07/12/2024
Publicado en
Diario de Navarra
Francisco Javier Caspistegui |
Catedrático de Historia Contemporánea
Una de las anécdotas que contaba este bilbaíno de cuna y navarro de adopción, tenía que ver con sus tiempos de estudiante de Historia y de Derecho, cuando fue desalojado del rectorado de la Universidad en las convulsiones de 1968. No fue un revolucionario, tampoco alguien que aceptase lugares comunes, y este afán crítico lo aplicó a su trabajo constantemente, exigiéndose a sí mismo una excelencia que siempre buscó, en lo sustancial y en lo accesorio (como su afán puntilloso contra las erratas).
Consiguió así convertirse en el catedrático más joven en Historia Contemporánea, el primero que ocupó esa plaza en la recién creada Universidad del País Vasco, en 1982. Como vía para ello había escrito una tesis doctoral (1976), muy propia de su tiempo, sobre las relaciones laborales en Vizcaya de 1890 a 1936, pero desde una perspectiva que difería de la orientación habitual y en contraposición a ella, lo que le granjeó una lluvia de críticas. Fue una primera muestra de una autoexigencia que le llevaba siempre a explorar caminos en los que poder exponer una perspectiva crítica con lo dominante. Sus primeros años docentes incidieron en esta línea, animando a sus alumnos de Murcia, País Vasco y Navarra, a profundizar, a leer críticamente, a fundamentar y a debatir, como él mismo hacía, organizando seminarios, cafés y cualquier encuentro en el que poder hablar y discutir.
Sus clases fueron, así, escuela de inquietudes, tratando de conseguir en los estudiantes un inconformismo que ahondara en los problemas, y siempre que se daban las circunstancias, continuar con tesis o publicaciones. Por eso él mismo comenzó a preguntarse por la propia Historia, su carácter y objeto, abriendo desde los ochenta la reflexión y el análisis de la disciplina, línea de investigación que no dejaría, desde la semilla que plantó su maestro Valentín Vázquez de Prada y a través de su colaboración en las Conversaciones Internacionales de Historia, de 1984 hasta 2010. A partir de ellas contactó con los principales representantes de la materia, con los que su afán crítico, su capacidad de convicción y la exigencia por conseguir ampliar horizontes y perfeccionar el conocimiento, se puso al servicio del debate.
Esta perspectiva no impidió que prestara atención a cuestiones inmediatas, impulsando investigaciones sobre la contemporaneidad Vasco-Navarra, siempre un tema de análisis y estudio propio y de muchas de las investigaciones que dirigió (hasta 19 memorias de licenciatura y 20 tesis doctorales), así como tema de multitud de seminarios en unos años en los que la cuestión necesitaba análisis y sosiego. En ello jugaron un papel central sus convicciones religiosas, que hicieron de contrapeso a una salud frágil que le mantuvo retirado a temporadas, privándonos de su guía a quienes le tuvimos como maestro en el mejor sentido, reflejado en la humildad de entregarnos sus propios textos por si podíamos hacerle sugerencias. Siempre atento con quienes trabajaron con él, dispuesto a corregir o comentar un trabajo, un proyecto, accesible a quienes solicitaban su ayuda incluso por encima de sus tareas.
Su familia, comenzando por María Jesús Santos, sus hijos y nietos, de los que tanto presumía, son conscientes de la excepcionalidad de su figura y del extraordinario recuerdo que deja entre quienes le conocimos. Descanse en paz.