Joan Fontrodona Felip, , profesor del IESE Universidad de Navarra
Un cambio de mentalidad
Estábamos tan necesitados de buenas noticias que, en cuanto han aparecido los primeros síntomas de recuperación económica, se ha abierto la veda para titulares que no se veían desde los gloriosos años del boom económico. Nadie se acuerda ya de aquellos mea culpa que algunos entonaban con (¿falsa?) compunción, o de quienes auguraban la desaparición del sistema económico como lo conocíamos al grito de "nada volverá a ser igual". Me temo que todo volverá a ser igual, si no peor.
¿Qué habremos aprendido de la crisis? Sería muy triste que lo único fuese que hay que perfeccionar las técnicas económicas y financieras, como si todo fuese una cuestión de mejorar nuestra "racionalidad limitada"; o, peor aún, que aprendiésemos que todo es una cuestión de aumentar la regulación, como si todo se solucionase con más control, olvidando que los seres humanos somos suficientemente astutos para saltarnos cualquier sistema de control que se nos imponga. Deberíamos haber aprendido la necesidad de un cambio de mentalidad en cómo entender las empresas y el sistema económico y financiero. No se trata tanto de cambiar el sistema capitalista (o quizás sí) porque los elementos están ahí y las variables son las que son; pero sí de ponerle un poco de imaginación moral que nos lleve a ordenar y relacionar esas variables de modo distinto.
El modelo comúnmente aceptado, que entiende que la empresa está para ganar dinero y maximizar el valor del accionista, es el que nos ha llevado a la situación actual. No basta ni con perfeccionarlo ni con ponerle límites: hay que rediseñarlo. Ha habido propuestas en este sentido. Algunas, como el concepto de "valor compartido" acuñado por Michael Porter, muy continuistas. Otras, como la idea de "empresa social" de Mohamed Yunus -para quien el inversor no tiene más derecho que recuperar el dinero que ha prestado claramente rompedoras. Propuestas como las benefit corporations, las empresas híbridas o el emprendimiento social -o las cooperativas, muy propias de nuestras tierras van en esta línea de cambio de paradigma.
¿Cuál es mi propuesta? No debe ser el capital el que esté en el centro de atención de la actividad empresarial, sino el trabajo. Se trata de que el objeto de las empresas no sea el crecimiento del capital sino el desarrollo de las personas. Hablando de estos temas con un equipo directivo de una empresa grande, me preguntaba asombrado el presidente: "Entonces, si una empresa no está para ganar dinero, ¿para qué está?". "¿Para qué está -le respondí – "Para que tú y tu gente seáis más felices". ¿Nos atreveremos a medir el éxito de una empresa no por los beneficios que genera, y no por el grado de felicidad que promueve?