cascante, 1905 – Buenos Aires, 1989). Su familia pronto se trasladaría a Madrid y Adela estudió en la Universidad Central, donde se licenció en Ciencias Exactas. Su vocación artística se manifiesta a edad temprana. En 1944 la Academia de Bellas Artes le otorgó la prestigiosa beca Conde de Cartagena, que le permitió ampliar estudios en el extranjero. En 1948 se trasladó a Buenos Aires, donde vivían sus parientes. En Argentina se dedicó plenamente a la pintura y a dar clases particulares de ello. En 1984 viajó a España con la intención de instalarse aquí, pero volvió a Buenos Aires, donde falleció. Su pintura se dedica al paisaje y al retrato.  El segundo nombre a considerar es Asun Asarta (Bilbao, 1905 – 1986), hija del conocido artista navarro Inocencio García Asarta. Empezó en el arte muy joven como lo testimonia el magnífico dibujo conservado en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, Sala de mi colegio, fechado en 1922. Comenzó a dibujar a una edad muy temprana e hizo su primera exposición a los 15 años. Vivió toda su vida a caballo entre Bilbao y Navarra, donde tuvo décadas de relativa fama. De hecho, sus estancias en Pamplona, Estella y otras zonas de esta Comunidad fueron muy repetidas, por lo que siempre ha sido considerada una pintora navarra a todos los efectos. Dominó el óleo, el pastel y el dibujo. La mayoría de sus cuadros se dedican al género del retrato, en especial al retrato de mujeres.

La tercera de las mujeres es Francis Bartolozzi (Madrid, 1908 – Pamplona, 2004), que por su nivel estético merecería capítulo aparte; es, sin duda, la mujer más destacada del arte navarro y uno de los artistas básicos en la Navarra del siglo XX. Hija del dibujante Salvador Bartolozzi, esposa del pintor pamplonés Pedro Lozano de Sotés y madre del pintor y escultor Rafael Bartolozzi. Se formó en San Fernando de Madrid, donde conoció a Pedro Lozano de Sotés. En los años treinta, consolidada como gran artista, realizó ilustraciones para publicaciones, desarrolló las Misiones Pedagógicas, trabajó escenografías e hizo los conocidos dibujos de la guerra para el Pabellón Español de la Exposición Universal de París de 1937. Tras la contienda se instaló en Pamplona, trabajando junto a su marido, aunque en muchas ocasiones ella permaneció en un lamentable segundo plano. Desde 1944, colaboró con frecuencia con la revista Pregón donde publicó el primer cómic de Navarra. También se dedicó a la pintura de murales en colegios, iglesias y comercios. Algunas de sus ilustraciones infantiles son especialmente célebres, como Pinocho, Pipo y Pipa o El Capitán Trompeta y el Marino Trompetín.

El cierre de esta generación

Finalmente, la segunda década del siglo apunta dos nombres más a estas pioneras de la pintura navarra que venimos comentando. La primera es Esther Navaz (Pamplona, 1911 – San Sebastián, 2003). Fue hija de Mª Ana Sanz Huarte, Directora de la Escuela Normal de Pamplona. En ella se unen las dos tendencias profesionales de la familia, la artística y docente de los Sanz, y la educativa de los Huarte. Miguel Sanz Benito y Mariano Sanz Tarazona fueron su bisabuelo y abuelo; su abuela, Mercedes Huarte y Callís, fue directora muchos años del Colegio Huarte de Pamplona. Estudió magisterio en la Escuela Normal de Pamplona. En 1931 ingresó en la Academia de Bellas Artes de Madrid, donde destacó. A partir de 1939 fija su residencia en casa de su hermana Carmela, en San Sebastián, donde vivió hasta su muerte. Serán frecuentes los viajes a Madrid, ya que siguió en contacto con Vázquez Díaz y otros artistas de renombre, aunque visitaba asiduamente Pamplona. Hasta la década de los cincuenta, Esther Navaz se dedicó intensamente a su producción artística. A partir de los años 50, su actividad profesional se dedicará a la educación de niños con discapacidades. Creó un centro para alumnos con alteraciones de lenguaje en Amara y en 1956 será nombrada delegada de la Asociación de Sordos de Guipúzcoa. Su dedicación a los niños con discapacidades no terminó cuando se incorporó a su plaza de Dibujo en un Instituto de San Sebastián (1966), ni cuando fue nombrada Catedrática de Dibujo.

La segunda de estas artistas es María Teresa Gaztelu (Pamplona, 1911 – 1999). Fue alumna del pintor navarro Javier Ciga. Perteneciente a la alta sociedad navarra y a la nobleza, poseyó los títulos de Marquesa de Góngora y Marquesa de la Lealtad. La Guerra Civil marcó notablemente su destino llegando a ser enfermera; dejó en esta época unas conocidas ilustraciones para tarjetas postales. Dedicó su obra, especialmente, al retrato de la alta sociedad navarra, trabajando con gran nivel la técnica del pastel.