08/04/21
Publicado en
Diario del AltoAragón, El Diario Montañés y Diario de Navarra
Gerardo Castillo |
Profesor Facultad de Educación y Psicología
Tras la sucesiva incorporación de las herramientas tecnológicas ligadas a internet, la enseñanza ha experimentado una gran transformación. En el pasado, cuando se hablaba de enseñanza, se pensaba solamente en una actividad realizada en un aula física y cerrada; últimamente, nos solemos referir, además, a un proceso de enseñanza-aprendizaje que se realiza extramuros, en un “aula” virtual.
Los términos teletrabajo y teledocencia pertenecen ya al lenguaje usual. El proceso de incorporar a la enseñanza la tecnología virtual no está siendo fácil. En mi opinión existen dos obstáculos principales: la resistencia al cambio típica de los sistemas educativos y las restricciones originadas por el covid-19.
Para afrontar la nueva situación se requieren profesores creativos. Esto explica por qué actualmente se le concede tanta importancia a un tipo de inteligencia que antes pasaba casi desapercibida en la escuela: la inteligencia creativa. Lo interesante ya no es encontrar pronto la respuesta acertada, sino recurrir a la imaginación, una y otra vez, para buscar soluciones nuevas a los mismos problemas.
Ken Robinson, experto en calidad de la enseñanza y creatividad a nivel mundial, sostiene que “la creatividad es parte inherente de todas las personas, pero el arcaico sistema educativo aún imperante, en lugar de motivarla, la reprime. Aún se considera el error un estigma, por lo que debe evitarse”.
La llamada “pedagogía de la transmisión” es vista aún en algunos ambientes como algo intocable; en ella se considera al alumno como mero receptor de información, como una página en blanco que solo el profesor puede y debe llenar. En ese planteamiento didáctico se descarta el desarrollo de la creatividad, dado que requiere un proceso de retroalimentación o feedback.
En cambio, sí son creativas, actividades didácticas como el trabajo en equipo; crear procesos protagonizados por los alumnos en la resolución de conflictos; enseñar con metodología participativa: debates, discusión de casos, simposio, brainstorming (tormenta de ideas), etc.
Sería un grave error considerar que la enseñanza virtual reemplaza a la presencial. Las dos son necesarias y complementarias; desplaza únicamente al aula cerrada y aislada del mundo. Se aspira a actualizar métodos, no a prescindir de valores relacionados con el trato personal entre educador y educando.
Con ocasión de la pandemia del covid-19 los profesores han tenido que afrontar un reto añadido: la enseñanza pasa en cuestión de días a realizarse a través de una pantalla. Los docentes se han visto obligados a improvisar la teledocencia, por no haber recibido a tiempo la suficiente formación específica y los necesarios medios tecnológicos.
La transformación digital era, antes de la pandemia, un objetivo a medio plazo que se iba implantando a diferentes velocidades; pero, a partir de ella, para la mayoría de los docentes fue una aceptación ipso facto.
En contra de la idea muy generalizada en los medios no científicos, la capacidad creativa no es innata. No se nace artista o inventor. Pueden transmitirse, en algunos casos, ciertas predisposiciones, pero la creatividad es una competencia que puede y deb suscitarse y desarrollarse mediante la acción educativa.
Educar en la creatividad es educar para el cambio y formar personas ricas en originalidad, flexibilidad, visión, e iniciativa, de forma que sean capaces de afrontar los problemas diarios que se van presentando.
Los profesores deben ejercitar la capacidad creativa de los alumnos, desde edades tempranas, utilizando estrategias para atender no solo las operaciones analíticas y abstractas, propias del pensamiento convergente, sino también las funciones espaciales y analógicas que son específicas del pensamiento divergente: un proceso mental que genera ideas creativas mediante la exploración de muchas posibles soluciones.
Para desarrollar la creatividad, hay que “desaprender” inicialmenteel miedo a expresarse artísticamente y el miedo a preguntar cuando no se ha comprendido. El profesor debe estimular la mente abierta de sus alumnos, creando un ambiente reflexivo.
Es fundamental educar en aprender a aprender. Enseñar no es meramente instruir. Incluye guiar a los alumnos en su proceso personal de asimilar conocimientos. Esto requiere que el protagonismo de ese proceso sea del alumno y no del profesor. La función de este último es formular preguntas que hagan pensar. La mayéutica de Sócrates sigue siendo el modelo a seguir.