08/07/2024
Publicado en
Expansión
MªCruz Díaz de Terán |
Profesora de Filosofía del Derecho, coordinadora del Curso de Estudios sobre la Mujer, codirectora del Curso Online de Formación en Igualdad
En junio de 1942, un grupo de estudiantes, testigos directos de los crímenes de Alemania en Polonia, decidieron crear un movimiento para difundir la verdad y sabotear las mentiras del régimen del III Reich. Inspirados por los sermones de August Von Galen, obispo de Münster y firme opositor del nazismo, decidieron redactar y distribuir panfletos mostrando los crímenes nazis y las derrotas en la guerra. El grupo estaba compuesto por Hans Scholl (23 años), estudiante de Medicina en la Universidad de Múnich, su hermana Sophie (21 años), estudiante de Filosofía y Biología, y otros estudiantes de la misma Universidad: Alexander Schmorell (24 años), Willi Graf (23 años) y Christoph Probst (22 años). Pronto encontraron un mentor intelectual, Kurt Huber (48 años), un profesor de Filosofía y apasionado creyente de la democracia liberal. Sophie era la más joven del grupo y, como los demás, era consciente de que ir contra al régimen -aunque su arma fuese la palabra- estaba tipificado como delito de alta traición. Para ese delito sólo cabía una pena: la condena a muerte; pero sus convicciones eran firmes, como puede deducirse de las frases con las que concluían sus manifiestos: "No guardaremos silencio" o "Somos su conciencia. La Rosa Blanca no los dejará en paz".
Ante las adversidades caben dos actitudes: dejarse aplastar o aprovecharlas para dar lo mejor de uno mismo. Y Sophie hizo su elección definitiva el 18 de febrero de 1943. Ese día, ella y Hans dejaron varios paquetes de octavillas en los pasillos de la Universidad. Cuando estaban a punto de irse, Sophie vio que todavía quedaban algunas copias en su cartera. Se dirigió a lo alto de una de las escaleras y los lanzó, sin darse cuenta de que Jakob Schmid, el encargado de mantenimiento, la estaba observando. Inmediatamente, Schmid cerró las puertas de la facultad y comunicó a las autoridades el incidente. Los hermanos fueron arrestados y trasladados al palacio de Wittelsbach, cuartel general de la Gestapo, donde poco después también llegó arrestado Christoph Probst. Fueron interrogados durante varios días, pero se negaron a implicar al resto de integrantes del grupo. A lo largo de este duro episodio, Sophie no dudó: su Fe en Dios y en la Verdad, la denuncia de la injusticia, la defensa de su conciencia y el apoyo incondicional a su hermano no le hicieron vacilar en ningún momento, ante la impotencia del Instructor Robert Mohr, quien no pudo dejar de admirar su nobleza.
El juicio contra los miembros de La Rosa Blanca fue una farsa. El encargado de dirigir el proceso, Roland Freisler, era un abogado, militar, político y presidente de uno de los instrumentos más tenebrosos del terror nazi: el Tribunal Popular. Llegó desde Berlín expresamente para este caso y actuó más como fiscal que como juez. Después de tres horas de juicio, el juez dictó sentencia: “Culpables de alta traición. Pena de muerte”. Freisler estableció que fuera por decapitación, y, tan solo unas pocas horas después de haberse dictado la sentencia, la tarde del 22 de febrero de 1943, se llevaron a cabo las ejecuciones.
En las breves horas que transcurrieron entre su sentencia y su ejecución, Sophie escribió varias cartas. Una a sus padres, Robert y Magdalene, presentes en el juicio, rotos por el dolor pero orgullosos de sus hijos. En la carta les agradecía el amor que siempre habían recibido y pedía perdón por el sufrimiento que les estaba causando. También escribió a su novio Fritz, con la pluma de una joven enamorada que mantiene íntegra su conciencia: “He resistido a Hitler porque no soy capaz de aceptar su manipulación a la gente. Hoy es mi último día. Algún día Alemania será libre, mi amor. Te quiero”.
Hoy en día el nombre de Sophie Sholl es sinónimo de lucha por la libertad, y muchas calles, parques, avenidas y escuelas de Alemania llevan su nombre y recuerdan al movimiento de la Rosa Blanca. También hay un premio literario en su honor, el Geschwister-Scholl-Preis. Todo ello para recordar a aquellos jóvenes que, en palabras de Sophie, tenían “buena voluntad para el bien”.