Gerardo Castillo Ceballos, Profesor de la facultad de Educación y Psicología
Una paradoja: el valor social de la timidez
Varios estudios recientes concluyen que uno de los grupos sociales más poblado es el de los tímidos, hasta el punto de que todos seríamos tímidos en algún grado y en ciertas situaciones, como, por ejemplo, hablar en público, ser entrevistado, pedir una hoja de reclamaciones o solicitar un aumento de sueldo.
Cuesta entender esa proliferación de tímidos, porque no se corresponde con la osadía que se le suele atribuir al hombre de hoy. Pero tras rascar un poco en la máscara que cubre el rostro del osado se aprecia el rictus de miedo típico de la persona insegura. El excesivo atrevimiento es muchas veces un disfraz del sentimiento de inferioridad; es la conducta de los “tímidos descarados.”
La sociedad ha reprobado siempre a los tímidos, mientras que premiaba a los muy sociales y decididos, como se ve en las ofertas habituales de empleo: “Se buscan personas extrovertidas”.
Últimamente ese criterio está cambiando. A la timidez moderada se le atribuye un valor social frente a la cultura del atrevimiento, del exhibicionismo y del espectáculo. Se aspira a una sociedad celosa de la intimidad y del retraimiento en las formas.
Los tímidos moderados suelen tener una personalidad más profunda y mayor fortaleza ante las adversidades que la de las personas muy atrevidas. Además se autoconocen mejor, ya que pasan más tiempo consigo mismos. Esa actitud favorece la capacidad de escucha y, por tanto, la posibilidad de tener amigos.
El tímido suele hablar bajito, con un hilo de voz, lo que suscita que otras personas se interesen más por lo que dice y desarrollen la capacidad de escuchar. Del mismo modo, su posible tartamudeo incita a los demás a completar sus frases inacabadas.
La timidez es un sentimiento de inseguridad y ansiedad que sufre una persona por miedo a ser juzgada de forma negativa. Aunque no es una enfermedad, puede evolucionar hacia comportamientos de tipo patológico. Cuando se convierte en un problema tan grave que limita seriamente la calidad de vida se transforma en fobia social, un trastorno que requiere tratamiento psicológico.
¿El tímido nace o se hace? Algunos nacen y otros se hacen. Lo más frecuente es el binomio de los dos factores. La timidez se suele originar en traumas de la infancia, como por ejemplo, una larga enfermedad, la muerte prematura de un ser querido y haber sido víctima de actitudes negativas de sus padres, entre ellas la severidad excesiva y los castigos humillantes.
También existe la timidez por motivos de edad. En la infancia apenas se da y el niño no es consciente de ella, mientras que la adolescencia está considerada como le edad de la timidez. El adolescente es inseguro y tímido por naturaleza.
Algunas personas intentan disimular y compensar su timidez con el recurso del humor y con formas de vida opuestas a ese rasgo personal. Hitchcock se autoafirmó dirigiendo películas de misterio y suspense. Este hecho denota una posibilidad o ventaja de ser tímido: desarrollar capacidades nuevas e inesperadas.
Un alto grado timidez condiciona toda la vida personal, pero no impide la emergencia del genio.
El escritor Jorge Luis Borges fue siempre muy tímido. Tenía pánico a hablar en público. Las pocas veces que aceptó impartir una conferencia elegía a una sola persona del grupo para dirigirse sólo a ella. Nunca pudo hablar a varios a la vez. En algunas ocasiones su conferencia la leyó un amigo suyo. mientras él permanecía escondido entre los asistentes al acto.
La exitosa autora de novelas policíacas Agatha Christie sentía un miedo invencible a aparecer en público y a ser entrevistada. En una fiesta-homenaje en su honor permaneció sola en una salita perdida del hotel Savoy debido a que el conserje le impidió la entrada en el auditorio por no darse a conocer.
Dado que el tímido desconfía de todo y también de sí mismo, conviene fomentar la autoconfianza, creando en torno suyo un ambiente acogedor y estimulante.
Uno de los recursos educativos más eficaces es ayudarle a detectar y cultivar algún talento oculto. En un documental canadiense se ve como una profesora consigue disminuir la timidez de una niña promoviendo su desconocida capacidad para la danza.
El mejor remedio contra la timidez es el olvido de uno mismo para proporcionar algún bien a los demás. Esto ayuda al tímido a dejar de sentirse solo y a ganar en autoestima. Pero está por ver si las ventajas de esa nueva situación son preferibles a sus desventajas. ¿Una idílica sociedad sin tímidos sería necesariamente más valiosa que una sociedad con timidez moderada?