Concepción García Gaínza, Presidenta de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
Protección para el convento de Franciscanos
La historia del convento de San Francisco de Olite es bien conocida gracias a los cronistas de la Orden del siglo XVIII y en especial al Manuscrito del P. Herce.
En opinión de los primeros, fue fundación de la reina viuda doña Juana, pero la historia demuestra que el convento existía ya en el siglo XIII, ya que la primera noticia documental es de 1243, cuando Jimeno de Centa, racionero de San Pedro de Olite, dispone en su testamento de una manda pía para los "frailes menores". Una tradición local muy difundida supone que este convento fue fundado por el mismo San Francisco de Asís en su viaje a Compostela.
El conjunto conventual, emplazado a espaldas del castillo desde cuya huerta se divisan magníficas vistas, fue protegido por los reyes que buscaron la proximidad de los franciscanos en sus largas estancias en Olite y organizaron en su iglesia funciones solemnes y funerales. Así, Teobaldo II en 1270 legó en su testamento 2.000 sueldos para la construcción de la iglesia, y doña Juana y Carlos II siguieron ejerciendo su protección.
De este templo medieval no queda apenas más que la portada construida por doña Blanca con las armas Navarra-Evreux y fina escultura atribuida al taller de Lome, y en el interior unos sepulcros góticos situados a los pies de la iglesia y en el presbiterio otro sepulcro de la esposa de don Carlos Mauleón, Señor de Rada y Traibuenas, primer patrono de la capilla mayor.
El conjunto conventual se arruinó por diversas causas llegando a una situación extrema a raíz del terremoto de Lisboa de 1755. Por su estado ruinoso y también por la conversión del convento en Colegio Apostólico de Misioneros, se construyó un nuevo edificio capaz para la nueva función y una gran iglesia barroca diseñada por reconocidos arquitectos. Se contaría para ello con la protección de Fernando VI, que legó 4.000 ducados para la construcción, y con los donativos de Francisco Mendinueta, digno representante de la "Hora Navarra", pamplonés, caballero de la Orden de Santiago y residente en Madrid, cuyas influencias y gestiones lograrían la aceptación del rey para la ampliación del terreno necesario para el solar del convento a costa del Jardín del Rey.
También fue general la colaboración de los vecinos ofreciendo sus carros y caballerías para acarrear piedra procedente de la muralla. Poco más tarde el rey permutaría la Huerta del rey por la huerta del convento. De esta manera quedó el conjunto conventual -iglesia, convento y huerta independiente de los caminos de paso. Se levantó así la gran nave (1749-1757) con capillas donde se acomodan retablos y esculturas de gran mérito artístico.
Patronos y mecenas
La iglesia conventual muestra en el esplendor de sus capillas la importancia de sus benefactores y la generosidad de la que éstos hicieron gala para dotarlas, al tratarse algunas de ellas de capillas de patronato donde rendían culto a los santos de su devoción, en retablos que ostentaban los escudos de su linaje y donde proyectaban su enterramiento.
Uno de los mayores bienhechores de los franciscanos en la construcción del convento y la iglesia fue el mencionado Francisco de Mendinueta, importante asentista bien conocido por el estudio de S. Aquerreta en la faceta histórica, por J. J. Azanza en la artística y por F J. Corcín en el marco del mecenazgo. En correspondencia, fue recompensado en 1757 por la comunidad con el patronato de la capilla de San José, del que era especial devoto, a quien dedicó retablo e imagen y una preciosa lámpara de plata. Una lápida funeraria grabada se colocó en el pavimento y sus armas culminan el arco de ingreso a la capilla.
Otro bienhechor destacado fue el marqués de Feria, patrono de la capilla de San Antonio situada en el crucero. El título de marqués de Feria le fue concedido a Don Francisco Félix de Vega en 1740 por el rey Felipe V.
Muy vinculada a Olite, la casa del marqués de Feria se emplaza en la calle Mayor de la ciudad. El marqués hizo a sus expensas el retablo y su dorado y asimismo sufragó y envió desde Madrid la escultura de San Antonio con el Niño, talla monumental y primorosa de ejecución que hemos de atribuir, dada su fecha avanzada (1765), al escultor Juan Pascual Mena, director de la Academia. En el retablo va grabado el escudo del marqués, quien mandaría hacer una lápida sepulcral y dos lámparas de plata.
Años antes de la remodelación de esta capilla, el marqués de Feria había regalado a la iglesia los bustos de la Soledad y el Ecce Homo que envió igualmente desde Madrid en 1750. Ese mismo año don Alejandro Vega, superintendente general de Juros, envió desde Madrid gracias a las gestiones de su pariente el P. Francisco Javier de Cadiñanos, la escultura de San Francisco de Asís, que de presidir el retablo mayor pasó a una capilla propia para ocupar un retablo nuevo. Es una de las representaciones más expresivas y sensibles del santo de Asís salida de las gubias de Luis Salvador Carmona, el mejor escultor de Madrid a mediados del siglo XVIII.
Gran mecenas de la iglesia conventual de Olite fue asimismo doña Bernarda Munárriz, esposa de don José Orta, que estando en Madrid mandó hacer ¿a los mejores artífices" tres señaladas imágenes que han gozado de gran devoción del pueblo. Se trata de Nuestra Señora de las Misericordias, Santa Rosa de Viterbo y la Virgen del Coro, las tres con la finura y sensibilidad que delatan la mano del escultor Luis Salvador Carmona. Especial importancia tiene la figura de Santa Rosa de Viterbo, santa franciscana que con rostro sonriente afronta las llamas del martirio sobre las que se asienta. Se trajo de Madrid en 1749. Las otras dos imágenes son de vestir: la de las Misericordias preside su propio altar en el crucero y la del Coro ha perdido el gran culto que recibió en otros tiempos, al igual que en otros conventos franciscanos.
Avanzado el siglo XVIII, el nuevo mecenas de la iglesia va a ser don Francisco de Paula Bucarelli y Ursúa, Capitán General y Virrey de Navarra, que culminará el retablo mayor realizado por tres tallistas franciscanos dirigidos por fray Manuel Ortega "muy diestro en la materia, maestro de grandes ideas y primoroso tallista". Bucarelli, que había llegado a Navarra en 1778 y tuvo durante un tiempo su residencia en Olite, mostró cercanía y generosidad con los franciscanos y decidió dorar el retablo, según consta en una inscripción con la fecha de 1779, y encargar las pinturas murales de la capilla mayor al pintor de Cascante, Diego Díaz del Valle. También completó las esculturas del retablo mayor con la medalla de San Francisco recibiendo las llagas, que encargó al escultor de Estella Lucas de Mena, a la vez que una escultura de San Buenaventura para su retablo y otras mejoras en las que el Virrey empleó elevadas cantidades de dinero.
Gracias a tan señalados patronos y mecenas, la iglesia conventual se hallaba concluida así como sus retablos y esculturas realizados sin escatimar medios por los mejores artistas del momento y merced a los navarros bien acomodados en Madrid, conocedores de los destacados escultores de la Corte, que se volcaron con sus legados económicos y encargos artísticos con la iglesia de los franciscanos de Olite, donde se puede admirar hoy un conjunto rico y armonioso de aquella Hora Navarra del XVIII que descubrió certeramente Julio Caro Baroja con su revelador libro y que tuvo en nuestro suelo importantes repercusiones artísticas. La iglesia de Olite conserva un importante conjunto de escultura académica comparable a los de Azpilkueta, Lekaroz, Irurita o Lesaka.
Imágenes de devoción
Además de las imágenes reseñadas en la iglesia que han recibido culto a lo largo de los siglos, resta destacar otras dos especialmente vinculadas a Olite y que gozan de gran devoción popular.
La primera es el Santo Cristo de Olite, según figura en la inscripción, una imagen dramática de Cristo muerto con abundantes manchas de sangre en relación con los crucificados hispanoflamencos de finales del siglo XV Es Cristo articulado que permite representar el pasaje del Descendimiento. Presidió la procesión de rogativas en 1607 y 1655.
La segunda imagen es la Inmaculada o Virgen del Cólera que preside el retablo mayor al menos desde principios del siglo XIX. Proclamada patrona de Olite, celebra cada año solemnemente su fiesta el 8 de diciembre. Esta imagen de vestir, rodeada por una aureola de plata, es imagen devota y milagrosa invocada en sequías y epidemias como la del cólera de 1885, en la que implorada en una novena por los de Olite "no entró" la peste en la población.
Vigilancia y protección
Un futuro incierto se abre a partir de ahora con el próximo abandono de la comunidad, reducida ahora a tres frailes, que han custodiado con esmero y cariño su convento como lo hicieron los que les precedieron a lo largo de ochocientos años.
Han mantenido vivo el culto y sus imágenes tradicionales respondiendo a las devociones del pueblo de Olite y han permitido con su custodia que el conjunto haya llegado íntegro hasta nosotros, manteniendo la función espiritual para la que fue creado.
El cierre de la iglesia que parece irremediable resulta traumático para todos, para los franciscanos, para el propio pueblo y para todos nosotros. Se hace preciso, pero más en las circunstancias actuales, extremar la vigilancia y la protección sobre el convento y su iglesia y mantenerla abierta por lo menos con un culto semanal como garantía de su cuidado y conservación.
Es conveniente que la iglesia conventual se conserve en su conjunto sin pensar en la dispersión de obras, que reducirían su valor y mutilarían dolorosamente el legado de tantos siglos. Los nuevos tiempos y sus circunstancias hacen necesario buscar nuevas soluciones y unificar esfuerzos con sentido común por parte de las instituciones, de la iglesia, la orden, los amigos del monumento y en definitiva de la sociedad que ha de cumplir con su responsabilidad para legar a las nuevas generaciones el patrimonio recibido.
Mantener así un patrimonio que ha entretejido la historia de Olite y sus moradores desde siglos atrás, con la activa participación de los reyes, los generosos patrones y mecenas con la membratura de la orden franciscana. Viene al caso recordar aquí la frase de la Carta de Atenas que dice: "La mayor garantía de conservación de los monumentos y de las obras de arte vienen del afecto y del respeto del pueblo". Afecto, respeto y conocimiento de su significado y valor en la historia.