Reyes Calderón Cuadrado, Escritora y decana de la Facultad de Económicas de la Universidad de Navarra
Más que un pacto
Tiempos de crisis, tiempos de cambios. Así estamos: en pleno proceso de adaptación a los nuevos tiempos. Un proceso acelerado de aprendizaje en una sociedad líquida, donde las seguridades se evaporan como por ensalmo y el suelo se mueve bajo los pies. Y en ésas, a algunos se les llena la boca de novedades y se oye gritar, como si acabaran de inventar las palabras (o peor, los conceptos): ¡Honestidad, transparencia! Son los mismos que se extrañan de que los ciudadanos españoles midamos con el mismo rasero a la clase política y a la financiera, cuya reputación hace tiempo se resiente.
Me causa una profundísima tristeza el bochornoso espectáculo de ver a los líderes de los dos grandes partidos españoles enfrentándose en el Parlamento al grito de «y tú, más». Y no soy la única. El jueves, en contundentes declaraciones, el embajador americano Solomon urgía a nuestro Gobierno a abordar la
«Las positivas previsiones económicas podrían deshacerse si se desmorona ia confianza en nuestro país» corrupción de manera «agresiva y rápida». Apuntó su convencimiento de que un gran pacto de Estado sobre ese tema sería un buen paso adelante. Estar de acuerdo con el embajador norteamericano suele traer cuenta. En este caso, sólo lo estoy al 50%, quizás porque en materias de transparencia y anticorrupción no van, como en otros asuntos, a la cabeza del planeta: Norteamérica ocupa el lugar 19 en el ranking general (nosotros el 30), tercero en su región, muy debajo de Canadá, noveno y que le saca más de un punto. Conozco, como el embajador, el peso que la estabilidad de las instituciones tiene en el desarrollo económico. Se trata de un intangible de difícil métrica pero vital. El creciente (aún tímido) apetito de los inversores extranjeros por España; las inmejorables cifras de visitantes y balance comercial del turismo; las previsiones de analistas como Morgan Stanley podrían deshacerse si la confianza en nuestro país se desmorona: algo que consigue la corrupción cuando es sistémica. El ministro De Guindos asegura que eso no ocurrirá: «ni en el mercado de bonos ni en otros indicadores... ni en la credibilidad de España». Así lo espero. Por si acaso, creo que hay que hacer dos lecturas del momento. Los pactos para no robar, se hagan o no por mayoría, en el Parlamento o fuera, son útiles en aras a fijar criterios que desanimen a los chorizos camuflados, bien por aumento de controles eficientes, bien con elevación de sanciones, bien por elevación de la competencia intracorruptos: ésta es una labor técnica, relativamente sencilla. Pero ningún pacto conduce a la honestidad, del mismo modo que emparentar con un apellido, por ilustre que sea, no te convierte en ilustre. La ética es un hábito, y los hábitos se desarrollan por repetición de actos, y en un sustrato de absoluto convencimiento. Los hábitos de las instituciones españolas no son los adecuados, por eso, como ciudadana, quiero mucho más que un pacto.