Gerardo Castillo Ceballos, Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra
La droga como escape de sí mismo
La identidad personal es un conjunto de rasgos propios que diferencian a una persona de otras. El niño la suele descubrir a través de sus padres; los estrechos lazos afectivos y la convivencia continuada existente entre padres e hijos explica por qué el factor principal en el desarrollo de la identidad infantil es su familia; en cambio, el adolescente construye su nueva identidad de forma más autónoma, en las relaciones extra familiares, sobre todo con el grupo de amigos.
El adolescente que padece confusión o crisis de identidad desea salir de ese estado cuanto antes, para saber quién es realmente; solo así podrá sentirse seguro, respetado y amado. Para lograrlo necesita buenos referentes y concederse un tiempo que se conoce como moratoria de la identidad. Pero no todos están dispuestos a esa espera.
Algunos adolescentes se evaden de su realidad personal ante una crisis de identidad no resuelta en su momento. Al no ser capaces de tolerar su frustración, ven en el consumo de drogas una vía de escape. Las drogas serían un remedio para su vacío existencial.
Muchos psicólogos consideran que el adolescente forja su identidad no de forma aislada, sino con referencia a otras personas. Bandura, por ejemplo, sostiene que el adolescente adquiere su tipo de conducta y sus expectativas sobre la conducta de los demás, mediante el modelado.
Para Ratzinger, “la persona siempre se reconoce en el otro, a través del otro. Nadie puede encontrarse a sí mismo si sólo observa su intimidad e intenta comprenderse y construirse a partir de sí mismo. La persona, en cuanto ser relacional, ha sido creada de tal forma que se hace en el otro, y descubre su sentido, su misión, su exigencia y posibilidades vitales en los encuentros con los demás” (Dios y el mundo, 2000).
Una investigación de Holden (1975) halló que los adolescentes que beben lo hacen por la misma causa que consumen drogas: la huida de sus sentimientos negativos y la evasión de sus responsabilidades personales.
Cada vez son más los adolescentes que ven en la droga la solución para los problemas propios de la edad. Lo ven como un paraíso (artificial) en el que no existirían problemas. A ello se suma que la gratificación de consumir droga es inmediata.
Los adolescentes muy tímidos suelen decir que mientras se encuentran bajo la influencia de las drogas hacen cosas que de otra manera no se atreverían a hacer. Este efecto es parte del atractivo que tienen las drogas, aun para los adolescentes que tienen confianza en sí mismos. Las drogas no solo tienden a relajar sus inhibiciones, sino a aliviar la ansiedad.
La adicción de los adolescentes a las drogas se puede prevenir. Sugiero lo siguiente:
-Informar. Los padres no tenemos por qué esperar a que los adolescentes reciban información acerca de las drogas desde el exterior; nosotros mismos podemos informarnos bien y transmitir esa información, puesto que el hecho de que sea alguien cercano y de confianza quien la transmita también puede resultar positivo.
- Acostumbrarles a decir “no” desde el principio a las ofertas de droga. Ello forma parte de la educación de la voluntad.
-Fomentar el desarrollo de una autoestima positiva que les aporte seguridad en sí mismos. Para ello es aconsejable subrayar y alabar los puntos fuertes de cada hijo, sin polarizarse en sus limitaciones.
-Desarrollar el sentido crítico. Que juzguen a las drogas tal y como son, sin idealizarlas, con su daño para la integridad física, psicológica y social. Los drogadictos rehabilitados les pueden ayudar contando sus dolorosas experiencias.
-Favorecer el diálogo. Intentar hablar con los adolescentes, mostrar interés por sus preocupaciones, y ganar su confianza, ayudará a que se sientan cómodos y nos cuenten sus problemas. De esta manera, nos será mucho más fácil ayudarlos a que los resuelvan positivamente y no tengan que recurrir a las drogas como una vía de escape.
La elevada correlación entre la psicología del adolescente y la función de las drogas no significa que los adolescentes estén abocados necesariamente a la drogadicción; sí significa que cada vez son más los adolescentes que ven en la droga la solución para los problemas típicos de la edad: inseguridad, miedos, baja autoestima, rebeldías transgresivas, etc.
Para los adolescentes que ya han caído en la droga, no basta el tratamiento médico. Es necesario, además, un tratamiento de rehabilitación psicológica. Hay que ayudar a que la persona redescubra su valor y su identidad más profunda. Este tratamiento no será posible sin la participación del individuo, sin su voluntad de cambiar. El apoyo de la familia y una adecuada asistencia espiritual son también fundamentales para la rehabilitación.