Gerardo Castillo Ceballos,, Profesor emérito de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra
El mito de las drogas como "sustancias amigas"
La actual tolerancia social y legal ante el creciente consumo de drogas por parte de adolescentes y jóvenes denota que vivimos en una «cultura de drogas», que son presentadas como «sustancias amigas». Desde la «cultura psicodélica» se están promocionando tanto las drogas legales como las ilegales. Existen libros, revistas y blogs de internet que incitan al consumo de todo tipo de drogas. La droga es presentada como una costumbre social agradable entre amigos y como una forma de liberarse de todos los problemas, sobre todo los de la soledad y el aburrimiento.
Esta visión idealizada y falseada de las drogas les suele llegar a los adolescentes a través de algunos de los personajes que admiran, generalmente del mundo del cine y de la canción. Desaparecidos ya los «héroes» que les servían de modelos de identificación para edificar su naciente personalidad (espejos claros donde mirarse y reconocerse), la sociedad les ofrece tan solo ídolos con pies de barro. No es infrecuente que ante la falta de inspiración algunos artistas la busquen de un modo artificial, recurriendo a un atajo: el consumo de drogas; no hay que extrañarse de su fracaso, porque el uso de las drogas es la renuncia al proceso creativo. Existen genios que se drogan, pero no drogadictos que se convierten en genios. La mayoría de los expertos coinciden en que las drogas no sólo no mejoran la creatividad de los artistas, sino que la empeoran.
El consumo de drogas por parte de los adolescentes sigue aumentando espectacularmente, a pesar de las medidas adoptadas para frenarlo, como por ejemplo perseguir a los traficantes. La causa del problema no es simplemente que hay mucha oferta y redes de distribución bien establecidas; el factor fundamental es que existe mucha demanda. Muchos adolescentes y jóvenes inhalan goma de pegar y otros productos caseros: si no les llega la droga se la inventan; creen que «la necesitan».
¿Por qué tantos adolescentes siguen abiertos al consumo drogas, a pesar de haber sido informados de que daña seriamente el cerebro y de que origina enfermedades y mucho sufrimiento? Un psiquiatra eminente, Juan José López Ibor, afirmaba ya en 1966 que el factor fundamental de la drogadicción de los adolescentes es la destrucción de los valores, el nihilismo que caracteriza a la sociedad contemporánea. Añadía que la falta de una referencia ética entorpece el proceso de formación, creando personalidades inseguras que desembocan en la angustia y que buscan autoafirmarse recurriendo a las drogas. La ausencia de un sentido de la vida carga de sentido a la droga.
Los estudios realizados muestran que existe una elevada correlación entre la psicología del adolescente y la función de las drogas. Esto no significa que los adolescentes estén abocados necesariamente a la drogadicción; sí significa que cada vez son más los adolescentes que ven en la droga la solución para los problemas propios de la edad. La droga es vista como un medio para liberarse de las frustraciones, los miedos y la ansiedad. Muchos adolescentes se drogan porque están en un estado insufrible de hastío casi permanente, derivado de su vacío interior; en esta situación la droga es su paraíso artificial.
Las campañas informativas con finalidad preventiva son necesarias, pero están resultando insuficientes y, en algunos casos, contraproducentes. Proporcionar a los adolescentes información sobre las drogas metiéndoles el miedo en el cuerpo puede producir un efecto bumerán que, en vez de reducir, aumenta el nivel de implicación en las drogas. El fracaso de algunas campañas informativas se debe a que llegan tarde -cuando los destinatarios se han iniciado ya en el consumo de drogas- y a que centran la información en los peligros de ese consumo, lo que suele activar la atracción típica de los adolescentes por el riesgo y lo prohibido.
Un acierto de algunas campañas recientes de información con finalidad preventiva es el de adelantarse, dirigiéndose a preadolescentes; además, se centran en las ventajas de evitar el consumo, y a la información se añade formación de la voluntad: se ayuda a los adolescentes a ser asertivos y decididos en la resistencia a las invitaciones para probar las drogas; a ser capaces de decir «no» a la droga. Ese objetivo tiene más posibilidades de conseguirse en los casos en los que la educación de la voluntad se inició en la familia, tal vez desde el día que no se permitió al niño seguir abriendo a todas horas el bote de la mermelada.