Miguel López-Remiro, Director del Museo Universidad de Navarra
Tàpies en el Museo Universidad de Navarra
Ha fallecido Antoni Tàpies, uno de los grandes artistas de la vanguardia española, representante fundamental del Informalismo español, que surge en los años 50, y que pasa a la historia como uno de los iconos de la pintura internacional de nuestra época. Su obra está recogida en alguna de las colecciones más importantes del mundo, como el Museo Guggenheim, el Moca de Los Ángeles, el Pompidou de París o el Museo Reina Sofía. Su obra ha sido expuesta internacionalmente desde los comienzos de su carrera.
La colección donada por María Josefa Huarte a la Universidad de Navarra, con la que se pone en marcha el proyecto del Museo Universidad de Navarra, tiene como uno de sus grandes ejes artísticos a este artista, junto a Pablo Palazuelo y Jorge Oteiza, los tres ya fallecidos, y con los que María Josefa mantenía amistad y a quienes acompañó como coleccionista y mecenas.
Son cinco las obras de Tàpies que forman parte de la Colección Museo Universidad de Navarra, todas ellas de una calidad excepcional y que establecen un recorrido único desde los ojos de una coleccionista como María Josefa, testigo como pocos de la labor artística de Tàpies, por su producción en las décadas de los 70, 80 y 90.
Isaiah Berlin utilizó una alegoría para distinguir entre dos tipos de intelectuales: el erizo y el zorro. El concepto de erizo definido por Berlin hace alusión a aquel pensador atraído por una visión unificadora; frente al pensador que denomina con la expresión zorro, término que utiliza para describir a aquel pensador que se caracteriza por perseguir muchos fines, normalmente no relacionados e incluso contradictorios.
Tàpies fue uno de esos intelectuales erizo. Investigó a lo largo de su carrera pictórica a través de diferentes ideas visuales o artísticas, fue un artista sutil, trabajó de forma genuina la materia y produjo de una forma extraordinaria hasta el final de su vida. Pero aún con toda esta inmensidad productiva, el núcleo central de su propuesta está caracterizado por la unidad.
El carácter unitario que liga todo el discurso narrativo de la obra pictórica de Tàpies está compuesto por un concepto de arte que establece al artista como un creador de mitos. Buscaba un símbolo que recuperara las raíces de un arte consagrado a la permanencia, una persecución de permanencia de original significado, recordando aquella sentencia de Kierkegard "la verdadera repetición es eternidad".
De Tàpies, María Josefa Huarte siempre ha reconocido la reacción de incontenible emoción que le genera estar delante de sus obras. Así, al contemplar la pieza L'Espirit Catalá, 1971 en un sótano de la Galería Maeght de París, recuerda cómo saltó de la silla como un resorte y decidió adquirir la obra. Esta obra retrata su amor por Cataluña a través del uso prodigioso de la materia en el cuadro, siendo pintura pero al mismo tiempo escultura, arte formal, pero informalista, action painting pero estableciendo un mito y una relectura de la bandera con incisiones escritas a modo de muro.
L'Espirit Catalá, 1971 está realizada con polvo de mármol sobre tabla al igual que Incendi, 1991, dos de las piezas más importantes de la Colección del Museo Universidad de Navarra y dos de las grandes obras de Tàpies.
Esta sensación de emoción y de conmoción ante la obra de Tàpies ha seguido siendo algo permanente en María Josefa Huarte. Todavía recuerdo su descripción en su domicilio en Madrid, admirando los trazos escritos por él en el L'Espirit Catalá, 1971, las líneas sanguíneas en rojo sobre el muro color albero.
La Colección del futuro Museo Universidad de Navarra cuenta con otras tres piezas entre las que se encuentra una por la que María Josefa Huarte siente especial admiración: la escultura Composició amb Cistella, 1996. Se trata de una obra de fundición en bronce con un recubrimiento de pátina dorada que simula un gran cartonaje con una cesta de mimbre, aludiendo al objeto encontrado, recurriendo de nuevo a la sensualidad sobre la belleza de lo matérico. Y en ese cuadro, resalta la cruz constante de ese Tàpies que escribía sus obras, un artista en el que, como ha señalado Antonio Lucas, colisionan lo plástico y el alfabeto. En Tàpies se ve la importancia del gesto, de la gravedad de la acción manual del pintor, un pintor como zahorí, como describió Calvo Serraller a Cy Twombly: el artista que deja que las manos fluyan por un camino real.